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Movimiento sexy... Bomba...

A la recordada Omaha, the cat dancer

    Al caer la tarde comienzo a arreglar con gran cuidado mis "cosas de trabajo". Mi novio dice que no debería preocuparse tanto, total, mis instrumentos de trabajo "podrían caber en un vaso". Lo que él ni nadie entiende es lo importante que son los detalles para que todo quede bien. Casi nada de lo que se ve ahí es producto de la suerte, todo está ensayado, sino milimétricamente, al menos bastante más de lo que la mayoría imagina.

    Sé que "Heidi, la garota sensacional" no durará para siempre, pero mientras tanto su sonrisa de cada noche –que sólo desaparece ante la eventual impertinencia de un espectador– es una de esas cosas a las que no se renuncia tan fácilmente. Adrenalina pura, empleo estable, abono diario para el ego.

    No es un trabajo fácil, como cualquiera podría creer. Horas de ensayo de coreografías y con cierta frecuencia dietas para luchar contra la rebeldía de esta figura caribeña conforman mis no tan glamorosos días. Debo, además, estar pendiente de las innumerables tentaciones que pueden esconderse detrás de un llamado a escena especial o una propina jugosa puesta con aparente descuido en el diminuto bikini. Bailar es, y probablemente seguirá siéndolo por mucho tiempo, el centro de mi vida. Siempre soñé con los aplausos, y aunque sé que no todas llegaremos a subirnos a un gran escenario, esas noches de samba no son ninguna consolación sino una manera de ganarse la vida con lo que más me gusta en este mundo.

    No se confunda nadie con las ropas y el ritmo, no estoy disponible. Tampoco guarden rencor porque en una noche pueda ganarme divertidamente lo que a mi hermana secretaria le toma al menos dos semanas. Después de todo, estar expuesta tiene sus riesgos, y algunas veces sus costos. No tiene caso contar aquí las innumerables historias de babosos que he tenido que poner en su lugar a la salida de un show y mucho menos las escenas de celos y abandonos cuando un príncipe azul descubre lo que hago por las noches y la razón por la cual siempre puedo pagar a tiempo mis tarjetas de crédito. Sí, el ritmo tiene sus costos, la sonrisa de Heidi no siempre es tan sincera como parece, pero los aplausos y ganarse la vida haciendo algo que me gusta son buenas recompensas.

    Gracias gracias... En todo el universo no hay mejor sonido que un clap clap... que no pare la música.

-Fanny Díaz
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