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Mi primera vez, como proscrita

-Yadelcy Hamber Machado
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    Todo empezó una extraña tarde en la cual deseaba hacer algo diferente, a fin de desandar un hábito adquirido. Había escuchado en la radio sobre unos charlistas que iban tratar el tema especifico del libro. Entusiasmada y en uno de mis primeros avances como escritora sin publicación me dirigí al lugar afanada y con miedo; ello requirió más coraje del que se pudiera suponer.

    El lugar de la conferencia era una habitación pequeña. Las sillas ubicadas en dos secciones permitían el espacio para sentarse cómodamente. Con sorpresa noté, se había colocado un pequeño equipo de micrófonos que permitían hacer del sonido algo mucho más nítido y limpio. Procuré ubicarme en los primeros asientos y noté que la locutora del programa radial era la moderadora del evento.

    Llegué cuando se estaba iniciando la disertación. Advertí la forma clara en la cual los cinco exponentes hacían sus declaraciones; escuché a editores, escritores, distribuidores, libreros e incluso críticos sin descartar a los lectores, que éramos todos. Muy amena y sencilla resultó ser un grato toque visionario de nuestra actual situación con relación al libro. Luego se abrió un espacio de preguntas y comentarios donde cualquiera podía compartir, en un ambiente bastante coloquial. Me precedió un escritor con una publicación y su inagotable intervención motivó mi participación.

    En mi planteamiento expresaba los deseos de hacer públicos mis escritos. Compartía los miedos típicos de una escritora joven, la aspiración de ser leída por extraños, así como la idea de que la competencia de editoriales desleales impedía a los nuevos talentos emerger de forma espontanea. La pregunta ¿qué tiene que hacer una escritora joven para poder publicar sus escritos? generó muchas “ronchas”. Mis temores cobraron forma instantánea, poseyendo a la moderadora, al “viejo escritor” y algún otro, “aconsejándome” que no me “apresurara” a publicar... que los “escritores” hablan de sus experiencias y las mismas surgen a través de los años... y excusas tan grandes que cualquiera como yo hubiera salido realmente desanimada. Como en efecto sucedió. Entiendo, lancé corpúsculos de polvo mágico en esa reunión y recogí a miles de fantasmas internos hablando en caras de extraños. Esa parte es mí absoluta responsabilidad.

    Acá, llegamos al meollo de esta reflexión. Por un lado puedo entender, les parecí una muchachita que apenas incursiona en su primera obra, leída, ante familiares y quienes por amor la habían aplaudido, generando la idea de que su ego se creyó él cuento que era escritora. Suelo ser malinterpretada, pero ¡esto fue el colmo!. De cualquier manera me agradó ser considerada como una mujer joven y sin experiencia. No tengo nada en contra de la vejez, pero mientras menos edad, aparente, mejor para mí.

    Sin embargo, me molestó que señalaran de ególatras a mis deseos de ser una escritora publicada. Sé de ello más de lo que cualquiera pueda imaginar y entiendo mis aspiraciones no surgen de allí. Por supuesto, quiero reconocimiento; pero a estas alturas del siglo ¿quién no quiere un poco de inmortalidad?

    Lo entendido por mí, es la facilidad con la cual juzgamos a través de las apariencias. Calificamos según lo considerado por nosotros desde un primer instante, con una óptica muy subjetiva y careciendo de informaciones, lanzamos decretos regulándolo todo como si ese juicio fuera realidad.

    Lo que generó mas amargura en la boca de mi estómago fue lo siguiente: ¿Quién decide que no es el tiempo adecuado para publicar algo de mi cosecha?... ¿quién es el “apto” para determinar que mi parecer de ahora no es válido y requiere tiempo para ser leído? Si es por la juventud ¿la opinión mantenida respecto a la vida, ahora, es menos válida que la visión detentada dentro de 50 años? ¿Aquella tendrá valor y esta no? ¿Y quién decide eso, los críticos?

    Yo no escogí ser escritora conscientemente, fue algo impuesto, como suele suceder con los dones. Se manifiestan con independencia de nuestra opinión. Me llevó una gran cantidad de años entender que escribir era una manifestación genuina de mi ser real y “debía” responder a ella con mi esencia. Aceptarlo fue algo bastante trajinado para mí, la inconsciencia profunda me llevó a descartarlo un millón de veces y después el miedo me obligó a postergarlo mucho más. Sumados, son demasiados instantes perdidos en elucubraciones.

    La educación externa, con la perorata del esfuerzo para el logro, olvida recordar que cuando somos valientes, podemos hacer aquello fácil “para nosotros” generando prosperidad y abundancia. La historia está llena de Da Vicies, Colónes, Einsteins, García Lorcas, Cervantes, Garcilazos de la Vega, García Marques, que decidieron escribir o hacer lo que les daba nota y ganarse la vida con ello. Por ejemplo, un surfista, es para mi un héroe anónimo... quien pueda remontar olas de mas de dos metros, permanecer en ellas y hacer piruetas, no es mas que un as de las aguas, porque hace ver sencillo algo que no lo sería para otro. Esa es mi explicación para quienes nos recreamos en los dones y hacemos de nuestras actividades cotidianas, giros amplios y naturales de esa realidad. La conexión interna con aquello sumamente fácil y placentero, es la unión con el don... desde esta óptica... ¿debo esperar cincuenta años para publicar?

    Ese día, de verdad me sentí proscrita, excluida y prohibida en la posibilidad de manifestarme públicamente desde mi realidad. Sufrí juicio desde unos parámetros extraños y por parte de sujetos quienes nada saben de mí, ni las peripecias vividas a fin de entender que desde esta realidad quiero mostrarme al mundo.

    Cuándo lo deduje, pasó la ira ¿voy a preocuparme por la opinión de un grupo de “exagerados extraños?” No lo creo. He caminado mucho para llegar al espacio interno y externo en el cual me encuentro ahora. Internamente es el momento más coherente y nítido, aun cuando externamente haya mucho caos. Entiendo, al orden afuera, recreado en virtud de la congruencia interna.

    Segura estoy, como Colón, hay quien esté dispuesto a apoyar a una escritora joven gustoso (a) de empeñar las joyas de su corona y abrirme las puertas para entrar desde mi dominio, a su reino. Siempre sucede así. La realidad está repleta de finales felices. Lo que sucede es que los “otros”, los demonios, hacen mucha mas bulla.

    Fue un proceso intenso y largo; transité semanas por la comprensión interna compartida acá. Actualmente me siento mejor. Estoy de acuerdo con la capacidad de una misma para superarse, estudiar y crear todos los mecanismos posibles para decir de la forma más acorde y límpida mi opinión de las cosas. Puedo aprender a través de millones de técnicas nuevas hacer de esto algo hermoso y más llamativo. Allí tengo desacuerdo alguno. Sin embargo, acá dentro, está la mina de diamantes y mis deseos de expresar la percepción íntima de lo visto, escuchado y entendido de la vida, tamizada con la extraña forma de traducirlo, es para mí, permanente y tan válida ahora como lo será dentro de cincuenta años o ya consagrada. Es para mí el mismo asunto pero con diferente traje.




    Si te ha pasado algo similar y quisieras compartirlo conmigo, puedes escribirme a través del foro o al email [email protected].






   

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