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El Hombre del Sillón


    -I-

    Llegó pronto la noche, recogí las herramientas y tome el camino a casa, me sentía cansado luego de la jornada. Obscureció más pronto de lo normal, arrastre mis pasos por un atajo, quería llegar pronto ya que el hambre arreciaba, extrañamente este camino se volvió infinito y espectral, vi como una extraña rana saltaba entre dos charcos que brillaban a orillas del trigal, el aire se volvió pesado y el cielo se torno rojizo, y un viento frió empezó a soplar desde la oscura noche, en tinieblas camine un trecho. De pronto, una estroboscopica luz apareció al final del sendero, y una silueta se marcaba y se agrandaba mientras me acercaba, hice esfuerzos para percibir bien lo que mis ojos veían, era la figura de un hombre sentado en un sillón que bloqueaba el final del camino. Esta lúgubre figura me helo la sangre; El miedo me paralizo las piernas y ahorco mí estomago y luego sentí una voz en que me gritaba:

    -¡Acércate no temas chico! –dijo en forma burlona.

    Al oírla seguí caminando con mi barbilla clavada en mi pecho, el temor no me dejaba ver directamente a este misterioso individuo. Encendiendo una larga pipa repitió:

    -¡Acércate hermano no tengo toda la noche! – Luego saludando dijo: - Buenas noches Celso, ¿no me esperabas tan pronto, verdad?

    Respondí sabiendo a quien tenia enfrente:

    -Bueno la verdad que no Mister.

    El miedo cedía y aunque no veía su cara directamente me di cuenta que vestía una especie de alba negra con una capucha la cual dificultaba toda verle el rostro, si es que lo tenía; usaba unas sandalias de correas de cuero negro, el sillón era de un cuero marrón reforzado, estaba construido en madera de caoba barnizada, muy brillante, parecido al que vi en la oficina del prefecto cuando me apresaron por haber robado una vaca de la hacienda de los Paublanca; el hombre del sillón cruzo las piernas y hablo de nuevo :

    -Sé que no quieres que te lleve pero estas anotado en mi dietario para esta fecha y como bien sabes es mi trabajo, no lo tomes como algo personal por favor.

    -Pero Señor mío -respondí asustado-, me he portado bien y estoy trabajando duro y honestamente; mañana cumplo 37 años, además no he visto a mi madre en cinco años.

    -¡Un momento!, ¡Un momento! –interrumpió –vamos por partes, sé que has mejorado mucho tu conducta, inclusive ayer recibí una llamada de recursos celestiales que es el departamento el cual reclama el alma dependiendo de sus intereses y me proporcionaron muy buenos comentarios tuyos, sin embargo recibí un correo electrónico de parte del Hades Control Deparment que solicitaba tu alma con diligencia, como verás tengo clientes a quien cumplirle, ya es asunto de la corte universal donde te envíen, mi trabajo es sacarte de esta dimensión.

    Le pregunté osadamente -Pero Señor, ¿no podremos llegar a un arreglo entre nosotros?, de verdad que no he visto a mi madre y lo quisiera hacer antes de partir, ella vive en Raivoli y necesitó más tiempo para llegar allá.

    -Bueno mi querido Celso puede ser, vamos a ver, ¿qué tienes de valor?- dijo pausadamente

    -Tengo dos monedas de plata que me acaban de pagar son los jornales del mes.

    -¡Démelas acá rápido y con mucha discreción! -contestó con voz ladina y preocupada, luego se justificó diciendo:

    -Sabes que la situación esta muy difícil, debo viajar mucho en estos días, la paga no es tan buena como crees y de todas partes se retrasan mucho en los pagos, bajando la voz me dijo:

    -Quédate tranquilo Celso, realmente debes tener tu conciencia tranquila, haces lo correcto. ¡Nos vemos mañana!

    Se movió el sillón como halado por cuerdas invisibles y me dejó seguir mi camino, cuando volví la vista ya había desaparecido. Regrese a la casa y me senté en la pequeña cocina, bebí un tarro de café frió con licor de papaya de un trago, no pude comer, ni conciliar el sueño pensando en El Hombre del Sillón.


-II-

    Amaneció y fui al trigal como de costumbre; pasó el día casi en un segundo y volvió a oscurecer, en esta oportunidad no guardé mi guadaña en la caseta de las herramientas, si no que la traje conmigo por si las cosas se complicaban. Tomé el supuesto atajo y vi brincar la odiosa ranita como avisándome lo que me esperaba más adelante.

    Allí estaba. sentado no tan sosegado como ayer, pero igual confiado en su fino sillón, diciéndome:

    -¡Buenas noches Celso!, media hora tarde esta vez ¿Qué cosa? -Bien, eso terminará donde te envíen, no habrá en el tiempo ni principio ni final.

    Esta vez si me aterraron sus frases y respondí sollozando:

    -¿Por qué yo Señor, no hay más gente en su lista antes que yo?, No es justo.

    -Ya te lo dije, muchacho, ese es el negocio. Aunque me caes bien y me gustaría ayudarte pero mi licitación peligra haciéndolo, anoche tuve mucho trabajo y no pude ver tu expediente con calma.

    Enseguida pregunto con voz punzante:

    -¿Qué traes de valor?

    -¡No me queda nada de valor Señor ayer le di todo el dinero que me quedaba! -respondí angustiado

    La figura se paro de el sillón y me dijo: ¡Que suerte la tuya! Hoy estoy de buen humor y quería venderte otro día de tu vida pero… ya ves, aunque, espera, espera un momento ¿que es eso que traes en la mano?

    -¡Es una guadaña Señor! Sirve para cortar el trigo.

    La figura pensó en todos los usos que le podía dar a tan cortante instrumento para facilitar su arduo trabajo, y replicó:

    -Acepto tu guadaña, por el día de hoy. ¡Tienes suerte!

    Al momento me sentí aliviado, aunque en el fondo sabía que era mi instrumento de trabajo y que lo necesitaría, pero si estaba muerto no podría trabajar, se la entregué.

    El hombre del sillón, sonrió complacido, y se excuso,

    -Bueno, bueno, me tengo que ir, nos vemos mañana y a ver qué consigues de valor.

    Luego de la usual desaparición continué mi camino a casa pensando, estoy vivo gracias a un vil chantaje diario, ¿pero que opciones tenia? Me sentía tan o más explotado que por mi patrono. Recordé que la persona que me compro la vaca robada, me dio una moneda de plata y recibió tres por el rescate y una más por denunciarme.

    -¡Maldito traidor! –grité a solas

    Mi cólera apareció con el recuerdo de este y otros sucesos que dejaban un mal sabor de boca.

    Me resigné y pensé en preparar algo de comer al llegar a casa, aunque no había casi nada gracias a este Don Señor que me dejó sin mi salario y mañana no podría trabajar sin mi guadaña, tendría que trabajar de cargador, cosa que paga mucho menos y además sobraban cargadores en ese maizal.

    -¡Que vaina tan jodida esta, por Dios! –grité a todo pulmón.



-III-

    Era el tercer día que pasé en la casa ya que no pude laborar por exceso de personas cargando trigo, estuve todo el día pensando que le podía dar al Señor para que a su vez me diera otro indulto, pero se posesionaba de mi mente una intensa necesidad de retarlo y acabar esta agonía de una vez por todas.

    Ya era bien entrada la noche y al ver que el Señor no se presentaba decidí ir al fulano sendero a su encuentro, al llegar, estaba el sillón vació y un sobre forrado en terciopelo rojo reposaba en el asiento .Lo tome y saque una tarjeta blanca que tenia escrito estas líneas:

Querido Celso:

Por motivos de trabajo excesivo he tenido que viajar al medio oriente, creo que una guerra esta por empezar. Nos veremos pronto no te preocupes.

Saludos,
Mortis


    Han pasado seis meses desde que leí la nota, he estado sin trabajo y con una gran depresión.

    La comadre Kamila al verme así tan triste me llevo donde una pitonisa que sabia de tarot y esas cosas.

    Me sentó en la mesa y comenzó el ritual diciendo:

    -Pon tu mano derecha sobre la mesa querido y relájate.

    Hechó una carta boca arriba donde la figura de un ángel se destacaba en colores blanco y amarillo.

    -Alguien tiene el destino de tu vida en sus manos -dijo con voz misteriosa.

    ¿Quién es esa persona por favor? –pregunté

    Sacó una nueva carta de la peculiar baraja para darme la respuesta y exclamo aterrorizada:

    -¡Él la tiene! -señalando la carta con el dedo índice dueño de un gordo y feo anillo que brillaba como sus propios ojos.

    La palabra muerte se podía leer en la parte baja de carta, acompañada de la figura de un esqueleto con una hoz en una mano y la otra un libro antiguo.

    -¡Si, ya sabia yo que el la tiene, pero quiero que me la devuelva, justo ahora! -repliqué airado

    -¿Que te devuelva que?, ¿Tu vida? -pregunto ella desconcertada

    Golpeando la mesa fuertemente le respondí gritando:

    -¡No, quiero mi hoz carajo!



-Alain Chacon
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