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¿Qué es el rock underground?

Los antropólogos lo acaban de confirmar: la especie «rock venezolanus» se ha extinguido, dominada, sometida y sustituida por la especie «pop venezolanus». Puede que se equivoquen, y que existan todavía vestigios de esta anticuada especie deambulando por la noche caraqueña tipo Daybreakers. Pero si algo ha contribuido Venezuela al rock, es la domesticación, total y completa, del felino salvaje para convertirlo en gatito de salón.

Todo esto viene a colación de la ya gastada, cansada y torpe discusión que se lleva a cabo cada año en este sitio. Viene el Festival Nuevas Bandas, alguien gana, y aparecen una retahíla de seudo rockeros quejándose como niñitas en la elección de la Miss Carnaval, de que el concurso estaba arreglado, que esto y lo otro, que ellos son la verga de Triana pero que nadie los apoya, etc., etc., etc., zzzzz…

 

¿Me equivoco entonces cuando digo que el rock venezolano se ha convertido en una zona de confort, en un lugar apacible para engordar y hacerse «famoso» apareciendo en carátulas de revistas que nadie lee, y terminar, en el mejor de los casos, cantando el jingle navideño de algún canal de televisión?

 

La capacidad de arrodillarse de los rockeros venezolanos es francamente asquerosa. Sabes que eres una desgracia musical, un traidor al rock, cuando empiezas tocando post-punk con crestas y terminas grabando esta basura pop comercial.

 

Porque lo que más me embronca de todo, es el conformismo, la inacción, el querer jugar con las reglas establecidas. Como bien decía John Manuel Silva en el artículo antes citado, ¿a quién diablos le importa el Festival Nuevas Bandas, cuando la mayoría de los ganadores se han extinguido sin avanzar trabajos consecuentes? Es patético ver al grupito de niños bien, salidos del liceo de moda, posando arreglados como si fueran Jane’s Addiction y tratando de venderse ante disqueras y productores. He visto putas en Bangkok con más autoestima.

 

No digo que todas las bandas sean así, o que no haya gente tratando de salir del molde. Pero es sintomático que la valiente, aunque tímida, invasión de Fibonacci al Festival hace unos años haya sido recibida como un verdadero terremoto. Se ven las reacciones, y parece que los del grupo hubiesen puteado a la Reina de Inglaterra mientras navegaban el Támesis. ¿Se necesita tan poco para escandalizar y hacer vibrar los cimientos del castillo de naipes del rock nacional?

 

Hace poco conocí a Adam Lempel, músico underground que forma parte de la nueva escena de «rage rock» en la costa Este de los Estados Unidos. Él y Brendan Sullivan forman el dúo Weekends desde hace seis años. Ambos trabajan; ambos son mesoneros ya que –oh, sorpresa–, no puedes vivir de la música cuando haces «rage rock».

 

Sin embargo, los rockeros rage asumieron, desde el principio, que no iban a ser firmados, jamás. Que no iban a vender discos. Que lo mejor a lo que podían aspirar era lograr una carrera como Fugazi, en el mejor de los casos.

La diferencia es que en lugar de sentarse a escribir en blogs que el público es una mierda, que la industria es una mierda, que Justin Bieber es la peste bubónica musical o qué sé yo, los chicos de Weekends decidieron trabajar. Rápidamente, crearon una red de depósitos abandonados, talleres y garajes donde podían realizar sus toques (video a continuación).

 

raingirls from m. holden warren on Vimeo.

 

Hoy en día, los Weekends han tocado en varias ciudades de los Estados Unidos, en Inglaterra, Barcelona, Berlín. Siempre con la misma intensidad, que va por encima de la técnica y las escalas bien ejecutadas, han grabado discos en su garaje y consolidado un público entusiasta que se aparece en todas sus presentaciones.

 

Eso es, para mí, lo que representa ser rockero: un estado de absoluta sinceridad contigo mismo y con tu música, donde todo lo demás es secundario. Evidentemente (y no me cansaré de repetirlo), no todas las bandas venezolanas son una cuerda de viejas chismosas con ínfulas de Maroon 5 que quieren tocar en el Miss Venezuela. Pero no me negarán que la «movida» venezolana está muerta. Es inexistente. Aparte de algunos intentos efímeros y solitarios de avanzar algo, el rock nacional cayó en la apatía y el conformismo típico de la música pop radio-friendly.

 

Creo que el ejemplo de Weekends y de toda esta gente es digno de subrayar, y no sólo en lo musical. El mundo no va a cambiar porque te quejes. Si quieres hacer algo, hazlo tú, nadie te lo va a servir en bandeja de plata. Intentarlo y fracasar es mucho más digno que lograr algo gracias a los amiguismos y las conchupancias con el poder y las instituciones que, luego de denigrarte y humillarte bien, te soltarán un puñado de monedas para tu «evento» y no dejarán de recordártelo mientras vivas.

 

El rock siempre fue una reacción contra eso. En Venezuela, hoy por hoy, parece haberse convertido en un género musical a favor del clientelismo acomodaticio.


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