Sobre "Ophidia y otras personas" de Gustavo Díaz Solís

-Jesús Nieves Montero
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La fundadora de una empresa de cosméticos aseguraba que ella no vendía belleza sino esperanza. Observo la frase, juego con ella y pienso que los creadores tampoco estamos comprometidos con la belleza sino con la esperanza de alcanzarla. Y, más específicamente, los narradores estamos comprometidos con la ilusión de que la ternura, la tristeza, los crímenes, las pasiones de nuestras historias, en algún momento, dejen de correr en línea paralela a la de los escritores que nos gustan, nuestros modelos literarios y se igualen. A los comentaristas de fútbol les gusta catalogar a algunos jugadores, simplemente como "diferentes". A pesar de la simpleza, la denominación funciona porque se trata de individuos que hacen las cosas dentro de una cancha de manera tan distinta a los veintiún jugadores restantes que sobresalen y parece tener siempre un spotlight sobre ellos.

"Ophidia..." es un libro diferente para la literatura venezolana porque sus relatos respetan un equilibro sutil. En estos relatos no hay desbocamientos: si es el campo, es el campo en su justa medida, no un utópico sueño rural tan frecuente en nuestra literatura; las pasiones no son forzadas sino colisiones inevitables de la tensión de la historia; si los personajes principales son humanos, funciona, pero cuando son animales, en un tratamiento lejos de la fábula, hay una satisfacción de las potencialidades de la escritura.

En su prólogo para el libro, José Balza destaca las "variaciones secretas en el enlace de las palabras". El lenguaje es impecable. Sin embargo, prefiero concentrarme en la estructura de duelo de estos relatos.

La mayoría tiene como punto de clímax un momento en el cual dos fuerzas opuestas se enfrentan, cada una con sus recursos (a veces la indefensión es un arma), con ese gusto primitivo del boxeo estratégico, con la elegancia de los caballeros exigiendo una satisfacción.

¿Es igual el enfrentamiento entre dos hombres al que se produce entre un hombre y un animal? ¿Qué pasaría si el match es niño vs. animal? ¿Qué cambia cuando el animal es una serpiente, un pez o un cangrejo? ¿Cómo se mueve el conflicto cuando se narra la historia desde el punto de vista del animal? ¿Y, en definitiva, se puede ganar de manera concluyente alguno de estos enfrentamientos?

Esas podrían ser algunas de las preguntas que se hace Días Solís y tan brillantemente responde que la mente trabaja buscando nuevas configuraciones para estos enfrentamientos que el escritor, con un poder de descripción notable, va preparando con paisajes naturales y humanos, con razones que van desde la lógica hasta la paranoia, que a veces implican alguna venganza pero siempre muestran a dos contrincantes asimilando la fatalidad de la lucha.

Pero no es este comentario un ejercicio de reflejo del lector sobre el texto, no hago más que entresacar algunos rasgos. De cualquier manera, para compartir un poco del placer de este libro y complacer a los lectores de poca fe, el final natural de mi comentario es del último párrafo del relato final de "Ophidia...", "Crótalo":

    Oyó voces y pasos que se acercaban. Tendría que luchar y quizá moriría. Fervorosamente comenzó a prepararse para ambas cosas.




   
     



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