Tokyo Ska Paradise Orchestra
En vivo, Rising Sun Rock Festival

Reporte de Carlos Gabriel Morillo leído en el programa Radio Pirata.
Enviado a panfletonegro.com a manera de colaboración con la sección de música.


Que tal gente latina!!!!????. Sábado 17 de agosto, Sapporo, Japón, la tarde un poco nublada perfecta para ir a un concierto en verano al aire libre. Los Skapara tocarían a las 4:15 pm como estaba pautado en el calendario del Rising Sun Rock Festival en Ezo. Se estimaba que habían asistido alrededor de unas 20.000 personas. Estaban probando sonido, anuncian a los Skapara y estos entran tranquilos, saludando con su pinta del disco de Stomp'in. Llegan el MC, batería, percusión, bajo, guitarra y teclados, comienza a sonar Shot in the Dark, luego de varios compases entran los metales, excelente!!!, esta gente se pasea por la tarima, bailan, la ejecución impecable, superprecisos y nítidos. Con las pantallas de videos a los lados de la tarima se puede ver la multitud bailando al ritmo del buen ska. Muchos vinieron a ver la banda más famosa y tal vez más importante dentro de la movida ska nipona, palabras de algunos chamos del público que hablaban bastante bien inglés. Nunca había visto un público japonés tan excitado con una banda. La segunda canción (We know it´s) All or nothing, le sigue una canción que nunca había escuchado, a continuación Skull Collector, Call from Rio, después One Eyed Cobra, pero el clímax se alcanzó con Caravan un poco más rápida con algunas variaciones en los solos, luego tocan Utukushiku Moeru Mori aquí invitan a Okuda Minnama, el mismo vocalista que aparece en el CD, el público se sabía esta canción de principio a fin, para cerrar cantan Down beat Stomp, participan en las voces el saxo barítono, el percusionista y el actual MC, mucho ska ska ska!!!!!!. Realmente estos tipos son impresionantes. Tan sólo fueron 50 minutos, muy poco pero demasiado bueno, en este concierto se presentaban muchas otras bandas, por eso lo corto de la presentación. Cualquier cosa extra que quieran saber me la hacen llegar por este medio, nos vemos cg.

   
 


El ausente
(crónica a ratos titulada “Ausente en La Corneuve”)
Yann Tiersen, en vivo en París.

Mi idea de lo que es un multiinstrumentalista se remonta al año 1999, en el que vi por primera y única vez (espero), a Kid Rock. Tras un espectáculo mediocre, el saltimbanco iba de instrumento en instrumento practicando un sólo ante la mirada atónita de adolescentes impresionables y la vista gorda del músico de turno que habría de sentirse, mínimo, humillado. Batería, bajo, guitarra y hasta de DJ hizo Kid Rock antes de pararse frente al público y gritar, orgullosísimo, “Talento nacional”. Me recordó un poco a Guillman, pero al menos el carabobeño defendía el rock nacional y no a sí mismo como el profeta del metal. Además después dijo algo que no podría citar de memoría, pero que era como un quejarse de llevar 10 años sin ser descubierto por las disqueras. Talento nacional, pues.

Desde ese momento, oía multiinstrumentalista y me daba un tick nervioso en el ojo izquierdo y el pulgar derecho mientras me venía a la memoria la imagen de gente anonadada y diciendo que si va a los turntables es mi ídolo. Y mientras iba conociendo música, gente como Trent Reznor o PJ Harvey, que deciden hacer un disco y van grabando instrumento tras instrumento hasta que la cosa está lista, no me pudo borrar la grima. Quizás porque en vivo se limitan a la voz o a la guitarra o a otra cosa, pero sin mucha maroma.

Yann Tiersen acaba de reivindicar en mi cabeza el multiinstrumentalismo como algo más que una muestra de poder. Acaba de defender el hecho de tomar posesión de un aparato tras otro con sobriedad y respeto.

Tiersen no existía para el globalizadomercadocapitalistasalvajeuniversal antes de hacer la banda sonora de Le Fabuleux destin d'Amélie Poulain. Después de ello, es considerado casi un genio.

Nacido en Brest y residenciado en París, Tiersen pasó por varias academias musicales, estudió varios instrumentos, participó en grupos de rock y pop, compuso música para cortometrajes antes de publicar su primer disco, La Valse des Monstres, que vió luz en 1995. Al año siguiente le seguiría Rue des Cascades y en 1998 publicaría Le Phare que finalmente lo llevaría a componer la música para la película “La vida soñada de los ángeles”, de Erick Zonca. De allí, tras varias colaboraciones, la película de Jean Pierre Jeunet lo catapultaría al status de “dios”, marketing strategies de por medio, naturalmente, mientras casi simultáneamente aparece el disco “L´absent”. Más tarde aparecerían sus trabajos titulados “Tout est calme” y “C´etait Ici”, un doble disco en vivo grabado en París en febrero de este año con muchos de sus colaboradores habituales.

Hace unas semanas tuve la casual oportunidad de asistir a un concierto ofrecido por él en el marco de la Fête de l'Huma, la fiesta de la humanidad, un festival organizado anualmente en las afueras París, en el que, en ediciones anteriores, Manu Chao y la Mano Negra eran una fija. Quedé en encontrarme con el gordo Carlos Gabriel en la estación La Corneuve a las 7:30 pm, pero no llegó. Venía de Corea del Sur, donde había estado haciendo su tesis durante once meses, asi que muchas cosas podían haber fallado. Tras un rato dabatiéndome entre la certeza de que no vendría, la certeza de que me había equivocado al darle los datos y la nostalgia de once meses de cuentos coreanos (incluído un concierto de Tokyo Ska Paradaise Orchestra), a las 8:20 decidí caminar hasta el concierto.

Junto a mucha gente que, como yo, iba al trote, atravesé veloz los stands pro-cubanos y anti-lepenistas, los afiches anacrónicos del Ché (Established May ´68) y las pancartas que ruegan unión contra la extrema derecha, hasta que llegué a la tarima y al inmenso gramado de boinas, bufandas, botellas de vino barato, cigarros, barbas, cabellos y rostros bohemios que era el público, qué otra cosa esperar de una “casi” reunión de gochistas en el Caricuao francés. Primero en la pantalla gigante, cortesía de TF1, y luego suficientemente de cerca como para obviar el artefacto, Yann Tiersen ejecutaba un agitado solo en el violín, que luego identificaría como Qu´en reste-t-il.

Tras los aplausos se sienta con su acordeón frente un theremín y toca una melodía con los dos instrumentos, mientras la batería es golpeada sutilmente con las escobillas. Desde ese momento, músicos entran y salen de escena, van de un instrumento a otro, sube un cuarteto de cuerdas para tocar un vals, Tiersen atraviesa la orquesta para subir al vibráfono y acompaña al piano y al theremin con un tema que también reconozco por la película. Regresa al violín junto con la batería que se deja de sutilezas y nos deja atónitos con una interpretación que destruye varias hebras del arco con el que roza las cuerdas. Al público sólo le dedica un “Merci” entre cigarros y botellas de cerveza. Una jovencita tímida canta “La parade” estrujándo sus manos, su voz dulcísima, mientras Tiersen toca el piano (él mismo interpreta luego un par de temas en el piano y la voz). Aunque parezca extraño en un francófono, especialmente francés, gran parte de las letras de los temas son en inglés.

Tiersen retoma el acordeón, el baterista baja al micrófono y Les jours tristes, un tema instrumental que se encuentra en la banda sonora de Amelie, es interpretada en su versión vocal, extraída de L´absent. La letra es coreada por casi la totalidad de los asistentes. La música de Tiersen, sobre todo los valses y esas danzas casi gitanas, son una colección de crescendos intensos y de alguna manera la gente comparte la tensión desde el gramado. Con “Le jour d´avant” se puede sentir toda la energía contenida por gente que debería saltar, bailar y quebrar porcelana barata en el suelo. Sale de escena para regresar entre aplausos tres veces hasta que ya cerca de las once se encienden las luces y presenta a todos los músicos, más de veinte personas.

11 pm. La Corneuve. El gordo no estaba. Nadie había visto a alguien con su descripción. Un vigilante de la estación me dijo que hay dos estaciones La Corneuve en París: una de metro y una de RER. Segunda vez, pensé. Ya una vez había dicho el lunes a las cuatro en Notre Dame, seguro, y había fallado.

Al día siguiente, por casualidad, a las diez y media de la mañana, me encontré al gordo caminando por la Rue Rivoli.

 
     


 

Dato del Mes

Este es el número aniversario de la sección musical, que agradece las colaboraciones de Carlos Gabriel Morillo, Daniel Pratt, Beatriz Alicia García y O que la han mantenido de pie por doce números. El dato de este mes es, por tanto, especial.

Casi saliendo de la universidad grabé un cassette con música en el que sólo había voces femeninas y que no salió del walkman por varias semanas en las que me rescató de la parálisis cerebral que origina recorrer todos los días, ida y vuelta, en camionetica, la ruta Baruta-Chacaíto. Había temas de Fiona Apple, Portishead y hasta de Madonna (si, Madonna, ¿algún problema?). En esa cinta, una voz deliciosa acompaña a los Chemical brothers en un par de temas de sus discos Exit planet dust y Dig your own hole. Su nombre es Beth Orton y en su discografía de tres trabajos ha contado a su vez con la colaboración de monstruos como Terry Callier, Ben Harper, William Orbit y Ali Friend, bajista que ha trabajado con Red snapper. Los discos Trailer park, Central reservation, Daybreaker son una exquisita mezcla de pop-rock, folk y blues con melodías maduras y excepcionales. Entre los tres, se podría construir un disco de esos que habría que tener encima si se va a una isla desierta.