Bolívar soy yo

Dir.: Jorge Alí Triana. 2001.

Fuera de la acertada revisión satírica al mito de Bolívar, más allá de cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia, esta propuesta de Jorge Alí Triana no pasará a la historia, precisa y especialmente, por sus aportes cinematográficos, toda vez que el casting, el guión, y la dirección, remiten fundamentalmente al imaginario del archiconocido teleculebrón rupturista, made in Colombia for export. Por demás, cualquier semejanza con nuestro cine no es pura casualidad.

Resulta que pasó en la hermana República, lo mismo que acá: la depauperada industria del cine jamás sobrevivió a la irrupción de la industria de la tele, y en consecuencia, el talento humano y técnico de la primera, acabó deglutido por la segunda, o en su defecto, por la industria de la propaganda corporativa.

A largo plazo los grandes emporios mediáticos y las grandes firmas publicitarias se consolidaron como empresas rentables, mientras el cine tocó fondo como negocio, al ser arrastrado por la indetenible inflación de los costos de producción.

Hacer cine, desde entonces, se convirtió no la empresa de locos que mientan, sino en un trabajo burocrático y gerencial, donde se depende de la subvención del gobierno dadivoso, del apoyo humano y técnico de las cadenas catódicas, y de la estética demagógica de Betty la Fea y compañía, todo para lograr comunicarse con un público condicionado tanto por el populismo del corazón, como por el del vacilón.

La suma de estos factores ha derivado en una sucesión de producciones irregulares ,que parecen más un capítulo hinchado de una miniserie para Radio Caracol o Radio Caracas, que un largometraje orgánico para las pantallas de cine.

En términos noveleros, la gran diferencia entre Venezuela y Colombia radica en los temas, y en el tratamiento que reciben por parte de sus directores. En nuestro país, el romance sensiblero y el camelo femenino concentran la atención de los guionistas; el director traduce el libreto al idioma universal del plano contraplano; y el subgénero de los huevos de oro, combina, a partes iguales, dosis de humor y de amor.

El efecto de este paradigma creativo sobre el cine, se resume en varios folletines lagometrados sin solución de continuidad, de los cuales hemos hablado en varias oportunidades.

En Colombia, si bien la dramaturgia depende de la broma y los problemas del corazón, también pretende redefinirlos, con o sin fortuna, bajo el filtro del distanciamiento irónico, y el tamiz de la ruptura de los patrones clásicos. Es así como Betty La Fea quiebra por un lado la convención de la protagonista hermosa, pero por el otro, respeta el dogma del final feliz con boda incluida, y el del patito feo devenido en Cisne.

La consecuencia cinematográfica de este modelo audiovisual es Bolívar Soy Yo, film al que le sobran tantos minutos y diálogos, como le faltan ideas de montaje, composición, iluminación y fotografía, a pesar de lo cual, no podemos negar que le bastan agallas, riesgo, y un sentido del humor negro, que confronta, hiere, y desmonta.


-Sergio Monsalve
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Mini Espías II

Dir.: Robert Rodríguez. 2002.

Mini Espías II perfila esa cierta tendencia del cine infantil por proyectar las fantasías de la generación Disney, a través de parques temáticos virtuales, llenos de aventuras digitales, reptiles jurásicos, monstruos quiméricos, hologramas lisérgicos, nanotecnología, gadgets, comida rápida, y demás cachivaches del mercado de las sensaciones efímeras .

Robert Rodríguez dirige, monta, escribe y produce con más dinero que en El Mariachi, pero con las mismas ganas. Antonio Banderas protagoniza junto a la insoportable pareja de mini espías, Carla Guguino hace de mamasota, Buscemi hace de mad doctor, y Ricardo Montalban interpreta nuevamente el único papel de su vida, el de Ricardo Montalban. Si Tatu estuviera vivo,de seguro lo tendríamos como mini espía en esta Isla de los Sueños Perdidos.

Como en todo parque de atracciones que se precie, Spy Kids II ofrece sus emociones empaquetadas a la demanda de Mc Donalds, garantizando más fast food en celuloide a la familia global.

Como en Epcot Center y Magic Kingdom, el lenguaje para cautivar a grandes y chicos, fusiona la estética del video juego, la imaginería de Cartoon Network, el cómic adocenado, la caricatura surreal de Tex Avery,y el cine primitivo de aventuras.

El resultado final consuma otra utopía audiovisual de Miramax: la primera montaña rusa de tercera generación, tripulada por sus propios dueños: los hijos de la postguerra fría. Demás está decir que usted se monta bajo su propia cuenta y riesgo.

-Sergio Monsalve
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Cortometrajes de los Noventa

Varios Autores. Disponible en Video .

Esta selección de “los mejores cortos” Venezolanos de la década pasada, dirigidos por nuestros “nuevos valores”,entreteje un alegato monocorde, uniforme, y parejo en cuanto a forma y fondo, que pretende moralizar, divertir, y denunciar múltiples problemáticas contemporaneas, a fuerza de historias maniqueas, signadas por la superficialidad ética y estética de las cuñas de la fundación Chapard, o de esos “aleccionadores” micros institucionales del canal ocho, que exteriorizan el complejito pseudobohemio de querer difundir mensajes constructivos de una forma “artística”, entendiendo lo “artístico” como un ejercicio visual de alarde poético, marcado por la tradicional lírica del cliché metafórico, de planos henchidos de afectación publicitaria, como la caída en ralenti de un ramo de flores, o el goteo de un grifo.

Sujetos a la retórica y al trasfondo de la típica campaña de concientización a la Venezuelan Way, tres realizadores noveles dirigen su mirada “comprometida” al típico temita periodístico de la prensa sensacional, a la clásica denuncia de Alerta y Archivo Criminal. Del problema de la infancia maltratada, saltamos al del aborto, y de ahí al de los desaparecidos durante el 27 de febrero. Las semejanzas con la tele son tan claras que incluso en términos visuales, estos cortos lucen como esas reconstrucciones de los hechos, sin comentarios incluidos, que aparecen en cuanto docudrama figura por RCTV. El punto de vista, por supuesto, no pasa de la clásica ideología conservadora y patriarcal, de victimización lastimera con fines restauradores. Contra el caos, orden y progreso, más nada.

Otros dos cortos cuentan dos chistes malos, de una forma estereotipada, y redundante. El humor nunca sorprende, los gags son previsibles, los “punch lines” funcionan a medias. La comedia se subyuga a la palabra, pocas veces a la composición,el montaje, y los movimientos de cámara .

Apenas el corto sobre el Carrao de Palmarito logra superar el promedio, al deslastrarse de la pomposidad del spot de Toyota New Sensetion. Pero tampoco convence por incurrir en los vicios del reportaje folklorista: costumbrismo esterilizado, color local filtrado por el aura de la estampita religiosa, saturación de testimonios mitificantes, como los de Ace, y angelización visual del protagonista, como si fuera el próximo de nuestros venerables, o como si fuera un producto de exportación musical.



-Sergio Monsalve
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Not Another Teen Movie

Dir: Joel Gallen. 2001.

Esta feroz caricatura iconoclasta del cine teeaneger demuele a placer todas las estructuras del subgénero hasta dejarlas en ruinas. Arrasa, como un sacudón cinéfilo de alta intensidad, con sus pilares conceptuales, su gazmoñería sentimental, su humorismo, su filosofía puritana, sus arquetipos, su carnalidad caprichosa, sus diálogos sonrojantes, su arbitraria dramaturgia... incluso desmitifica, con pelos y señales, el sentido gratuito de sus gags escatológicos, en la escena más envenenada.

¿La hija bastarda del género? Seguramente, pero además, la primera que se atreve a renegar de sus raíces, para sembrar el desconcierto, la anarquía y el terror al adaptar la estructura por viñetas de la revista Mad.

Al enmarcarse en la forma y el fondo del tebeo contracultural, cada personaje interpreta un estereotipo juvenil, desde el colmo de la autoconciencia, desnudando, en todo momento, las venas abiertas del género.

Tienen razón Erwan Higuien al compararla con Scary Movie,sobre todo, por retomar la estrategia deconstructiva de remedar, hasta el paroxismo, las secuencias clave del cine adolescente.

En suma, es explícita como una porno, y subversiva como una película gore. Deja satisfecho al amante y al difamante de American Pie.Convence al culturoso y al desinformado, al recién llegado y al estudioso.Por dinamitar una institución cinematográfica, muchos la comparan con Scream. Ojalá que de los escombros no surja la secuela.

-Sergio Monsalve
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Cinco Estrellas

Amigos panfletarios, para que gocen la navidad viendo cosas interesantes, que nunca llegarán a la cartelera, les recomiendo cinco títulos en DVD.

The Tape. Linklater. El director de Slacker en una inquietante película de cámara, medio cassavetiana, medio dogma, pero siempre personal. Casting de lujo para una pieza modesta,y a la vez, sobrecogedora.

Waking Life. Linklater. Otra película brillante y renovadora de Linklater, más filosófica que de costumbre, y enmarcada dentro de lo mejor del cine de animación digital.

Mullholand Drive. Lynch. Un cow-boy alvino que mete miedo.Dos padrinos italianos en plan de productores de cine. ¿ Un homenaje, por partida doble, a Dino de Laurentis? Prosigamos. Diálogos absurdos a lo Ionesco, frases inquietantes por sucintas. “La chica está perdida”, susurran unos labios brillantes en close up. Los Angeles de telón de fondo, para una película nada Oscarizable. Dramaturgia de cabeza borradora, música de Twean Peaks, atmósferas de Fuego Camina Conmigo, sonidos de Terciopelo Azul,onirismo de Hombre Elefante, esquizofrenia de Carretera Perdida. El mismo equipo de siempre, con Lynch y Badalamenti a la cabeza. ¿El resultado?Según Fotogramas de España,·“ una aproximación en clave alucinatoria a una fabrica de sueños que, en realidad, envasa pesadillas al vacío·”. ¿ Una venganza contra la industria? Posiblemente, aunque su discurso apunta a muchas aristas que no convergen necesariamente en el alegato político de un film como The Player o Sunset Boulevard. Sencillamente imprescindible.

Hollywood Ending. Allen. Una declaración de principios contra el meanstream,dedicada a la memoria de los maestros de la comedia americana. Del 100% del metraje, 25 % pertenece a Keaton, 25 % a Chaplin, 25 % a los Hermanos Marx, y 25 % a Woody.

Ghost World. Terry Zarglof. El autor del documental Crumb, sobre el desesperado caricaturista del mismo nombre, dirige su primera ficción como si fuera un cómic antipop .Sarcasmo descorazonado, alguna veces trágico,para cuestionar al mundo feliz. Thora Birtch, la acomplejada chica de American Beuty, y Steve Buscemi, el talismán de los Coen,dan vida a dos personajes históricos: una Lisa Simpson adoctrinada por Bart, y el melómano más neurótico del que se tenga memoria en el cine. De repente me equivoco, como siempre, pero a mi humilde modo de ver, Ghost World es como una novela de Felix de Azúa,adaptada al celuloide por John Waters. Si llega a alquilarla, hágame saber si estoy meando fuera del perol,o si la pegue.

Títulos disponibles en Yamin de Altamira, y Blockbuster de Los Palos Grandes.




-Sergio Monsalve
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Deuda de Sangre

Dir: Clint Eastwood. 2002.

Un Eastwood menor, al lado de Los Imperdonables, pero superior al cociente contemporáneo del disminuido policial, devaluado últimamente a punta de golpes bajos, matones a sueldo, gangs of New York, Miami and L.A, twist y recontratwist a cual más insólito, en función del clásico guión estructurado a partir del leitmotiv de la Mujer de Judas: descubrir la identidad del serial killer, en un juego necio, casi de mesa a lo Clue, donde se van descartando, uno a uno, a los sospechosos habituales para terminar incriminando al Kayser Soze de la partida, al pendejo que aparenta no romper un plato pero quiebra toda la vajilla.

Aunque Deuda de Sangre, en no pocas ocasiones, se precipita por este filtro tan demandado por las grandes audiencias, al seguir el ejemplo de Usual Suspects y al brindar un forzado romance interracial, debemos reconocerle su sobrio planteamiento formal, en las antípodas del cuanto cortas por escena cuanto vales, y más allá de un mal digerido batiburrillo de flashes y recontraflashes, encuadres oblicuos y cortinillas impactantes, concebidas en ordenador por un editor acostumbrado a confundir el ritmo con la percusión visual de un video de Eminem.

Eastwood, al contrario, compone y monta sin la presión de sacudir por sacudir, sin la urgencia por estremecer para trascender, y casi siempre intentando pasar desapercibido entre la cadencia de los planos secuencia en steady cam.

Con la confianza y la seguridad del que ya demostró al mundo lo que tenía que demostrar, retoma el personaje que le dio fama y que por un tiempo le garantizo el mote de reaccionario, el del detective Harry Calahan, mejor conocido por su: “¡Anda, hazme el día feliz!”, susurrado entre muelas comprimidas, ojos bien abiertos, y cara de verdugo.

Naturalmente el personaje, entrado en años, e incorporado por un Eastwood en horas bajas, no es la sombra de lo que fue, sin embargo, el paso del tiempo le aporta la madurez, el desencanto, la mordacidad y la serenidad de un Humphrey Bogart en tiempo de descuento, a las ordenes de Jonh Huston.

La composición de un protagonista crepuscular, de un veterano en plan de retiro, de un alterego en cuerpo y alma, le permite a Eastwood, por un lado, reivindicar a la tercera edad, tan descuidada por el cine, y por el otro, despedirse del género, que ayudó a rejuvenecer en los setenta.





-Sergio Monsalve
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