Conversación en Bocatta

Un montón de personas comían Bocattas, ¿Comida rápida? La multinacional se llama Bocatta. Se dice: voy a comer un bocata. Siempre está llena de personas. Igual que en las hamburgueserías. Y las pizzerias. Van muchos jóvenes y turistas. Hay una cierta contradicción, vienen los turistas a ver cosas antiguas de la ciudad y van a comer en un local de comida rápida.

Patricia comía un bocata junto a su inseparable amigo Carlos, en una de las mesas de plásticos disponibles, el local estaba a rebosar de gentes, todos comiendo y charlando amigablemente, vestían todos bien, daban aspectos de modernos.

- ¿Qué me cuentas hoy, Patri? –dijo Carlos, mientras masticaba el bocado del bocata, y alargaba el brazo para coger un vaso de plástico que contenía cocacola.

- Me gustaría contarte un sueño, el sueño me acompaña, es como algo pegajoso, tiene un contenido sexual, el sueño es como un disco rayado, no cesa de repetirme el recuerdo del sueño, me desperté casi angustiada. –dijo pensativamente Patricia.

- ¿Un sueño? Pensé que me ibas a hablar sobre tu experiencia veraniega breve en la playa con la pandilla de amigos.

- La experiencia veraniega no me gustó mucho, había muchas incomodidades, no me gustaba la playa.

- ¿Qué fue tu sueño?

- Bueno, te cuento. Era pequeña, salía de mi casa de mi pueblo, cuando vivía en el pueblo, y paseaba por calles y de repente cambia todo el panorama, me perdía por calles, el pueblo no conocía bastante, en ese pueblo viví con mi familia pocos años, pues me perdí literalmente por las calles y llegué a parar en una zona antigua del pueblo, el pueblo es grande, y tiene historia, pues esa zona antigua era de los moros, y actualmente es como “reconquistado” por los moros: generalmente por los inmigrantes en su mayoría norteafricanos. Tiene teterías, puestos ambulantes, venden cachivaches, esas cosas... Me sentía diferente al resto, todos me miraban con sospecha, como una persona extranjera, sentí miedo, además había gentes muy pobres, escondidas de la sociedad, y con estigmas, que me miraban, todos me miraban, se escuchaban, sospechaban, murmuraban, y sentí miedo, a la vez me sentí muy perdida y extraña, y como con bastante problema de identidad. Algo así como no encontrar un espejo para reencontrarme, no encontraba espejo para reflejarme. Me angustiaba tremendamente, quería huir, era insoportable. Salí huyendo, corriendo, buscando calles conocidas hasta por fin encontrar una plaza que me resultaba familiar y siguiendo el hilo llegué al ovillo, a mi casa.

- Vaya, qué sueño más raro tienes, Patri. Siempre me ha encantado escucharte hablar, sea sueños o tu malograda experiencia veraniega, tú siempre eres tú. Tienes algo en tu voz que me maravilla, además somos amigos desde hace tiempo, pero no te perdono el estar en este higiénico local llamado Bocatta. Por cierto, no está tan mal el bocata, tan crujiente, ja, ja.

- Bueno, hemos quedado aquí por un motivo en especial, aunque sé que no nos gustan para nada comer aquí...

- ¿Qué motivo especial?

- Las camareras.

Carlos gira la cabeza, mira a las camareras, a las cajeras, a las empleadas del Bocattas. También a los camareros. Las camareras todas vestidas iguales.

- No veo nada fuera de lo común. –dijo Carlos.

- En concreto una. Es diferente al resto de las camareras.

Carlos vuelve a girar el cuello, y escudriñar todo, mirando minuciosamente todo, como un científico observador que hace un trabajo urgente sociológico, como un... y ya está

- ¡Ah, una es negra! Una es negra, una camarera negra. Qué bien, siempre lo mismo, lo homogéneo, hay una camarera negra. ¡No había caído en la cuenta!

- Ajá, ahora caes en la cuenta. Fíjese en su boca. Una boca muy sensual, muy pornográfica, esa boca succiona pollas como nunca.

- Pero bueno, Patri, estás ahora otra vez con tus guarrerías. Sí, gruesos labios, pero como la tuya no hay ninguna, Patri.

- Bueno, no te estoy hablando de pornografía, quiero relacionarlo con mi sueño, ¿eh? ¿Me comprendes?

- Vale, pero es cierto, tiene una boca muy succionadora. Podemos titular un guión pornográfico: “la boca succionadora de pollas”. ¿Qué te parece?

- Fatal. No estoy de guasa.

- Bueno, esto es divertido, ¿qué tiene que ver la camarera negra con tu sueño?

- Esa camarera era durante casi un año amante de mi padre.

Carlos casi se queda atragantado, coge el vaso de cocacola para beber y aligerar el paso del alimento por el cuello hasta el estómago.

- ¡No me digas! ¡No me lo puedo creer! ¿No será una de tus fantasías de esas?

- No, insisto, esa camarera era amante de mi padre. Y durante un año mis padres se llevaban mal, mi madre caía en la cuenta de que mi padre le era infiel, que estaba con otra mujer. Yo no lo supe. Eso fue hace diez años. Esa camarera tendrá unos treinta años, es africana, creo que de Nigeria, que estuvo un tiempo en París y luego vino a Andalucía. Cuando eso yo tenía nueve o diez años y ella veinte años. Pero con veinte años aparentaba una mujer muy hecha, bastante hecha, un cuerpo de mujer, vamos.

Yo no supe que mi padre tenía relación sentimental y sexual con esa mujer. Un día descubrí un cuaderno de notas con fotografías que se hicieron juntos, y mi padre escribía minuciosamente sus relaciones sentimentales y sexuales con esa mujer, acompañaba fotos, y aparecían datos sobre ella, por ejemplo, que recientemente entró a trabajar en Bocatta. Te leo una copia que he hecho de ese cuaderno de anotaciones de mi padre –saca la copia del bolso, con sumo cuidado, como si se tratara de algo de mucho valor y a la vez con cierto nerviosismo-: “Ahora la veo, después de muchos años, a ella, trabajando en Bocatta de la calle R. Tengo buenos recuerdos de ella. Cada vez que paso por esa calle miro el escaparate y veo a ella moverse con naturalidad, me fijo en sus dientes cuando sonríe, su mirada directa, me recordaba nuestra experiencia sexual frecuente, era inagotable, la iniciativa siempre fue de ella, primero empezaba lo que me gustaba mucho, chupándome la polla, era insustituible, y luego todo lo demás, lo que se dice una relación sexual bastante completa. Mi mujer veía algo extraño en mí. A veces me negaba el amor. Hasta que un día confesé mi infidelidad. Mi mujer me perdonó. Al final abandoné a esa mujer por cansancio...”.

- ¡Por cansancio! Eso sí que es bueno. Una pregunta: ¿Te afectó mucho?

- No, me daba igual, lo que si me afectó es que no me lo contara.

- Bueno, Patri, hoy día quién no es infiel. Eso es bastante frecuente.

- Pues bien, el sueño termina así: llegué a casa, a una hora inhabitual, después de pasar angustias en las calles, de perderme en las calles, y cuando entro en casa se remite por momentos mis angustias, y me tranquilizo, me encuentro en un sitio familiar, es como buscar mi seguridad de siempre, y voy deambulando por la cocina, por el salón, por los pasillos hasta llegar a la habitación de mis padres: en ese momento estaba mi padre con esa mujer negra, tumbados en el suelo en vez de la cama, sobre una manta, y en ese momento le estaba haciendo una felación, y vi sus gruesos labios. Era una máquina de follar. Mi padre estaba casi eyaculando. Y luego me descubrió. Y sintió vergüenza, por que estaba desnudo, no solamente físico, sino desnudo por que mostraba un secreto que no estaba a mis ojos...

- Ajá, qué sueños tienes. Patri, ¿Hemos terminado de comer el bocata? ¿Nos vamos?

Fueron a pagar en caja: en ese momento estaba la camarera negra. Carlos casi se enamora perdidamente, sexualmente de la camarera negra. Tentativa de diálogo, tentativa que aborta Patri: “¡venga, Carlos, vámonos, tenemos cosas que hacer!” Pagaron la cuenta, y se largaron.

-Miguel Ángel Sanchez
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