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Sobre “Crítica y ficción” de Ricardo Piglia

-Jesús Nieves Montero
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    Vamos a hablar de "Crítica y ficción" del autor argentino Ricardo Piglia. En el primer texto, “La lectura de la ficción” se afirma que "Alguien escribe su biografía cuando cree escribir sus lecturas", ¿qué opina usted como comentarista de libros de Panfleto negro?

    Sólo con esa frase, Ricardo Piglia me obligó a incluir ese libro en la columna. Creo que se puede hablar largo sobre las relaciones, de las cuales nunca duda, entre la literatura (escritura y lectura) y la vida, pero nunca lo había pensado de esa manera, sin embargo, desde que lo leí he sentido que es buen momento para hacer recapitulación de los más de doce libros revisados durante mi colaboración con Panfleto para ver qué tan de cierto, en mi experiencia personal, hay. De principio puedo observar, con un uso arbitrario de mi memoria, que al menos hay una relación directa entre la escogencia de cada libro y lo que en ese momento, como escritor, me preocupaba.


    "Crítica y ficción" es una recopilación de conversaciones, entrevistas, encuestas, es decir, el texto no parte de una reflexión propuesta por el autor sino de un interlocutor, ¿cuál es su opinión con respecto al método?

    Realmente es un punto alto del libro porque, vendría el problema, ¿cómo lo definiríamos? Por el contenido, la forma de desarrollo de las ideas del autor, tendría que estar o dentro o muy cerca del género ensayístico, sin embargo, esa especie de trasgresión en la cual no es el autor quien desde una especie de vacío escoge y demarca los límites del material a trabajar sino que un "otro" lo hace de manera natural, porque es su trabajo, provee una herramienta de construcción interesante. Por supuesto, está el autor como la mente maestra que ha organizado cuáles entrevistas incluiría, de hecho, el mismo Piglia aclara que ha alterado algunas versiones originales, hasta poder decir que se trata de conversaciones ficticias. Estrictamente hablando de un valor técnico del modelo de la entrevista, el autor tiene un comentario que encuentro interesante: "es una conversación, pero también al mismo tiempo hay siempre algo que se trata de hacer decir". Eso lo resume muy bien.


    Por el carácter que hemos mencionado, es un libro personal...

    Claro, es un libro que habla de la formación del autor como historiador, de sus gustos literarios, de reflexiones de trances en su vida como creador y crítico.. sin embargo, como quien practica lo que predica, es fiel a eso de ubicarse en un lugar del cual parece estar conciente para poder ofrecer sus ideas.


    ¿No sería una duda válida pensar que este sistema de las entrevistas podría hacer al autor caer en apreciaciones muy personales? Después de todo se trata de un escritor reconocido, estudiado...

    No, esa es otra de las trampas que esquiva. Si le preguntan sobre su obra no comienzan con una larga explicación de tipo biográfica sino que se ajusta a la información que le es pedida. Es posible que en algunos momentos uno sienta curiosidad, pero, de caer en estos detalles se perdería la amplitud, lo mínimo general necesario para que no sea un libro cerrado para lectores no familiarizados con la vida y obra de Piglia.


    Hay en el libro una cercanía evidente con las tradiciones de la literatura argentina, ¿restringe esta característica el ámbito de lectura del libro?

    De ninguna manera. Es cierto lo que comentas, es recurrente la referencia al medio literario y el contexto histórico argentinos, pero se me ocurre que esto se atenúa con los autores que se mencionan: Sarmiento, Arlt y Borges. No creo que nadie sienta ni dentro ni fuera de la la Argentina que Borges pierde relevancia fuera de su lugar de nacimiento. Además, la lectura de Sarmiento y Borges como exponentes de una literatura con fuerte influencia del siglo XIX y de Arlt como una voz que llega a las entrañas de la problemática política ofrecen un punto de vista que con una analogía simple nos toca a todos, al menos en el ámbito latinoamericano.

    Claro, hay otra alusiones un tanto más cultas, tal vez las de Macedonio Fernández y los teóricos formalistas rusos, por ejemplo, que podrían o no servirnos de manera directa, pero no se puede decir que ese plante una barrera que impida la lectura.


    La referencias bibliográficas se multiplican...

    Es un escritor y crítico quien habla, una persona que se mueve entre libros. Ese es otro valor de “Crítica y ficción”, no hay nada mejor que un libro que tenga lecturas más allá de sí mismo, que lleve, prácticamente arrastre, a otros libros o a otras lecturas de libros queridos, por ejemplo, la visión de Piglia sobre el género negro, en el cual se plantea que el único enigma, es el de las relaciones capitalistas: “el dinero que legisla la moral y sostiene la ley es la única ‘razón’ de estos relatos en donde todo se paga”. Acercarse a un texto para confirmar las nociones que uno siempre ha tenido es mal negocio, hay un gusto morboso en que la lectura le haga dudar a uno, le haga tambalear las convicciones para estar en la obligación de defender ese dogma o cambiarlo.


    Por otra parte, las referencias cinematográficas, tan frecuentes, pueden tener un efecto contrario, es decir, serían más populares

    Dependería del lector. Habrá personas que les interesa la idea de Faulkner o Fitzgerald escribiendo en Hollywood, eso está en el libro, la experiencia del mismo Piglia dentro de la industria cinematográfica Argentina, pero ir a buscar el libro como anecdotario puede decepcionarse... quien quiere dar una mirada al backstage de la ficción sacará mayor provecho de él.


    ¿Es un libro de técnica de escritura?

    No exactamente. Pero “Crítica y ficción” se disfruta mucho si uno, como lector o escritor, está interesado en qué es la ficción, cómo se cuenta una historia, cuáles son las implicaciones de la ficción en la sociedad, cómo los géneros son reflejo de las fuerzas sociales. Claro, pongo de primero en la fila a personas relacionadas directamente con la literatura, pero este es un conocimiento que está vivo, es útil.


    Sobre todo en la idea de las ficciones del Estado

    Ese es un buen ejemplo. Cuando Piglia dice que el Estado no puede gobernar con sólo coerción sino que necesita crear ficciones, ser una máquina de hacer creer, se prenden los bombillos, se grita eureka: uno detiene la lectura y mira al país y comprende por qué las manías de un presidente de hablar a toda hora todos los días por los medios de comunicación. ¡Claro! Está desesperado por vender una ficción que él se cree perfectamente pero que tiene problemas en convencer a los demás. Lo mismo de puede decir de cualquier otro actor de relevancia, de hecho, esa es la idea del Piglia: la sociedad está conformada por un conjunto de relatos que se entrecruzan.




   

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