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Contramestre, mar y viento

A mi padre: Dn.Wietze (Guillermo) Klaas (Claudio) de Boer


El mar alguna vez se le prendió del costado, haciéndolo vicioso de horizonte, tiempo después de haber aprendido, en el campo, a disponer del paisaje. Tal vez por eso tenía los ojos tan profundos, de sal, de tiempo y de distancia, éste hombre del que estoy hablando.

El mar es un conquistador de espíritus. Estemos cerca o lejos, siempre nos alcanza. ¿Cómo entonces a él no lo iba a encadenar con sus anclas de ausencia?

Casi toda su vida le dio el contramaestre, en el vientre salobre y desnudo del muelle, donde olían los barcos a petróleo y se esparcían, entre las nubes, los cuentos y las carcajadas.

¿Cómo dudar entonces, que le dolió el descanso, que odió que lo jubilen, que le quitaran lo suyo, esa dulce poesía que le encontró al trabajo?

Pero disimulaba. Hablaba de libros, sueños, hacía proyectos, se la pasaba contando. Pero ¿Quién no lo sabía? ¿A quién le cabían dudas que mucho del gigante estaba templado en algas, en mangueras y viento, ese mismo viento que, de joven, solía acompañarlo cuando recorría leguas al galope para ver a su amada?

Hay una forma antigua de ser grande, hay algo que llevan estos tipos que crecen por dentro, un modo de juntar los pedazos de su vida y las arman en esa mezcla rara que llamamos alma. Y eso asoma. En la locura de treparse a las torres, de pararse en las proas de las lanchas burlándose de las tormentas, danzando, de no frenarse nunca ni con la edad ni con nada, menos aún si de ayudar se trata. Le salía por los poros al grandote tozudo e ingenuo. Convencido que la vida era para vivirla y que Dios estaba de su lado pasara lo que pasase.

Por eso, hasta la muerte, cuando vino a tumbarlo, tuvo que pedirle permiso, invitándolo respetuosamente a subirse a su coche de gusanos y olvido .Y solo porque él aceptó, ya cansado, pudo llevarlo. Ya había fracasado otras veces, sabiendo con quien se enfrentaba, mientras él se
divertía, jactándose con sus anécdotas, riéndose, aún de las penas.

Por eso es preferible no decir nada. Es mucho tamaño, mucho esfuerzo para poder apreciarlo con palabras.

Por eso mejor callarse y recordar al hombrón en silencio. Así no queda el vacío, sino el amor que él nos dejó por siempre. Eterno.

-Miguel Angel de Boer
<[email protected]>
Comodoro Rivadavia, 17/06/99

   




Tengo miedo al caminar de noche por la playa, no quiero encontrarme con lo que no debo: toda tú besuqueándote con uno de esos tipos que te sacan a bailar en el bar.
He vuelto a un estado primordial en el que te celo destructivamente. Soy otra vez un niño, o más bien, una carajita que se ofende por todo, que ve el rechazo y la traición en cualquier gesto, montículo de arena, callejón oculto de este pueblo maliluminado. Por eso, camino cabeza gacha, puños separados, sin mirar las esquinas, sin mirar tu ausencia de traición, tu irrefrenable deseo de ser.

-Alejandro Graziani
<[email protected]>

   




  ¿Por qué a uno le da por cantar Yordano en la playa?
Quizás porque aquí soy ese adolescente que canturrea en el sexto grado "Yo me quedo a velar tu descanso / princesa de mi corazón" y también soy un joven y un adulto y un niño que añora y adora mujeres en playas y muelles, y canta solo mientras el agua alcanza sus pies al caminar.

-Daniel Pratt
<[email protected]>





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