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Que en paz descanses, Venezuela

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Los alemanes tienen una palabra, «schadenfreude«, para hablar de la alegría que causan las penas ajenas. Así, las razones para la emigración venezolana son diversas y múltiples, y podemos suponer que muchos de los balseros del aire en que nos hemos convertido se regodean al ver al país transmutado en una gran pústula que sangra corrupción en medio de un río baboso de petróleo. Es comprensible -aunque no es para nada mí caso-, que aquellos que vieron el proyecto de toda una vida destrozado en casi tres lustros, aquellos que enterraron familiares o amigos, las personas víctimas del apartheid político que no pudieron ejercer su profesión y tantos más, sientan algo de «schadenfreude» al ver a los compatriotas intramuros sufrir. Muy infantil y nada constructivo, es el «te lo dije» que no sirve para nada pero que alivia al emigrante.

 

Sin embargo, existe otro tipo de emigrante: aquel quien, a pesar de haberse ido, seguía guardando una especie de fascinación por la zimbabuización (y me salió verso) de Hugoslavia.

 

Son los que tienen razones objetivas para marcharse, los que disfrutan a plenitud las ventajas de su nueva situación (si es que les ha ido bien): poder vivir de su oficio, ahorrar (¡ahorrar!), viajar de vez en cuando y ofrecerle algo de esparcimiento a su familia. Gente que entiende que entre los juegos del hambre en que se ha convertido Caracas y la promesa de una educación gratuita de nivel y un sistema de salud pública envidiable en su país adoptivo, no hay competencia.

 

Sucede que este emigrante guarda muchas veces una esperanza completamente irracional, casi freudiana, en algún resquicio de su mente. Es la fantasía, la vuelta inesperada del guión épico, ese Deus ex machina histórico que nos salvará y que nos hará vivir todos felices, para siempre, amén: ¿qué tal si…?

 

¿Qué tal si gana Capriles? ¿Qué tal si vuelven todos los cerebros fugados, y desarrollamos al país? ¿Qué tal si todos los venezolanos nos agarramos de las manos como hermanos, hacemos una gran rueda por la paz, y cantamos Cumbayá alrededor de una fogata? ¿Qué tal si Nicolás arregla la economía? ¿Será que podremos regresar? ¿Volveremos algún día a ir a la playa todos los fines de semana? ¿Veré otro Caracas-Magallanes en el estadio? ¿Qué tal si…?

 

Esta histeria emigrante, el peso de la idea irracional contra la realidad real de una vida cómoda en el primer mundo, es una de las cadenas mentales más difíciles de sobrellevar para este tipo de expatriado.

 

Es la versión vernácula de En busca del tiempo perdido, la esperanza de que todo haya sido un sueño nefasto, un simple desvío temporal (*cof*, de catorce años y contando), un delirio de niño adolescente que se fue de la casa a emborracharse y drogarse todo un fin de semana pero que regresará el lunes a la normalidad.

 

Pues este año, el 2013, ha marcado una ruptura brutal con esta idea. Para el venezolano en el exterior, la normalización de la barbarie, la violencia como modus operandi, la ley del más fuerte, el aplastar y humillar al contrario, todo esto que ha exacerbado el gobierno de Maduro no puede dejar duda alguna: la esperanza, por más irracional que fuese, ha muerto.

 

Porque no hay idea alocada, fantasía o argumento de Delia Fiallo capaz de enderezar este Cuasimodo de país. A menos que esto sea un mal sueño, todos sabemos qué va a pasar con Venezuela. Es tan predecible que se hace hasta aburrido.

 

La «ventaja» (si le queremos llamar así) está en comprender que hemos llegado a ese punto de no retorno, a ese alea iacta est fatídico, un Titanic rodeado de iceberg por todos lados.

 

Ese es el alivio más grande de todos: saber que puedes enterrar esa esperanza irracional.

 

Hace unos años, un amigo me preguntaba cómo se percibía «la cosa venezolana» desde el exterior.

-Me siento como un japonés viendo Hiroshima por televisión –respondí.

 

Para mí, es en este 2013 cuando terminó de explotar la bomba, cuando vi el hongo cancerígeno brotar de la boca del occiso supremo y arroparlo todo.

 

Venezuela (exRepública de)

1830-2013

Q.E.P.D.

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