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SUPERHÉROES VENEZOLANOS: HISTORIA DE UN FRACASO

 

La noción de superhéroe es inherente a la cultura pop contemporánea. Su prototipo se condensa en Superman, aparecido en 1938 en una revista de historietas o comic book. A partir de entonces han surgido muchas otras figuras, y en todas ellas se expresa la misma estructura, a saber, un personaje con superpoderes, cuyas aventuras se centran en proteger al público.

Ya esto es suficiente para notar que el sólo intento por desarrollar un “superhéroe venezolano” nos confronta con la imposibilidad de salirnos de los parámetros de la cultura de masas globalizada a la que estamos inevitablemente entrelazados. Curiosamente, Venezuela firmó este pacto tácito de interrelación en el mismo período en el que la cultura del comic comenzaba a desarrollarse. Esto es, con la aparición del petróleo se trastocó el proyecto económico que traíamos como nación; apostamos a vivir de la renta petrolera, y nos volvimos dependientes del mundo externo (llámese Estados Unidos, China o la potencia que “voluntariamente” elijamos).

Mientras esta condición de base persista, mientras vivamos como nuevos ricos que compran todo en el extranjero, los desarrollos del superhéroe venezolano dejarán ver estas costuras, mostrándonos exactamente como somos: incapaces de autodeterminarnos.

Un G.I Joe venezolano que no vio luz

La historia del muñeco Francisco de Miranda, no tiene ninguna diferencia con la creación de otros juguetes “imperialistas”, como los G.I Joe o el Ken. El pintor Angel Parra y su hija Joyce armaron el proyecto de convertir héroes de independencia en juguetes bélicos y, al igual que Mattel, pusieron la producción en manos de una empresa china. El prototipo es de articulaciones movibles y viene con espada y pistolas. Fue prometido para finales de 2009 y, hasta donde se, nunca salió al mercado.

Un ñángara de Marvel se vino a Venezuela

Otro intento de superhéroe criollo lo encontramos en “el patriota” de Omar Cruz. El personaje fue creado en 1991, antes de la implantación del delirio chavista. Sin embargo, vino bien a los intereses de la “revolución”, con lo que comenzó a salir encartado en El Correo del Presidente en el 2000.

Por un lado, hay que reconocer que la calidad gráfica es muy buena y, por el otro, hay que admitir que carece de cualquier originalidad autóctona. Su estética parece salida de Marvel, al punto que Reuters, al reseñar al personaje indica que ‘parece una fusión del Hombre Araña, Capitán América y los luchadores mexicanos El Santo y Superbarrio’.

Quizás estamos siendo un poco injustos. Sí tiene un elemento que podría ser original. El patriota usa un bate. Desafortunadamente, fuera del contexto del béisbol, el bate nos remite a quien se toma la ley en sus manos; al hijo de vecino que escucha un ruido en su casa mientras duerme, a los cabezas rapadas cuando salen en plan de limpieza étnica y, sobretodo, a los homofóbicos cuando van detrás de un gay.

En resumen, es esta combinación entre una técnica gráfica impecable y un concepto pobremente desarrollado lo que hace del patriota un intento no logrado de superhéroe criollo. Muy patriota pero carece de identidad propia. La declaración del creador es que su inspiración está en ‘todo aquel que se levanta de madrugada para ir a trabajar pensando en sacar al país adelante’, pero el análisis gráfico nos muestra que ese que se levanta es un wannabe desprotegido, alguien que quisiera ser gringo pero que tiene que tomar la ley en sus manos, pues vive en un país regido por la ley del más fuerte.

¿Es posible crear un superhéroe venezolano?

Revolución significa cambiar estructuras, no reemplazar un contenido (foráneo) por otro (local). A fin de cuentas ese es nuestro drama, el de cómo los blancos criollos se apropiaron del derecho de la corona española de oprimir a la Capitanía General de Venezuela. Así pues, no va a surgir nada nuevo si comercializas un héroe criollo con el modelo globalizado para la creación de juguetes (un soldado de plástico, explotación de mano de obra barata en china…) o si repites la estética y el lenguaje gráfico de los superhéroes gringos, aunque le cambies el superpoder por un bate (que tampoco es criollo).

Este es, quizás, el punto crucial que todos los que quieran crear algo “autóctono” tienen que entender: hay que desarrollar una identidad propia. De lo contrario no estarán sino reforzando las estructuras de poder existentes, legitimando el paso de la opresión de una manos a otras. (Aunque ahora que lo pienso, capaz y algunos dirán que es mejor ser oprimido por paisano que por un extranjero. No se, así de loca está Venezuela).

Crear algo original, en este caso un superhéroe, pasa por empezar el proceso creativo desde un punto cero, el de cuestionar la idea misma de superhéroe. Supone el trabajo de investigación acerca de referencias criollas para los conceptos, los contenidos, los materiales y modos de producción que pudiesen utilizarse en el desarrollo de este proyecto. Por supuesto, implica además reconocer cuánto de nuestra identidad implica a aquellas formas globalizadas que hemos incorporado y como, al final, la tensión entre lo autóctono y lo foráneo es constitutiva de eso que llamamos «ser venezolano».

No podemos renegar de lo que somos a partir de fantasías ingenuas acerca de lo que deberíamos ser, so pena de crear una imagen patética de nosotros mismos: un Miranda made in China, o un aspirante a superhéroe gringo que, a falta de poderes, va por la vida ofreciendo batazos.

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