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Venganza trigonométrica.

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Me coloco adentro de ese triángulo donde los vértices son: Ésa, Ella y Él.
 
Ésa, desde su ángulo los observa y se aleja diez centímetros de ellos…
 
-Formas parte de mi lado, no eres mas que un punto sin mi longitud…
Un punto perdido.
 
Ella se lo espetó en la cara cuando Ésa le dijo que ya no la quería, y Ella se aferró a ésa después de todo… a pesar de su resistencia.
 
-Debemos de ser “equilátero”.
 
Él se les unió y completó la figura, también quiere ser equilátero… Ésa siente que no puede y sospecho que se va a cerrar dos grados, rompiendo su equidad.
 
Esa, la mente que examina; Ella, es la verdad presente en cada pensamiento; y Él, es nada menos que el conocimiento que se absorbe cada segundo.
 
Los tres se ensamblan para formar esto que llamo “yo”, esto que digo que “soy”… y que es perfecto en su imperfección. Sin ellos mi cuerpo es sólo un costal de huesos.
 
Pero hoy “yo” desearía no estar sentada dentro del triángulo y ser esa bisectriz, que parte a cada ángulo a la mitad, dejándolos incompletos y distintos. Haciendo que sea difícil examinar la vida, ver la verdad en ella y tener ánimos de conocerla.
 
-Quiero serlo en tu triángulo,  no importa que los vértices se llamen egoísmo, hipocresía y cinismo…
Quiero saber qué se siente ser tú, y que tú experimentes lo que es ser yo.
 
 

  
 
 
 
 
 
 
 

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