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RUTA 6 – VIAJE N° 9 MISIÓN A TODA VIDA MUJERZUELA

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A diario devengo algunas historias que quedan entre las tribulaciones de los días y de una Ruta 6 llevada por el olvido. No las culpo, algunas nacieron para morir en el mismo instante. Las historias en Venezuela son efímeras, retratos pintados para impresionar pero, como toda acuarela fresca, se deshacen en los raudales ríos de la opresión tácita. Hay colores que se repiten a menudo en los días. Amarillo, azul y rojo, mucho rojo hace eclosionar sentimientos que permanecen imbuidos en lo profundo de la indignación, la desesperación y las ganas de mirar hacia otro lado. Algo parecido ocurre hoy.

Hablo con Suárez sobre la tesitura palurda de los servicios de seguridad y al parecer el tema le causa gracia. No sólo devenimos en el tema de la seguridad, tiene hambre de hablar. Mucha hambre, aclaro en mi mente. Le pregunto con qué visión se observa el prisma de colores revolucionarios desde alguien que mira el país desde la moto en la que patrulla cada día cerca de la universidad. Primero, y antes de comenzar su relato, me corrige. Al yo preguntarle sobre una de las tantas misiones de seguridad, me corrige el nombre diciendo: «Querrás decir Misión A Toda Vida Mujerzuela». El conductor escucha la radio y un locutor de juguete enumera la eficacia de un nuevo régimen dominado por los Compañeros Ladrones de Alimentos y Producción. A algunos se les fundió el cerebro de tanto pensar…

Suárez vuelve a la carga y se ríe, sabe que él se aprovecha de todo lo que sucede en Venezuela: «Mira, uno no es ladrón. Bueno, por lo menos yo no. Es imposible saber quién juega para los dos equipos y si lo sabes estás bajo amenaza. Aquí la única seguridad que tú tienes es que vas a morir algún día. Es duro pero es así. A nadie le gusta enfrentar esa realidad, ¿por qué? Porque es feo que te digan que te enamoraron y ahora te quitan todo para que la posibilidad de un traidor con vida sea mínima. En Venezuela por mucho que se purgue la situación, los cuerpos de seguridad y todo lo que tú quieras, va a costar algunos años para que todo cambie porque el venezolano se convirtió en un oportunista, un sobreviviente que está hambriento, con ganas de llegar a su casa y tener algo más que una gota de agua fría. Porque te quitan la comida, la ilusión del futuro, el agua, los sueños de tu vida y todo se desvanece. ¿Tú crees que uno matraqueando consigue el cielo? Uno también pasa carencias pero eso a la gente no le interesa porque ahí mismo te atacan como si fueras el traidor a la Patria». Detengo la conversación porque eso es mucho. Me cuesta contenerme para mirarlo y no decirle que si bien, él no aprovecha de todas las cosas es porque no quiere o no ha tenido suerte de llegar a tiempo.

«Suárez, discúlpame pero no me puedes venir a decir eso. Con todo el respeto que te tengo no puedes venir a decirme que cualquier miembro de los cuerpos de seguridad va y respeta los derechos de los demás a hacer la cola o a cumplir su deber de proteger al ciudadano. Ustedes van y apenas organizan algo de la fila, toman el botín como los propios piratas y se largan». Él piensa y le da vueltas a mi posición. A la final, en la cola cotidiana, en la fila de la comida, en el salvaje oeste en el que se convierte un supermercado ellos son los primeros en huir por la retaguardia y dejar sólo las boronas para aquellos que donan su vida al sol y al tiempo de la humillación.

«No vamos a discutir sobre eso que ese tema tiene muchas aristas» dice al fin. Punto para la verdad pienso. «Pero también hay que estar consciente que no todos son así, o cuando se graduaron no tenían esa ambición. Lo que pasa es que o tú tomas las cosas o las toma otro y te quedas sin nada. Esa es la cosa, aparte que nosotros como policías sólo estamos para portar el uniforme porque si metemos preso a alguno que ande robando o parecido, la gente viene, paga a otro oficial para que lo libere o viene una orden expresa desde arriba para liberar a sutano y a mengano. No chico, uno aquí está en manos de los malandros y al margen de la ley. Nadie en el país cree en las leyes y ahora nadie cree en nosotros. Yo tengo veinticinco años de servicio y ahora tú me ves así: un animal cazando comida para llevar a la casa. Esto no es de Dios» sentencia.

«Suárez, desde hace años tú eres el enemigo porque tú en algún punto de la historia representaste la ley. Lo que sucede es que los de arriba fomentaron el automatismo violento, el disparar para obtener. El capitán Barba Negra con sus secuaces saqueó de manera silenciosa todo y cuanto consiguieron; incluyendo el civismo, las buenas costumbres y las normas coercitivas de la sociedad. Ahora no eres nadie Suárez, un número más de la propaganda ficticia». Él se lamenta. Sé que sobre sus hombros caen años de lucha. Luchó para conseguir una casa que no se le fue regalada para unas elecciones. También luchó (o sería mejor decir trabajó) para comprar la comida, antes abundante y para todos los ciudadanos y por eso él tenía el tiempo suficiente para fungir como baluarte de la seguridad ciudadana. En sus hombros cae el pasado como miles de te lo dije, ese hombre no trae nada bueno. Le pesa en el alma las decisiones pero no le queda otra sino mirar y seguir su camino en la próxima parada.

«Algo te digo: el país antes se llamaba Venezuela pero de tanto que lo prostituyeron con tanta campaña pasó a llamarse Mujerzuela. El país está cansado de las revoluciones, de las independencias y de las sartas de políticos de plástico. Esos fueron los proxenetas de una tierra llena de virtudes y costumbres tan anheladas por otros países. Ahora somos nada, un vertedero de basura mental en el mundo. Lo que éramos ya no lo seremos en un largo tiempo porque como el país se convirtió en Mujerzuela, nosotros también nos entregamos a la venta de nuestro futuro por un pedazo de alimento. Adiós mujerzuelano».

Se despide sin más y se baja. Yo me quedo pensando en las vicisitudes del país prostituido, en las palabras necias de Suárez y en las musarañas propias de una Ruta 6 llevada al olvido, lenta en su andar por las fallas de sus repuestos. Esta ha sido la que ha salido a ruta por milagro. Por ella tuve que esperar una hora con cuarenta y cinco minutos.

El sol arrecia y Suárez lleva en su mano derecha la comida que servirán en su casa. Hoy están de fiesta, lo malo es que sólo toca comer el almuerzo: atún enlatado con cuatro panes francés a repartir.

¿Y más nada? Eso, en estas alturas del partido, es un delicioso manjar que sólo se puede disfrutar si saliste a matraquear.

¡Hasta el próximo viaje mujerzuelano!

VIAJE N° 10: WIFI DISPONIBLE – RUTA 6.

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