Todo había cambiado, tanto. Era como el decorado de un crucero: doradura práctica, televisiva, agradable para el hacedor de pasatiempos que pagó con sus días para sentirse agasajado y exigir justificaciones a desconocidos. Derroche controlado de creencias auxiliares. La música esperanzadora y una vida...
Utilizamos cookies para asegurar que damos la mejor experiencia al usuario en nuestro sitio web. Si continúa utilizando este sitio asumiremos que está de acuerdo.Estoy de acuerdo