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Una primera aproximación a «Django Unchained»

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Ayer decidimos cerrar el año viendo «Django Unchained». Lo teníamos preparado desde hace tiempo, como deseo, y pudimos cumplirlo en la sala oscura.
Claudia tomó las fotos de abajo.

Los dos disfrutamos de dos horas y media de una intensa sesión de cine posmoderno y deconstructivo con el maestro de la independencia radical.
El film es la consumación de un atentado contra la corrección política, siendo a la vez un reforzamiento moral de la gestión de Obama, desde una reivindicación iconoclasta del género blaxploitation, pero sin la solemnidad y el complejo de un Spike Lee, quien hubiese realizado una cinta victimista sobre el racismo y la abolición de la esclavitud.

En su lugar, Tarantino reescribe la historia a la forma de «Bastardos» y «Kill Bill», volviendo a remover la mala conciencia del poder blanco, valiéndose del humor negro como arma de destrucción masiva.
De todos modos, el autor sabe combinar la comedia con la tragedia a lo largo del metraje, aunque se le diluyen varias ideas entre el final del segundo acto y el principio del tercero. Se nota la ausencia de la editora Sally Menke. Entonces vemos el corte definitivo del director, para bien y mal.
Temáticamente no existe mayor novedad. Regresamos al plano de la venganza y el ajuste de cuentas, con rifle en mano y cabezas volando por el aire. Claro, la perspectiva irónica le permite al creador salirse con la suya.
Aun así, coquetea con posiciones reaccionarias, republicanas y conservadoras de preservación de valores como la legítima defensa. Quizás, el objetivo de la pieza es demostrar cómo el absurdo de la ley, se le devuelve a los padres fundadores al estilo de un boomerang con TNT.
No en balde, la pantalla descarga dinamita por los cuatro costados, subvirtiendo códigos y tradiciones, para erigirse en el reverso incómodo de «Lincoln», a punta de efectos especiales analógicos. Nada o muy poco de CGI.
La pareja principal es sencillamente perfecta. Leonardo Di Caprio merece el Óscar junto a Samuel L. Jackson. Los diálogos son de escupir las cotufas. El lirismo siempre acompaña a la puesta en escena, a ritmo de una banda sonora contemporánea.
Prepárense para un par de secuencias de antología. Es como para aplaudirlas de pie. El chiste sobre el Ku Kux Klan, se roba el show.
En suma, Tarantino imprimió su sello gore y terrorífico al género del spaguetti western, pasándole factura al Griffith de «El Nacimiento de una Nación» y pintando a los sureños como una partida de nazis, cuyas cabelleras serán cazadas por un mandingo desatado y furioso.
Digna de atenderse.
Pronto le dedicaré una crítica más extensa.
Increíbles los homenajes a Tom Savini, Don Johnson y Franco Nero.
Quentin se reserva un cameo. Molesta al principio.
Luego lo entiendes y te mueres de la risa.
Es un tipo brillante.

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