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Des-autorizados: Deconstruyendo a Elia

En principio, la película se desangra en la cartelera, ante el efecto demoledor del boca a boca, por vía Twitter. En cada sala donde la proyectan con público, cuando hay quorum,se reportan verdaderas estampidas de espectadores y cinéfilos despavoridos, quienes no se calan, hasta el final, el gato por el liebre cocinado por la realizadora, después de hervir y sancochar los conejos de «Huelepega» y «Punto y Raya». Pasar de allí, a realizar un film con pretensiones de arte y ensayo, es un hueso duro de roer. Pero no es el último. Curiosamente, la crítica levanta sus pulgares con emoción, en medio de un consenso de lo más desolador( salvo por la excepción de “Modo” en panfletonegro)

En efecto, se aplaude el esfuerzo de la realizadora, por darle un vuelco a su carrera, de 180 grados, aunque sin poner en tela juicio la calidad del resultado de la socorrida metamorfosis.

En realidad, la obra aspira a ser la «8 ½» del cine nacional, y no llega ni a la condición de un pobre remake como «Nine». Al menos, en la pieza de Rob Marshall nos quedaba el consuelo de disfrutar de las coreografías musicales del director. Por el contrario, las secuencias de teatro danza de «Desautorizados», pecan de ingenuas y anticuadas, al calor de unos efectos especiales del año de la pera, de videito artesanal de la década de los ochenta para Sentimiento Muerto, de promoción de Sonoclips y VH1.

El supuesto referente a replicar es el de Charlie Kaufman en «Adaptation» y «Sinecdoque». No obstante, el tratamiento del guión carece de la densidad conceptual del joven autor, Spike Jonze. Por defecto, el libreto redactado por el novelista Fernando Butazzoni, parece un mal remedo de su trabajo anterior para la familia Novoa, «Un Lugar Lejano»(amén de una violencia y de un sexo tipo “A”).

Por segunda vez consecutiva, el escritor se repite así mismo, al narrar la historia de un artista desesperado, cuyo martirio se traduce en un bloqueo creativo, destinado a exorcizar sus demonios a través de una catarsis redentora. En ambos casos y para mayor redundancia, el papel lo interpreta Erich Wildpret. De seguro, de lo mejor del reparto acartonado de personajes y fotos fijas de la industria del culebrón vernáculo. De igual modo, la caracterización de la hija de Pablo Dagnino se deja colar, sobre todo por su habilidad para el canto. A pesar de ello, todavía le falta garra para asumir roles protagónicos. Incluso, una actriz promedio como Dath Dager se la lleva por los cachos en tan sólo un par de escenas. Sea como sea, el grado de credibilidad del casting, es casi nulo. Cero histrionismo.

El arte también sucumbe al reinado del desatino, al recrear espacios y ambientes de escaso vuelo e interés estético. De paso, la selección de ciertas locaciones, denota el problema de tomar decisiones a la ligera y por ahorrar dinero.

Verbigracia, se montó un tarantín de frutas en una plaza contigua a la oficina de la realizadora, para desarrollar una secuencia clave de la trama. El resto de los contextos e interiores, siembran dudas y sospechas de corte similar. Una parte de la historia transcurre en El Calvario, la otra entre una iglesia y una sala de teatro conocida. Por ende, nos sentimos sumergidos en una serie de referentes y lugares comunes, convertidos a la fuerza en los proscenios de unas marionetas disociadas de su entorno.

No funciona la química del antihéroe con su medio. Por ende, ocurre lo propio con los demás elementos de la propuesta audiovisual.

Los diálogos vuelven a declamarse con demasiada solemnidad, y al cabo del tiempo, pierden consistencia.La enfermedad “choronga” pica y se extiende.

Los gags cómicos producen pena ajena, y la sensación de ver una lamentable retrospectiva de chistes incomprensibles de Bienvenidos, subrayados con el marcador onomatopéyico del enlatado “Batman”. ¡Santas pamplinas! ¿Hasta cuándo? Más de plop, pamp y pum de Condorito. Aquí Elia quiso hacer una gracia, y le salió una morisqueta llena de arrogancia y pedantería.

No en balde, ella se impone detrás y delante de la cámara, de principio a fin, en la creencia y en la impostura de revelarse como una suerte de autora intelectual, capaz de tener la humildad de desnudarse frente a nosotros, como si fuese la reencarnación femenina del Woody Allen de «Deconstruyendo a Harry».

Naturalmente, la diferencia del genio con la advenediza, es del cielo a la tierra. Para ponerlo en términos de Woody versus Elia, es de «Manhattan» a «Huelepega».La experiencia y el sentido del humor de él, es inversamente proporcional a la autocomplacencia y la autoindulgencia de ella, escondida durante todo el metraje debajo de su impecable vestuario, su maquillaje de gala, su cabello secado de peluquería, y su sonrisa de satisfacción maternal, al ver crecer a sus criaturas, a sus poyuelos.

Con pudor no se hace una autorevisión. Si acaso, un flojo autobombo. Es la publicidad de una mujer en crisis, con complejo de grandeza.

Encima, oculta su voz para adjudicarle la lectura de su texto en off, a la locutora de radio juvenil, Jean Mary. Por consiguiente, el monocorde tono de la muchacha, nos aturde y nos subestima, al querer explicarnos cada tema desde la obviedad, al compás de la clásica banda sonora de origen gaucho. El tango surge para recalcar la melancolía y sepultar la imaginación.

Con el afán de aparentar vanguardismo y transgresión, se recae involuntariamente en el cliché de la retaguardia a derribar.

En resumen, el ejercicio narcista de Elia, poco o nada aporta a la evolución del género, porque se estanca en la superficie de sus enunciados y conflictos.

Para meditaciones egocéntricas e instrospectivas, prefiero la dureza de “Tarnation”, la delicadeza de “Barton Fink”, el suspenso noir de “Inland Empire” y el compromiso de Nanni Moretti en “Caro Diario”.

En “Desautorizados”, el choque del autor con sus molinos de viento, se resuelve como un melodrama de caricatura, evaporado en una nube de alegorías y metáforas gruesas, pertenecientes a un período desfasado del cine nacional, cuando apostábamos por un realismo mágico para la exportación, en la idea esnobista de superar la fórmula de putas, malandros y groserías. Por lo visto, en pleno siglo XXI, seguimos mirando hacia atrás, y pensándonos en función de unos dilemas de modernidad reaccionaria, conservadora y retroprogresista.

Justo ahora, Elia abandona, irónicamente, la opción por los pobres , los indigentes y los niños de la calle, para acercarse mejor a un universo anodino, abstracto, simbólico y apolítico, en sintonía con la visión de las artes de la cultura oficial, empeñada en valorar el academicismo y la evasión, por encima de la crítica, de la disidencia y del reflejo de la miseria.

En el futuro, no les quepa la menor duda, recordaremos a «Desautorizados» como otra pieza más del cuadro cinematográfico de la Quinta República, en una época de camaleonismo, autocensura, escapismo y brazos cruzados, para continuar garantizándose el reparto de la torta de PDVSA.

Paradójicamente, el metamensaje de la película sataniza a la entidad faustica del mecenas, al representarlo como el villano de la partida. En consecuencia, la autora escupe para arriba y muerde de la mano de quien le da de comer.

Para hablar claro,Elia pertenece a una familia de eternos beneficiarios de El CNAC, donde figuran el marido, José Ramón Novoa, y el hijo, Joel Novoa.Los tres inscriben proyectos por separado en el instituto, pero al final los ruedan en conjunto bajo la sombra de su compañía dinástica, “Joel Films”. Allí radica la principal anomalía en el devenir del clan.

De hecho, es importante resaltar la habilidad del grupo, no sólo para atacar un mismo concurso desde sus tres frentes, sino para ganarlo en dos modalidades diferentes a la vez.

Así sucedió en el 2004, cuando Joel, con apenas 18 años y sin mayor experiencia, obtuvo financiamiento para filmar un cortometraje con pésimos resultados,“Cadena Reversible”, mientras su padre recibió dinero para echar adelante la “terminación” de su largometraje, “El Don”, con doña Elia como productora.

Oportunamente, denunciamos el caso en panfletonegro y nadie nos atendió. Luego, dos años después, la familia introduce el proyecto de “Un Lugar Lejano” en el CNAC, y por supuesto, lo gana en el 2006. Ahora los invito a revisar la cabeza de la ficha técnica del film. Y cada quien saque sus propias conclusiones.

Dirección

José Ramón Novoa

Ayudante de dirección

Joel Novoa

Producción

José Ramón Novoa

Elia Schneider

En paralelo, Elia “convence” al CNAC de financiarle su guión para “Desautorizados” y lo demás es historia. Joel y Don Ramón aseguran sus puestos en la sección de créditos y comparten las mieles del éxito con la abeja reina del panal.

En el camino, muchas interrogantes quedan abiertas, sin posibilidad de conseguirles respuesta.

¿Por qué los Novoa conquistan sus coronas de manera consecutiva?¿Por qué no les rebotan ningún proyecto?¿Por qué tienen tan buen racha, si hacen un cine tan feo?

Ante la falta de contraloría social y de transparencia, es imposible pedirle peras al olmo del CNAC.

La moraleja la extraeremos, tarde o temprano, en el foro.

Bienvenidos al debate.

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