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Un Nóbel para el mono de la baraja

Mi hermana lo dijo mejor que yo. Este año, para no ser hipócritas, había que declarar desierto al Premio Nóbel, ante la ausencia de candidatos de peso, porque, de verdad, la lista de los favoritos no daba para mucho. Apenas para recordar las miserias de la política posmoderna en la actualidad.

Un ex aqueo, un Nóbel compartido entre Piedad Córdova e Ingrid Betancourt, sonaba para algunos como la mejor opción. Pero por fortuna, las dos se quedaron con los crespos hechos. Reconocerlas hubiese sido una forma de premiar a la hipocresía y a la tragicomedia de la política en América Latina, donde un día haces un show mediático de rescate de rehenes para la prensa, y al siguiente apareces bailando salsa a calzón quitado en el Maní de Juan Barreto, a costa del dinero de los contribuyentes, legitimando aviesas prácticas de corrupción y despilfarro de los fondos públicos. Además, un Congresista vinculado al tema de la guerrilla debe ser un ejemplo de ascetismo, moralidad y corrección política. Casi como un trabajador social al servicio de la comunidad. Nada de andar rumbeando hasta las cuatro de la mañana, para llamar la atención de los pobres ciudadanos de pie, fáciles de sorprender por semejantes encuentros cercarnos del tercer tipo. Ya lo decía mi maestro, Pino Iturrieta: el egocentrismo y el exhibicionismo son un cáncer para la democracia.

Por su lado, Ingrid también se dejó contaminar y seducir por la epidemia de la fama, el culto a la personalidad y el omnipresente divismo mediático. Hoy es un triste recuerdo o una imagen arquetípica de nuestro teatro de las apariencias, ceñido al brutal guión de la telerealidad en directo. El esfuerzo por liberarla fue en vano. Salió de cautiverio para, de inmediato, rendirse a los pies de otra clase de secuestradores. Los secuestradores del poder y del nuevo orden mundial, quienes la rescataron para vampirizarla, para sacarle provecho a su aura de mujer víctima, delante y detrás de las cámaras.

Acto seguido, se sumergió en una orgía de consumo y turismo digna de Paris Hilton, bajo el patrocinio económico de sus nuevos captores. Brindó con champaña, compró carteras de tres mil dólares a lo Cristina, y se fue de vacaciones a la playa, al resguardo de la prensa de farándula, bien dispuesta a continuar con la charada mientras duré su capacidad de vender tabloides, al costo mínimo. Sólo basta con sacarle uno foto en traje de baño y san se acabo. El éxito en ventas queda garantizado. Por ello y mucho más, tampoco se merecía el Nóbel.

Y del farsante Obama, ni hablar. En menos de un año, su gobierno ha ido de fracaso en fracaso, sin cumplir con ninguna de sus promesas electorales. Todavía sigue empantanado en el limbo jurídico de Guantánamo, en la guerra del medio oriente, en Honduras, en la crisis de Wall Street, y en el Plan Colombia.

Su consagración por parte de la academia sueca, es una manera de glorificar su continuidad con la agresiva política expansionista del partido republicano, a las órdenes de los señores de las sombras, de los miembros del Grupo Bilderberg, de los dueños del sistema financiero internacional, de los varones de la droga,de los jerarcas de las corporaciones depredadoras del globo y de los tentáculos monopólicos del club atómico del consejo de seguridad de la ONU.

Ellos invitan al desarme nuclear a los países en vías de desarrollo, pero sin el menor asomo de comenzar a dar el ejemplo, al destruir sus miles de fuentes de reproducción de uranio empobrecido.

Al mismo tiempo, son campeones en el acto delictivo de verter desechos tóxicos sobre la naturaleza, y luego se dan golpes de pecho cuando Corea del Norte e Irán hacen alguna prueba con sus armas de destrucción masiva. Es un doble rasero, imposible de tomarse en serio, como de comiquita. Así triunfa el discurso ambiguo de la propaganda negra en la era contemporánea.

Concederle el Nóbel a Obama es el equivalente, en su momento, a condecorar a Kissinger por haber derrocado a Allende para instalar a la marioneta genocida de Pinochet en el Palacio de la Moneda.

Concederle el Nóbel a Obama es una falta de respeto y consideración para quienes sueñan con la Paz en Colombia.

De tal modo, se glorifica la pretensión del departamento de estado de instalar siete bases militares en territorio circunvecino, inyectándole sangre fresca al moribundo y nauseabundo proyecto de la escuela de las Américas, de donde salieron casi todos nuestros peores dictadores.

Por ende, el Nóbel recompensa el esfuerzo de Obama por combatir la violencia con más violencia, al terror con más terror, a la intimidación con más intimidación, al consolidar el proyecto de volver a sembrar de minas el camino global hacia la paz. Paz a sus restos.

Al lado de Obama, Juanes luce como un hermanito de la caridad del cobre(auspiciado por el ron Havana Club).

Ya el Nóbel puso la torta, hace poco, con otro americano presidenciable para el olvido, Al gore, el máximo responsable del fiasco de la tesis del calentamiento global. Allí el interés radicaba en repotenciar su idea, para ocultar el desastre de Irak con un manto de mea culpa ecológico, y por extensión, reforzar el plan maestro  de aumentar la recaudación de impuestos, a base de mentiras verdaderas y amarillistas, para ensanchar las arcas del gasto público, a fin de responder a los compromisos adquiridos y heredados con la cúpula militar en un período de reconquista territorial. El resultado es conocido por lo irónico: con el dinero extra se terminó por pagar la cuenta de la invasión a Bagdad. Por un lado, decían defender al planeta, y por lo otro, lo destruían. Una tapadera saldada con un momento Hollywood: un documental galardonado con el Oscar.

En tal sentido, J.J. tiene toda la razón. El Nóbel ha devenido en una antesala o en una prolongación de los premios de la academia. Una tramoya kistch o un traje de gala a la medida del Miss Universo para continuar disfrazando y disimulando la complexión represiva y fascista del rey desnudo.

En este caso, el turno fue para Obama. Para la decepción de Obama, incapaz de romper con la tradición belicista en curso, atado de pies y manos por las subcontratistas de Donald Rumsfeld y Dick Cheney, apoyado por los mercenarios y los “War Lords” en control del pujante negocio del narcotráfico de heroína entre Kabul y Estados Unidos, celebrado por los constructores de los nuevos muros de la infamia en Méjico e Israel, y alabado por los cómplices y culpables de la caída de la bolsa de valores en Nueva York.

En suma, un Nobel a la usura, el robo, el despilfarro de recursos, la publicidad engañosa, la esquizofrenia, la patología, el elitismo, el darwinismo neocolonial y la traición a los derechos humanos.

Por lo visto, se la pusieron demasiado pancita a nuestros gorilones y demagogos de “Al Sur de la frontera”. Yo hubiese votado por un Nóbel conjunto para todos ellos, compartido con Obama y Oliver Stone. Al menos así, el chiste sería más evidente, gracioso y comprensible.

De momento, nos tocará conformármos con la morisqueta del Jocker mayor, Barack Obama, alias el mono de la baraja.

Como diría el chiguire bipolar, sólo falta contar la interrupción de Chávez en el discurso de aceptación de Obama, para terminar de rematar la charada en clave de Radio Rochela o Saturday Night Live.

Pobrecitos, los humoristas, de hoy en día. Tienen mucha competencia con los políticos.

A propósito y para cerrar, los dejo con un documental de Alex Jones, sobre la decepción de Obama. Bienvenidos a su desenmascaramiento a la luz del Nóbel y de nuestro carnaval en proceso o en vías de extinción.

Ya lo dijo Charlie García: los dinosaurios, tarde o temprano, van a desaparecer. Amén. 

http://www.youtube.com/watch?v=q-tu7-lF3Ww&feature=PlayList&p=DA790DE46A355522&index=0&playnext=1

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