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¡Asquito!

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Fue lo que sintió la niña rubia al ver pasar a la mujer negra a su lado. Los niños son crueles. Con su vestidito azul, su lacito rosado en el cabello, sus ojos verdes, unos 8 años, la niña paseaba con su familia por uno de los pasillos de un mall chic del este de Caracas. Correteaba alegre cuando se paró en secó al ver de frente algo que le pareció insólito. Una mujer negra, de mediana estatura, pantalon corto ceñido y una maya negra con una «cotica» que apenas tapaba sus senos pero que dejaba ver toda su panza alimentada de puros carbohidratos. El horror. ¿Cómo dejan entrar gente así a un sitio como este? La dulce e inocente niña volteó con la cara de asombro y al ver a sus familiares hizo un gesto del más absoluto asco. ¡Ecoooooo! Que susto, un shock. ¿Qué podría estar haciendo un especímen de esos por aca? Ni siquiera parece cachifa, es demasiado marginal. ¿No se supone que «se reserva el derecho de admisión»? La niña corrió hacia su mami, la elegante señora que lleva el coche pero que no carga al niño, porque para eso está la niñera uniformada que camina detrás de ella, y que al menos es blanca. La mujer negra siguió de largo, impávida, seria, caminar pausado y frente en alto, como queriendo demostrar que no le importa que la miren con asco pero sin querer llamar más la atención. ¿Quién será ella? ¿Por qué estaba allí? Se juntan las clases, pero no en un sitio neutral. No debe ser. Es antinatura. La niña rubia está en su ambiente. La mujer negra no. ¿Qué podría haberle dicho mami a la niña? «Es una señora muy pobre, a lo mejor trabaja aquí limpiando los baños». Condecendiente. O «Es una marginal de barrio, seguro vino a robar». Franca. «Vámonos querida, no te juntes con esa chusma». Doña Florinda toma de la mano a su pequeño retoño rosado, pobre niña, habrá que llevarla a un sicólogo, el trauma ha sido fuerte, nunca había tenido un encuentro cercano del tercer tipo con la clase E. «Vayamos al club, allá los empleados son más decentes, y blancos. Me quejaré con la administración del mall, esto no puede volver a suceder, no quiero que los marginales vengan a mi territorio». Especulo. Ojalá me equivoque. Ojalá no hubiera visto la cara de asco de esa niña.

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