El reloj se detiene en cada derrota,
los minutos se transmutan en días
y entre los compases del silencio
se ensordecen mis plegarias.
Un susurro canta la balada
que se entona en cada pizca ocular,
danzan los parpadeos a su tonada,
las manos siguen cada lánguido paso.
El mismo vestido de anoche,
ostenta...
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