Filven 2016: el fin de la fiesta petrolera

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Centro para el adoctrinamiento ideológico, disfrazado de apertura; muestra del pacto de un sector de la cultura con la cúpula militar que ha destruido el país; lugar para el despilfarro populista en nombre “la currrtura”; y finalmente, infame tapadera de asesinatos contra civiles en medio de la represión salvaje contra las protestas de 2014, la FILVEN había sido uno de los más infames eventos del gobierno venezolano, que tomó la antigua Feria Internacional del Libro y la convirtió en un remedo unicolor, militarizado, negado a la diversidad.

Sin embargo, y como muestra de la gran paradoja de nuestra economía petrolera, un sector de la literata opositora lo celebraba e incluso justificaba sus criterios excluyentes. Desde el clásico «pero peor es nada», hasta ardorosas defensas del espacio como supuesta victoria contra la polarización, la FILVEN devino en evento intocable, a riesgo de que te dijeran resentido y te acusaran de estar llorando porque no te invitaron. Acá en el panfleto hubo espacio para desentonar. Durante años se publicaron críticas, crónicas y desmontajes de un evento que claramente lucía mal desde el principio. Pero no sirvió de mucho, cuando la abundancia petrolera es la norma, está mal visto pinchar el globo de la fiesta.

Hoy, se confirma la noticia: la FILVEN ha sido suspendida. ¿La razón? El Estado está quebrado, endeudado. Hoy la cúpula gobernante se debate entre utilizar el dinero que hay para pagar comida y hacer default de la bestial deuda externa, o pagar la deuda y dejar a los venezolanos muriendo de mengua. Se gastaron los reales, saquearon todos los recursos, destruyeron el aparato productivo. No hay plata en el Estado ni músculo en la empresa privada para sobrellevar nada. La fiesta acabó.

Y con el fin de la fiesta, deviene el fin del aparato populista que el Estado montó en el sector cultura para darse aires de humanismo y hacer propaganda a nombre de una supuesta diversidad. Se acabaron los concierticos gratis con Manu Chao o Café Tacuba. Ya no más suena Caracas ni festivalitos de salsa. Se acabaron los Gillmanfest y los festivales de rap para los muchachones de Tiuna El Fuerte. Olvídense de Ska-P y el webón de Calle 13 en la plaza Caracas. Ya no más Kusturica en Los Próceres.

Los efectos a corto plazo se notan. Algunas banditas de rock nacional, que durante años disfrutaron de su tarimita gratis en La Estancia comienzan a hablar de un país en crisis, de escasez. Fue ahorita que Circo Vulkano se enteró de lo mal que va el país, no antes cuando disfrutaba feliz de las tarimitas oficiales. También es ahorita que Desorden Público cae en cuenta de que hay una brutal fuga de cerebros en Venezuela. Ahora le tocará a muchos entender que en materia editorial también llegó el fin de la fiesta.

Toca ahora pagar la irresponsable factura del despilfarro. Toca poner los pies sobre la tierra y asumir una realidad en donde los libros no valen 20 bolos, sino casi un sueldo mínimo. Le toca ahora a un gentío entender por qué la industria del libro está mal en Venezuela. Le toca entender a un montón de irresponsables que durante años le dieron la espalda al país lo que significa vivir en un país donde debes decidir si compras la escasa comida que hay o te lees un libro, siendo que el alimento del cuerpo siempre le va a ganar en cuanto a prioridades al alimento del alma. Ahora veremos a mucho escritor “imparcial”, de esos que ponían el grito en el cielo cuando alguien atacaba a la FILVEN, hablar de «el poco presupuesto que se le da a la cultura», «la falta de apoyo para nuestros escritores» y otras pendejadas similares, porque cuando se acaba el dinero también se le acaba la imparcialidad a ciertos equilibristas de la cultura, expertos en ser ni-nis (ni dejo de cobrar aquí; ni dejo de cobrar allá, mariale dixit). Es aquí cuando iniciativas como la FILUC, el Festilectura y similares cobran sentido: con la resistencia privada la homogenización de la cultura; con sus fallas, son experiencias a reivindicar.

En fin, bienvenidos a la cruda realidad de un país quebrado y escoñetado, donde ya no hay dinero ni para un cirquito con una lluviecita triste.

1 Comentario

  1. «La resistencia privada…» jajajajaj anda a masturbarte con una foto de Ayn Rand y luego vas y le das un hijo a Lorenzo Mendoza. Tú lo que eres es un resentido, te pareces a Frank Grimes, el de Los Simpsons.

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