Vuelvemela a poner: Acerca de la representación

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Representando Caracas

Representar ocupa un sitio recurrente dentro de la vida contemporánea. Su uso constante, así como ambiguo, logra calar sin ningún tipo de resistencia dentro del imaginario popular de habla castellana. En algunos casos, la palabra pretende evocar una versión de, en otros, el original, o al menos un fragmento de lo que es. Las siguientes líneas pretenden explorar la representación y su diversa forma de exteriorizarse dentro del discurso cotidiano. La búsqueda por la diversidad será fundamental dentro de la exposición. La propia reflexión no se encuentra fuera de lo que se plantea en contenido, por lo cual lo aquí tratado constituye una invitación y bajo ninguna condición, una suerte de contención.

 

La representación puede aludir a dos situaciones. Lo representado y quien lo representa. De esta dualidad es posible encontrar una de las problemáticas más comunes dentro de la discusión, si la representación es una valoración o una descripción. La orilla de la valoración se acerca a la segunda opción, el asunto de quien representa, tornando lo mentado como un asunto subjetivo y por tanto, dudosamente relativo. La otra orilla tampoco ofrece un panorama sencillo. La descripción propone la correspondencia: lo mentado es equivalente al objeto o fenómeno. Tal adecuación pretende ser resuelta con la ahora clásica y corriente noción del método, un instrumento desde el cual justificar la predicación. Si se presta atención a la propia palabra, la misma nos devela como lo presentado, bien sea la predicación, o el objeto o fenómeno, es bajo ella nuevamente presentado. De tal manera estamos frente a tres posibilidades, la representación como una nueva presentación, como una presentación de otra manera y finalmente como una presentación que ocurre temporalmente después y por tanto se confiere al reino de la consecuencia, el efecto o la reflexión.

 

Representar nos coloca al corriente de una tensión clave de la propia existencia, la oscilación entre el ser, lo que es y la apariencia. Las dos primeras mantienen una relación que puede explorarse temporalmente, el ser apunta al futuro, a  la infinitud, mientras lo que es, al presente, a lo que está y de alguna manera no se puede negar. La apariencia ocupa dentro de este movimiento un sitio intermedio, el de la posibilidad. Desde del proyecto moderno la apariencia es problemática cuando debe enfrentarse a la necesidad por la corroboración o justificación. Otro punto desde el cual es ´posible reconstruir esta tensión radica en el asunto de la convención. La convención nos aproxima nuevamente a la cuestión de la palabra frente al objeto, la misma se hace explícita frente a la relación existente de estos con los idiomas. No obstante, en el caso de los países americanos colonizados por el castellano existen palabras comunes a la madre patria que presentan las cosas de una manera diferente, que pueden colocar a quien las predica en una situación totalmente desconocida.

 

Se puede comprender con la elasticidad de los idiomas como la adecuación de la palabra al objeto o fenómeno no reduce la multiplicidad de la vida a unos cuantos lenguajes. La representación como palabra puede conducir a otros sitios cuando la misma logra extenderse fuera del dominio de la justificación. Representar alude a la cuestión de la igualdad y la semejanza. Desde la necesidad por la justificación esta cuestión toma un carácter problemático, queriendo fijar su posición próxima a la igualdad. Desde la aprehensión podemos concebir la representación, cercano a la semejanza, como interpretación así como metáfora. Desde esta posición la representación funge como una descripción parcial, una apertura cognitiva más que un cierre epistemológico. A través de la representación logramos asimismo etiquetar, resolver la multiplicidad y heterogeneidad a través de la reducción. Es el uso constante de tal reducción, asi como la poca reflexión sobre sí mismo, lo que le adjudica el carácter de conceptualización, la equivalencia de un título a su contenido.

 

Representar como una acción metafórica ocupa una función de apertura del mundo así como una mediación a una tradición particular. La metáfora puede concebirse como una forma de sustitución o transposición. Se sustituye lo representado por algo ya conocido, de tal manera la representación es algo que está por lo que no es. Cuando la misma se acerca a la intención poética puede comprenderse en su función ornamental, mientras que cuando se exterioriza hacia la retórica muestra su poder persuasivo. El asunto de la persuasión se torna interesante en la discusión de  la representación ya que cuando esta se plantea como su intención, nos muestra como el asunto desborda la relación de un sujeto con un objeto, expone con claridad la influencia de la intersubjetividad más allá de lo instrumental.

 

Asumiendo la intersubjetividad más allá de la producción de las condiciones instrumentales y como una red constitutiva, se puede comprender la representación como un acto de intervención sobre el mundo. Representar consiste de tal forma en versionar lo que otro probablemente haya versionado. Existen quienes asumen una postura genética y reducen el asunto a la búsqueda por el original, lo cual nuevamente nos aproxima a la discusión en torno a la descripción versus la interpretación, siendo esta última carente de verdad por la primacía de quien representa sobre lo representado. Por último, se puede adoptar también una postura más comunitaria al respecto. Representar como acto intersubjetivo es un mecanismo que atenúa así como restringe. No obstante esta restricción no se cierne exclusivamente a lo representado, aplica a la angustia que para muchos individuos el desconocer supone. De tal manera, la representación nos conecta a una comunidad simbólica, nos enlaza con el texto que suponen los otros así como la vida en pleno.

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