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Un llamado al sentido común

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Un llamado al sentido común

Sintiendo con los otros

 

Si algo es insistente dentro de la convivencia humana contemporánea es el llamado al sentido común. La expresión es suficientemente conocida por su uso, mas no por su definición, logrando por su propio carácter de invocación, perpetuarse dentro del cosmos de expresiones cotidianas.  El propósito de las siguientes líneas es aproximarse a una definición de tal expresión, partiendo de la convivencia cotidiana como el espacio por excelencia donde ocurren tanto sus múltiples usos como su constante invocación.

 

Un primer punto de partida lo podemos encontrar en la propia noción de sentido. El llamado al sentido común sugiere una suerte de unidimensionalidad; un único sentido el cual es el preciso en un instante particular. Es posible ilustrar el predominio de lo unidimensional del sentido común con la visión y su hegemonía sobre los otros sentidos (tacto, olfato, audición y gusto) dentro del vivir contemporáneo. Mientras la visión determina (implicando una noción práctica de verdad) la audición por ejemplo, es de poco fiar, lo cual expone un primer nudo problemático, la reducción de la posibilidad por la seguridad que proporciona la determinación. La hegemonía del ojo manifiesta asimismo su poder frente a la determinación común, el ojo muestra lo evidente, lo que todos podemos ver deviene en el ámbito de la cotidianidad en lo que para todos es indudablemente verdad.

 

La multidimensionalidad puede ser también retomada desde otra postura un poco más amplia. El llamado al sentido común: ¿es acaso un llamado al sentido que poseen los otros o a sentir al otro? La primera postura tiene una intención replicativa, donde cada individuo posee una estructura sensorial a la que es posible acceder mediante la interacción (una postura un tanto biologicista, en el tono de los sistemas que reaccionan). La segunda postura, además de suponer la estructura sensorial también propone su aplicación al reconocimiento, no sólo de lo que siente el otro, sino de su propia existencia. El llamado, en el caso de poseer una estructura sensorial común, se manifiesta al sentir lo mismo, lo cual expresa como lo físico (multisensorial) ocupa primacía sobre lo metafísico.

 

De tal manera, tanto sentir lo mismo como sentir al otro plantean el asunto del reconocimiento. El llamado al sentido común que se teje desde esta perspectiva manifiesta/expresa simultaneidad, por lo cual este cumple la función del reconocimiento al menos en tres niveles. Podemos reconocer la situación en que nos encontramos, podemos reconocer al otro y por último, reconocer la situación con el otro. No obstante, el llamado al sentido común ocupa asimismo una suerte de función auxiliar, ya que se invoca cuando falta. Es preciso tener presente esta cualidad, ya que supone que en la convivencia el asunto del sentido es fundamental, pero la preponderancia de intereses individuales y sociales lo desplazan hacia el fondo, requiriendo su constante llamado público.

 

Del reconocimiento y la simultaneidad es posible trazar otra perspectiva sobre el sentido que involucra la noción de destino. El reconocimiento mencionado previamente que surge dentro de la convivencia plantea el mismo nudo problemático acerca de los gustos estéticos, a saber, si los demás poseen mi gusto o si yo poseo el gusto de los demás. El llamado al sentido común desde esta perspectiva nos muestra como la convivencia se plantea a un unívoco modo (usualmente al modo de quien hace el llamado), por lo cual el sentido adquiere la dimensión destinal: es lo que se debe sentir, es lo que es ineludible no sentir frente a una situación particular. Vale la pena agregar como el sentido común adquiere también la forma de un deber que no está escrito, en la medida que no hace falta hacerlo, lo cual denota cuán paradójica es su constante invocación. El asunto se torna aún más dramático para la vida contemporánea cuando siendo invocado con tanta recurrencia nos señala como nuestras interacciones ocurren dentro del marco de la mecanización: la máquina (cuerpo) cumple su función, por qué, para qué y quién la opera no es del interés por el momento.

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