Hi(p)sterismo, neohippismo y ayahuasca

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Are you experienced? Preguntaba Jimmy Hendrix por allá a finales de los 60’s. Los Beatles tenían sus experiencias con el Maharishi, por invitación de George Harrison que experimentaba con Krishna. En Woodstock del 69 la experiencia era con el rock, el sexo libre, la marihuana y el LSD (que dicen las malas lenguas que fue introducida por la CÍA para desintegrar al movimiento hippie). De eso se trataba la experiencia, de experimentar con sensaciones, con drogas alucinógenas, naturales o no, experimentar con el sexo, experimentar con la música, «La experiencia» que preguntaba Jimmy Hendrix.

Más tarde, por ahí a mediados de los 70’s, vino Carlos Castaneda con unas supuestas experiencias con distintas plantas alucinógenas, inducidas por Don Juan, un autoproclamado chamán, indígena yaqui, de Sonora México. Dichas experiencias fue con el peyote (Mescalito), la datura (Yerba del diablo), y el psilocybe, un hongo alucinógeno, conocido como el Humito.

El libro de Castaneda, que según es su tesis de maestría en antropología, luce con una densa sabiduría ancestral, vuelca o trastoca el pensamiento occidental. Don Juan señala en varias ocasiones que las “plantas de poder” (psicodélicas) no son para todas las personas y deben usarse solamente con un fin muy preciso, además que es necesaria la renuncia absoluta: personas, vida cotidiana, identidad… Acceder a esos estados a medias tintas no sólo es potencialmente peligroso, sino imposible.

La ayahuasca (o yagé) es considerada una de las drogas psicodélicas (enteógenas, o psicointegradoras, como se les prefiera llamar) más poderosa del mundo. Es una bebida que se compone, básicamente de dos plantas, la liana Banisteriopsis caapi, con hojas de arbustos del género Psychotria. Este brebaje es usado principalmente para rituales médicos y/o religiosos y en la medicina tradicional de las culturas amazónicas, que tiene un origen milenario. Estas plantas aportarían al preparado la molécula dimetiltriptamina o DMT.

Fue gracias a William Burroughs y a Allen Ginsberg, que la ayahuasca se conoció en el mundo occidental por su libro The Yage Letters (Las cartas de la ayahuasca).

La ayahuasca ha sido estudiada científicamente, y según esos estudios esta sustancia podría ser de utilidad para ciertos tratamientos psicológicos y psiquiátricos, ya que podría ayudar a algunos sujetos romper con hábitos dañinos, y aparentemente también para tratar la fármaco-dependencia. Según parece también podría ser una buena terapia para tratar la depresión, la ansiedad y la esquizofrenia. Ahora bien, estos tratamientos deben ser hechos por especialistas, caso por caso, ya que su uso indiscriminado pudiera tener efectos adversos, como afianzarse más en la adicción o sustituir su adicción por la ayahuasca.

En la Amazonía colombiana y peruana sobre todo, ha habido últimamente un repunte del “turismo psicodélico”, conformado por románticos indigenistas, hipster y neohippies, amantes del new age y lo étnico, que buscan la ayahuasca, una moda extendida entre quienes buscan “experiencias”.

Según ciertos comentarios, algunos quienes se hacen llamar chamanes, o taitas, por querer ahorrar y no tener muchos problemas con los participantes de la sesión, deliberadamente diluyen la ayahuasca, haciendo que sus efectos sean muy débiles o casi nulos. También ha habido denuncias de falsas ayahuascas, mezcladas con sustancias psicotrópicas, medicamentos de uso restringido, incluso con escopolamina, para que adquieran el efecto de enajenación y “borrachera” buscada, incluso se ha sabido de muertes por “malos viajes”.

Y es que la popularidad de esta “medicina” ha llevado que muchos inescrupulosos, investidos con un aura de chamanismo, falsos brujos, aprovecharse de la rápida popularización de la ayahuasca, y desde el oportunismo hacer prácticas irresponsables, inmorales e ignorantes, faltando el respeto a la tradición indígena y obviando la práctica profesional, haciendo que su consumo sea sumamente peligroso.

Buena parte de las personas que asisten a estas sesiones, lo hacen desde un profundo desconocimiento, sólo por la moda, por vivir “la experiencia” alucinógena, por una búsqueda sin saber qué se está buscando, asistiendo a las sesiones sólo por un simple experimento sensorial.

Ya son muy comunes las convocatorias de Facebook invitando a sesiones de toma de ayahuasca, sin entender el fondo del rito. Invitaciones irresponsables a acceder a visiones psicodélicas, pidiendo sumas costosas por participar en ceremonias con chamanes de dudosa reputación, aceptando a quien sea, sin importar quien asista, o en qué condiciones médicas o psicológicas se encuentre, con tal que pague lo que se pida, es aceptado.

Por tanto, querido lector, yo te sugiero que si quieres la verdadera trascendencia, hazlo con responsabilidad, guiado por alguien confiable, y no te arriesgues, las consecuencias pudieran ser nefastas, o incluso infernales.

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Mido un metro setenta y cinco. Tengo una docena de libros. En mi cuarto hay un altarcito con un Buda. Me gusta el color azul. A veces me despierto alunado. Prefiero los gatos a los perros, porque no existen gatos policías. Soy de acuario, pelo negro. No colecciono nada, guardo la ropa ordenada. Me aburro en las fiestas y soy de pocos amigos. Tengo los ojos color café tostao. Dicen que soy bueno, aunque no sea bautizado, y aún no me llevan las brujas. Nací a las siete y media de la mañana. No creo en ovnis ni en zombies (pero de que vuelan, vuelan). Uso prendas talla "m". Prefiero quedarme en silencio. Duermo del lado derecho y con franela si hace frío. De la vida yo me río, porque no saldré vivo de ella. No uso saco ni corbata, ni me gusta el protocolo. Estoy en buena compañía, pero sé cuidarme solo. No me complico mucho, no me estanco, el que quiera celeste, que mezcle azul y blanco. No tengo adicciones, mas que de leer y estar solo. Antes creía que no tenía miedos, hasta que vi la muerte a milímetros. No me creo ningún macho y soy abstemio, aunque si hay una buena compañía y un vinito se me olvida esto último. Prefiero más a los animales que a la gente. No tengo abolengo y dudo mucho que tendré herencia. Tengo una rodilla que a veces me fastidia. Tengo cosquillas, no las diré hasta que las descubras. No traiciono a mis principios, que son cinco. Me gusta ser muy sincero, por eso no hablo mucho. (Inspirado en una canción del Cuarteto de Nos)

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