El legajo de Chávez

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Corre el año 2113. La Unión de Repúblicas Socialistas Caribeñas  (URSC) se apresta a conmemorar los cien años de la siembra del líder máximo de esa corriente que trastocó el destino de la región. El presidente de la Unión, el eximio comandante Fidel Cabello Moros, sabe que en realidad la cripta en donde yacen los restos mortales del prohombre es una cápsula del tiempo, en donde reposan los documentos que redactó en sus últimos momentos mortales. Decide que es el momento de conocer lo que pensaba en realidad el Gigante Eterno, como se le conoce.Tiene pensado exhibir esos documentos seminales que constituyen el postrero legado del líder en cadena nacional de medios radioeléctricos, electrónicos y afines, en una ceremonia digna del magno onomástico que está a punto de ocurrir.

Una cuadrilla de hombres condenados a muerte es la encargada de destapar la cripta que permanece cerrada, allá en el Cuartel de la Montaña, desde aquel día de marzo de 2013. Un pelotón del ejército custodia a los 5 hombres que se aprestan a realizar la que va a ser su última labor. Armados de palas, picos, martillos y cinceles se disponen a levantar la pesada lápida de mármol macizo que cubre la cripta. Cabello Moros aguarda impaciente por el momento en que por fin tendrá en sus manos esos preciados documentos.

Por fin la labor culmina. Los 5 hombres depositan la lápida en el suelo con todo el cuidado del mundo. El ambiente se satura de un olor pestilente a azufre. El pelotón esposa a los condenados, lo lleva afuera y procede a su ejecución. Un tiro en la cabeza de cada uno es suficiente para garantizar su silencio. Fidel Cabello no aguanta más su impaciencia, manda a desalojar a todo el personal que está todavia en el lugar y se precipita a revisar el interior de la cripta.

Lo que observa lo sorprende y horroriza. El Comandante lo mira con sus ojos abiertos, y una sonrisa irónica. Cabello cree desvanecer, y piensa que en algún momento el cadaver le va a hablar. Sin embargo enseguida recuerda las leyendas que había escuchado sobre las avanzadas técnicas de embalsamiento a las que fue sometido el cuerpo del difunto y recupera la calma. Más sosegado, revisa con la ayuda de una linterna y ve que a un lado del cuerpo está una carpeta marrón. La toma, la abre, y constata que no está vacía. Un único papel, doblado, es su contenido. Lo desdobla con todo cuidado, y una vez desplegado ve atónito que no tiene nada escrito. En cambio, tiene el dibujo de una mano, con los dedos índice y anular recogidos y el medio extendido.

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