Juntando todo el valor, el autocontrol y la calma que pude, llamé un día a Helga. Fue, que otra cosa ha podido ser, una conversación tristísima. Traté de no cuestionarle nada, de escucharla sin emitir ningún juicio, de asentir y aceptar mis culpas. Pero...
Utilizamos cookies para asegurar que damos la mejor experiencia al usuario en nuestro sitio web. Si continúa utilizando este sitio asumiremos que está de acuerdo.Estoy de acuerdo