A este comunista si le creo: La historia de John Dresnok

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Una de las poco conocidas historias de la ya olvidada (y relegada) Guerra de Corea (y el período de tensiones que siguió entre las dos Coreas, en la Zona Desmilitarizada), es la deserción de los soldados norteamericanos John Dresnok, Larry Abshier, Charles Jenkins y Jerry Parrish hacia Corea del Norte. Cuatro hombres que decidieron, de propia y libre voluntad, huir hacia uno de los paises comunistas más extraños (y mas Orwellianos, en todo el sentido de la palabra) en el punto más álgido de la Guerra Fría.

De Jenkins se supo en el 2002, cuando se anunció que vivía (todavía) en Pyongyang y luego en el 2004, al reunirse con su esposa en Japón, tras dos años de separación (la esposa de Jenkins, Hitomi Soga, había sido secuestrada por agente norcoreanos en la costa del Japón a finales de la década de 1970, y la había pasado desde entonces en el «reino ermitaño» coreano). De Abshier y Parrish se conocían sólo, además de detalles aislados (y su participación en la serie de propaganda Norcoreana «Héroes sin Nombre«), las fechas de sus muertes (1982 y 1998, respectivamente). Del que se sabía mucho (por ser el más notorio), y poco era de John Dresnok. Ningún occidental lo había visto desde 1962.

Hasta 2006, fecha en que entrevistado por Daniel Gordon, cineasta británico responsable de otro gran documental acerca de Corea del Norte («El juego de sus vidas«). En Crossing the Line, oímos de primera mano, el testimonio de John Dresnok, sus familiares y conocidos, sus razones para «emigrar» a Corea del Norte, las dudas que tuvo en sus primeros años en el país asiático, y el porqué jamás (sin importar la suma de dinero que le ofrecieran) volvería a los Estados Unidos. De soldado raso en el ejército de los Estados Unidos, a comunista convencido en el curso de cuarenta años.

A este comunista si le creo. Puedo tomarme en serio su perorata, porque parece (al menos) que ha tenido el guáramo de asumir su rollo, y vivirlo. Para este señor, el socialismo/comunismo no es hipsterismo cool, o rebelión de silla de salón, enfundado en unos Converse, recitando frases sueltas de Das Kapital.

¿O más bien será que dice (y cree) todo eso, porque no le quedó otra?

Juzguen por sí mismos.

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