Segunda jornada en Festival de San Sebastián

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La realidad sigue extrapolándose en el certamen de Donostia, donde el pasado funge de caja de resonancia del presente. Otras tres películas vinieron a reconfirmar la idea pivote de la programación en la muestra general del país vasco.

Así, descubrimos una conexión entre “Argo”, “No” y “Après Mai”, cuyos guiones se desarrollan sobre hechos puntuales acontecidos en el siglo XX: la toma de la embajada americana en Irán por parte de los extremistas musulmanas durante la época de Carter, la salida de Pinochet a través de una exitosa campaña política de oposición y el ocaso de la primavera gala en los sesenta.

Cada film propone una lectura colateral y alegórica del estado actual de la política nacional e internacional.

Para Ben Affleck, el problema del choque de civilizaciones no dista de ser una extensión de la típica película de suspenso de los setenta, con una gran misión de rescate de por medio y un padre acomplejado por la culpa pero devenido en el héroe de la causa americana, a merced de unos villanos de utilería.

La filosofía del autor no escapa de los avatares del enfoque republicano y reaccionario, en blanco y negro, aunque luce de avanzada y progresista. La llegada del realizador con su séquito de guardaespaldas, constata su sentimiento de paranoia y miedo. Lo peor de “Argo” radica en su óptica ochentosa de secuela de “Rambo”. Sin embargo, la ironía de su libreto posmoderno la redime.

En una segunda aproximación, el largometraje se rescata como una acertada sátira de las operaciones encubiertas de la CIA en el extranjero, al equipararlas con el teatro del absurdo de Hollywood.

De principio a fin, disfrutamos de una suerte de remake de “Todos los Hombres del Presidente” en clave de “Team América” bajo la batuta de unos espías con pinta de productores de la meca.

El subtexto juega a equiparar la hazaña con el montaje de un melodrama espacial a la manera de “Star Wars”. Unos muñequitos de la serie de George Lucas cierran la función, mientras corren carteles explicativos. El humor desarma la posibilidad de concluir con una moraleja solemne y binaria. La guerra fría de ayer y hoy es un reflejo de una copia de la franquicia de Luke versus Darth Vader. Homenaje al thriller de aire retro al estilo de George Clooney.

Por su lado, Pablo Larraín opta por dibujar y llenar su paisaje con tomas de archivo extraídas del entorno del plebiscito en Santiago para sacar al gorila del cono sur. Gael García Bernal es el Ben Affleck de la trama y mueve los resortes del argumento colectivo centrado en un personaje anónimo, un quijote desconocido de su tiempo, golpeado por el divorcio y el desconocimiento de su talento. La circunstancia le permite recomponerse y redimirse como un clásico arquetipo de la mitología conservadora. El padre, el hombre en crisis salva a la patria en extremis, para evitar el secuestro de la democracia a manos de los dictadores. Tampoco logramos rehuir del esquema de buenos contra malos. De nuevo, el ejercicio de la distancia equilibra la balanza del diseño de la ficción.

Con sutileza, “No” describe el triunfo del lenguaje de la publicidad “alegre” sobre los contenidos duros de la política de antaño. Origen de la victoria del marketing por encima de las pesadas denuncias de antaño. La película muestra el horror del período. No obstante, le propone una respuesta lúdica. Al despotismo de izquierda y derecha, le opone la visión optimisma de un comercial cantado. El público quiere el pan y circo. La única forma de derrocar a un simio es dándole el giro a sus armas de la demagogia. “No” logra la proeza de contarse como un relato romántico grabado con cámaras de video de la televisión de los ochenta. El efecto es hipnótico, embriagador y casi onírico.

“Après Mai” nos señalará un camino similar al inspirarse en la nueva ola francesa, para ilustrar el pequeño ascenso y descenso de una pandilla de soñadores de la rebeldía de los años de la efervescencia revolucionaria. Oliver Assayas despunta con una obra maestra, un poco imperfecta y errante, dignificada por un desenlace abierto. Los chicos de la poética socialista terminan siendo cooptados y progresivamente devorados por el propio sistema. Unos mueren físicamente. A los demás se los devora el arte, el fashion y la burocracia. Continuidad con la crítica de “Carlos”. Acertada mirada deconstructiva al movimiento indignado e hispter del tercer milenio.

Mañana extenderemos el comentario.

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