CCDD desde mi timeline

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De vez en cuando hay eventos que monopolizan mi timeline, eventos que van desde «¿Quién quiere ser millonario?» todos los domingos, alguna entrega de premios faranduleros o partidos de fútbol, hasta debates de candidatos presidenciales o la espera eterna de resultados electorales. En la noche del jueves lo que acaparaba al menos el 80% de los comentarios que leía era un cortometraje llamado «Caracas Ciudad de Despedidas». Como no podía dejar de ser parte de la conversación común me dispuse a verlo, pero gracias a la supervelocidad de descarga de ABA me dio chance de contaminarme antes con algunas críticas, que iban desde la sátira al mandibuleo hasta deseos de echar del país a l@s protagonistas, cosa que me hizo elevar las expectativas. Pero después de verlo, no entendí el revuelo y pensé que algo así serviría nada mas para hacer un par de chistes acerca de la forma (cosa que efectivamente hice).

Pero con el paso de las horas, la viralidad de las redes sociales surtió su efecto y en torno al dichoso video surgieron miles de tuits, decenas posts en blogs personales, unos cuantos memes y algunos hashtags en los trending topics que han logrado mantenerse por varios días, todo un fenómeno por esos predios. Cuando noté lo pegada que estaba la gente con el tema, empecé a intentar darle explicación a las reacciones, tanto por su número como por su contenido. No sabía muy bien por qué las críticas y argumentos expresados en el video -que seguramente no era la primera vez que escuchaba- estaban generando tanto ruido. Parece que habían tocado alguna fibra.

Marx me dió la clave: «El ser social es lo que determina la conciencia del hombre» y no al revés. El ser social tiene que ver principalmente con las condiciones materiales de cada quién, y eso es lo que determina su conciencia. Mi conciencia y la de mis pares que comentaban el video es de clases medias/medias-bajas pelabolizadas, es por eso que donde l@s cham@s del video ven un análisis arrechísimo de la situación actual, nosotros vemos una pila de sifrin@s hablando frivolidades sobre un tema que consideramos mas que serio, dramático. De entrada el problema parecía ser de clases, pero es mas que eso.

Muchos de nosotros (y con «nosotros» me refiero a l@s espectador@s cuyas impresiones leí y en ocasiones compartí total o parcialmente) habíamos experimentado en algún momento el mismo conflicto interno que la gente del video sobre irnos o quedarnos en el país, pero a diferencia de ell@s, nuestras consideraciones son de otro estilo. Mucho mas graves que un exceso de fiestas de despedida. Por eso no entendíamos, no entendemos, y peor aún, no queremos entender. No les perdonamos -con toda razón- que trivialicen de esa manera tan alegre nuestro drama personal. Sus razones son desconocidas para nosotros, y como siempre lo ha hecho el ser humano, reaccionamos con miedo ante lo desconocido, miedo que nos lleva a atacar o a ridiculizar, con el fin de asimilar por la fuerza o al menos hacer menos temible aquello que desconocemos. Por eso los chistes sobre negros, extranjeros o gays son los mas fáciles y comunes, porque ese es el principio de todas las fobias sociales. No es de gratis que todas se curen conociendo.

El profesor Sebastian Cova lo ejemplificó muy bien en sus tuits, las reacciones fueron muy parecidas a: «…cuando te duele mucho una muela y, al quejarte, hay quien te recuerda que muere gente de cáncer linfático» o «como cuando lloras porque tuviste que sacrificar a tu perro de 15 años y sale alguien y te dice que le mataron a su primo de 3 tiros o como cuando te duele el que se haya muerto Michael Jackson y alguien pone en Twitter que en África hay niños hambrientos y enfermos.». De tal manera que, además de tener una explicación simple al apelar a las diferencias de clase, el problema es de empatía.

La parodia humoristico/reflexiva del video, el comunicado del equipo creador y la entrevista a la directora dan cuenta de eso: nadie l@s entendió a ell@s y ell@s tampoco se han tomado la molestia de entender a l@s demás, nadie se entiende. Hay quien piensa que la responsabilidad principal de resolver los problemas de todos recae en élites económicas e intelectuales, pero como escribió mi amiga Laura Solorzano en su blog, muchos de esos jóvenes que recibieron la mejor educación «siguen sin entender el verdadero problema en Venezuela». Y esto no es mas que un reflejo de la profunda crisis que vive el país desde hace mas de 20 años (para muestra, el documental «Zoológico» de 1991), una que es causa y consecuencia a la vez de las crisis políticas, económicas e institucionales de las últimas tres décadas: la crisis de integración social.

Caracas, con su división no tan invisible entre los de «aquel lado» y «éste lado» es el ejemplo perfecto de esta crisis. Vivimos realidades paralelas que aunque se tocan no dialogan, y aunque dialoguen no quieren entenderse, y así es imposible transformar nada. Caracas necesita gente con ganas de entender, de derrumbar los muros que separan al este del oeste y tender puentes en su lugar, gente capaz de ponerse en los zapatos del otro, capaz de conocer la ciudad desde otras perspectivas y de unir visiones diversas para pensarla integralmente. Tenemos esa cuenta pendiente y en esta generación, con todas las herramientas de comunicación de las que disponemos, somos responsables de saldarla.

4 Comentarios

  1. Soy el unico misantropo por aqui en panfleto negro que tambien ha dicho alguna vez: «Maldita gente» o algo asi? Creo que he perdido la cuenta de cuantas veces digo que el metro es una mierda por la gente, y lo bueno que es cuando va vacio.

  2. Aunque comparto el sentimiento general de tu artículo, me parece que te equivocas si piensas que la superficialidad está directamente relacionada con el poder adquisitivo de las personas. En Venezuela la gente de pocos recursos tiene las mismas cotufas en la cabeza que los sifrinitos.

    Para muestra un botón:
    http://youtu.be/isT4zCbF0bg

  3. De acuerdo con Chorizo, es una tontería ofenderse por lo de que en Caracas estaría mejor sin gente cuando la ciudad si no está superpoblada debe estar cerca de serlo.

  4. Chorizo, Luis, en mi caso, mas que la validez o no de los argumentos de l@s muchach@s me ocupó la reacción que generaron, pero sobre la defensa de las argumentaciones me pareció bueno compartir lo que escribió Willy McKey al respecto aquí > http://prodavinci.com/blogs/ciudad-de-despedidas-y-alicates-2-0-por-willy-mckey/

    Warholio, justamente lo que se descubre es que la cosa no es tan simple como un problema de clases, sino de entendimiento. A nosotros por ejemplo no nos interesa entender por qué es@s cham@s se ponen una ortodoncia que no necesitan. Tendrán sus razones, pero nosotros antes de darle validez o no, preferimos no analizarlas siquiera. (OJO, me incluyo porque sean cual sean las razones, creo que usar ortodoncia sin necesitarla es una locura desde todo punto de vista)

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