¿Festival de Lectura de Chacao?

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Primeras impresiones. Domingo al mediodía. Poca o nula lectura. Mucha compra de libro usado, de segunda mano o de escaso valor literario. Consumismo. Descuentos. Pero también, precios inflados.
¿Novedades? Contadas con los dedos de la mano. Distribución exacta a la del año pasado. Alto sentimiento de «deja vu».
Un animador infantil es el centro de la atención, aunque su intervención no guarda correlación con el contexto.
El stand de los comics a reventar. El de las editoriales del gobierno, luce vacío y oscuro. Claudia acota: «los vendedores parecen una manada de cuervos». En efecto, andan de malas pulgas y con cara de gárgolas. Les debe incomodar salir de su castillo de «Grayskull» ambientado con la música de «Skeletor».
Tampoco le veo el queso a la tostada. A lo mejor es por la hora. Terminamos el recorrido y renunciamos a la búsqueda de cualquier ejemplar retador, fresco, de interés. No pienso gastar un bolívar de mi bolsillo en el último «experimento» de aquella joven «esperanza de las letras criollas».
Los ensalzados en su propia tinta no me gustan. Menos cuando son del patio nacional. Surgieron a consecuencia de la crisis. Los fabricaron para suplir la ausencia de oferta extranjera. Ahora dominan la fachada del mercado. Sin embargo, logran subsistir en el país gracias al bloqueo. Al margen de aquí, pues no tienen vida. Les falta carne formal y conceptual. Quieren ser Bolaño en el 2012. En realidad, los procesan como boloña. ¿Habrá futuro para ellos? Seguro, en Festival de Lectura 2013.
Al fondo de la plaza, me consigo con unos viejitos sentados. Escuchan música de antaño. Es la única imagen poética del trayecto. Me devuelven el reflejo nostálgico de una ciudad extraviada en la memoria para mi generación. Una Caracas de paz en el espacio público.
En resumen, el reencuentro con la calle, alrededor de la cultura, justifica el evento, más allá de sus defectos.
Lo demás es demagogia y habladuría.
Tal como la etiqueta de «Festival».

8 Comentarios

  1. Esa feria rezuma vanidad por todas partes. Debería llamarse como la novela de Thackeray, La feria de las vanidades (Vanity Fair). Es un acto social al que se va por pura voluntad de pose.

    El programa de atracciones incluye por igual a payasos y a mujeres intelectuales que leen en formato de conferencias sus farsas, con toda la solemnidad del caso.

    PD: Por cierto, los libros recién presentados se venden muy caros; si esperas hasta la feria siguiente, verás los mismos libros a menos de la mitad de lo que cuestan hoy. No te preocupes por las existencias, que esa basura no se agota; y si se agota, siempre hacen segunda edición.

    Saludos, Monsalve.

  2. A los que les gusta la crítica de lo nuevo:

    Ana Teresa Torres es actualmente la escritora preferida de muchas mujeres y de no pocos afeminados a quienes horroriza la idea de quedar relegados por la última moda literaria.

    Su producción se compone básicamente de novelas y de ensayos. Las primeras son por lo común variaciones de una novela familiar feminista, cuyas protagonistas aspiran a gobernar algo más que una casa y un marido.

    Con eso se busca que el lector crea que lo mejor para él sería irse a vivir cuanto antes en la república de las mujeres, algo que equivale a tomarse en serio la farsa Las Asambleístas de Aristófanes, una lectura que la autora realiza probablemente sin ser consciente de eso. En realidad los libros de Ana Teresa Torres (y afines) lo que hacen es solemnizar un antiguo chiste de la literatura. Ese es precisamente su valor, si lo tienen.

    Sus ensayos son de tema cívico y representan críticas en contra de la adoración a los padres de la patria, sin duda porque Ana Teresa Torres preferiría que fueran las madres de la patria.

    Por eso, Superlector, a ti me dirijo: corre a comprar sus libros en la feria. Ve rápido, que se agotan…

  3. Errata: «… es la escritora preferida de muchas mujeres académicas…» Las mujeres normales (aunque también buena parte de las académicas) leen Harry Potter o novelas de vampiros. Las mujeres de la vida leen a Paulo Coehlo y a García Márquez, en ese orden. Garantizo la fiabilidad de estas apreciaciones.

  4. Vayan mis respetos y admiración a la profesora de letras que es la homenajeada en la feria de Altamira. Hasta ahora no sabía que lo fuera. No quisiera que se extendieran mis insultos hasta ella, que fue la única de la que aprendí algo que valiese la pena en la universidad. Por lo que concierne a las demás, insultos son pocos; merecerían algo verdaderamente escarmentador y ejemplarizante.

    La afirmación de la profesora de que «hay mucho libro que hace daño», que en principio se refiere a la autoayuda, podría aplicarse también a los libros de las demás escritoras que protagonizan la feria, en especial a la que mencioné en los primeros comentarios.

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