Hunger Games: Jugar con el Hambre de los Indignados

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El Distrito 12 sacrifica a su “Juana de Arco” en el altar de los “Hunger Games”, organizados por el Gran Hermano de barba blanca en el mundo feliz, a la manera darwinista de “Batalla Real” , “Survivor” o del falso documental, “Los Juegos de la Muerte”.
En el pasado, las provincias y márgenes del estado distópico se alzaron para reclamar los derechos sociales y demócraticos de la república, tal como hoy lo hacen los indignados alrededor del planeta tierra.
Para controlarlos y disuadirlos, el gobierno primero los reprimió a sangre y fuego, en la tradición de Ben Alí, Mubarak y Gadaffi al comienzo de la primavera árabe.
La policía del pensamiento dispersó y aniquiló a la resistencia, bajo la influencia de “1984”, la historieta gráfica de “V de Vendetta” y el diseño de los uniformes blancos de “THX 1138”, la obra maestra de George Lucas antes de “Star Wars”.
La rebeldía juvenil debía ser cosificada en los setenta y ahora en el tercer milenio, desde el laboratorio de la industria cultural. A tal efecto, el sistema de la sociedad del espectáculo concibió la creación de un circo romano, mitad “Gladiador” y “Guerra de las Galaxias”, para brindarle una pequeña porción de esperanza al pueblo esclavizado de la periferia.
A falta de pan, se impuso el régimen del ascenso social a través de la competencia salvaje en la arena mediática. Una cruenta ilusión, fabricada por el “Big Brother” y el “Mago de Oz”(Javier Melero dixit), con el propósito de mantener aplacados y domesticados a los borregos de “La Aldea” en forma de “Canino”, cuyos límites son trazados por alambres de púas al estilo de los campos de concentración de “El Niño de la Pijama de Rayas” y “La lista de Schindler”.
Por ende, el fantasma de Auschwitz-Birkenau seguía demarcando nuestro destino de pesadilla expresionista en el futuro inmediato, al servicio de las trampas publicitarias del cuarto poder.
Entonces, el Príncipe devino en un híbrido posmoderno extraído de una fusión contemporánea de referentes disímiles: el culto a la personalidad de los tiranos telegénicos(Sarko-Obama-Chávez-Dama de Hierro), el carácter fascista de los dictadores del siglo XX(Duce-Hilter-Franco-Stalin) y la imagen de los ancianos bondadosos de la aristocracia de Hollywood.
Nuestro Comandante Presidente Coriolanus Snow, resulta siendo una proyección de las tesis y teorías de Maquiavelo, encarnadas en la figura de un Donald Sutherland de andar por casa, de aspecto familiar, aunque con dientes y voces de “Fausto”.
Habla como el misterioso doble espía de “JFK” y tiende a guiñarnos con su ojo de “Invasion of the Body Snatchers”. A lo mejor es un replicante de ellos.
A su lado, cuenta con el respaldo de un fiel operador psicológico, encargado de tocar y administrar las teclas de su sinfonía del horror. Melero lo compara con Christof de “Truman Show”. De hecho, ambos fracasan parcialmente en la pretensión de doblegar a sus conejillos de indias, con una gran diferencia. Jim Carrey abandona el decorado. La procesión apocalíptica de Katniss y Peeta, apenas comienza. La ironía estriba en la sutil ambigüedad del desenlace.
Ni hablar del contenido total del metraje. El profesor Eliseo Verón lo dijo muy bien en su análisis del trasfondo del género del reality show: ¿ellos son o se hacen las víctimas, los victimarios, los tórtolos, los enamorados, los héroes?
La respuesta queda clara en la puesta en escena del genio de Gary Ross, quien planteó un dilema similar en la enorme , “Pleasantville”, reflejo de un mundo kafkiano cincelado como espejo de un sitcom de los cincuenta.
Hoy ya no hay espacio para la recuperación de la nostalgia en blanco y negro, según el realizador en oposición a la tramoya de “El Artista”.
En su lugar, la pantalla solo puede recrear el teatro del horror y del pánico de un país, de un universo como el actual, sumido en la política de la demagogia con el exclusivo propósito de disfrazar el caos y el colapso, de carnaval siniestro de buenos y malos.
Así, la depresión económica y el robo descarado de la nación por parte de la mafia corrupta, logrará apañarse y ocultarse con la fachada de programas aspiracionales y maniqueos por la senda de “American Idol” y “Operación Triunfo”, gestados para repartir migajas y consolar a las almas en pena de los cinturones de miseria.
El poder los obligará a matarse como tributo y recuerdo del genocidio de la población en el altar del horario estelar. El montaje de su guerra virtual, los deshumanizará y los conducirá a comportarse como bárbaros sacados de un video game con “fatality” incluido.
El único afecto se los proporcionará un mentor alcoholizado, brillantemente incorporado por Woody Harrelson en un papel autobiográfico de “Asesino Nato”, y un bizarro diseñador de modas con el toque fashion de Lenny Kravitz. Por desgracia, cada uno es una ficha instrumentada del ajedrez.
Harrelson cumple con buscar patrocinio para sus aspirantes a estrellas y Kravitz lleva con dignidad su oficio de vestir de gala a sus advenedizos. Son pobres fichas pervertidas por el concurso, a escala de “Miss Venezuela”.
Por último, Stanley Tucci ofrece un recital de padre y señor nuestro, como el conductor cínico y descarado del “Sábado Sensacional”, en una variante de su rol para “Burlesque”. Ríe y gestualiza de manera grotesca, frente a una audiencia de esperpentos esnobistas de caricatura de David Lynch. Verbigracia, el sello “Twin Peaks” del personaje gótico y burtoniano de Elizabeth Banks.
A los muchachos los sueltan en el bosque de “Crepúsculo” para obligarlos a morderse como lobos y amarse forzadamente como vampiros románticos de la familia Cullen. Los titiriteros mueven a las marionetas a placer por un proscenio de emociones encontradas.
Los encaminan a la degollina segura y a la resurrección por la vía del emparejamiento deseado por la masa embrutecida. Por tanto, de la destrucción mutua asegurada de “Tron”, derivamos hacia los linderos subjetivos y objetivos de “Amanecer”, al calor de una óptica deconstructiva e iconoclasta.
Gracias al director, cobramos conciencia de la falsedad y de la impostura del happy ending, cual “Brazil” en fase de “Blade Runner” con la cámara nerviosa e implacable de “Vuelo 93”, mientras Steven Soderbergh filma en la segunda unidad y su editor corta al pelo el material bruto.
Los ratings suben, los telones descienden y los espectadores de la charada aplauden con sus ínfulas de materialistas histéricos. Evocan la galería de adoradores del becerro de oro de las entregas de Premios en Los Ángeles y Caracas(Pepsi). Portan trajes de Lady Gaga. El corte y la costura revelan su capacidad de fungir de cómplices de la depravación moral. Problema discutible.
Los ganadores regresan a sus distritos con pinta de perdedores.
Los espectadores aguardamos por el desenlace de la hegemonía.
¿Nos conformaremos con la victoria de los chicos de la fantasía catódica? ¿Volveremos a las calles a protestar?
Por lo visto, no le podemos pedir tanto a “Hunger Games”. ¿O sí?
Por lo pronto, los dueños del negocio(Lionsgate) se frotan las manos con las ganancias en taquilla de la cinta. Ahí radica la máxima paradoja de “Los Juegos del Hambre”. Su parecido con la otra serie de la compañía, “Saw”. Prepárense para las secuelas indiscriminadas.
En síntesis, la película sacia el apetito y engorda las arcas de los mismos creadores de la franquicia, supuestos defensores de la libertad. Mentados críticos del status.
Me huele a la trampa de la guerrilla comunicacional del PSUV.
Solo favorece al Coriolanus Snow de Miraflores.
Atención.
Ojo.
Sea como sea, fija en mi lista de lo mejor del 2012.

2 Comentarios

  1. «Prepárense para las secuelas indiscriminadas.» Jajaja no nos tenemos que preocupar, está basado en una saga de tres libros, la cual termina de manera muy subversiva tomando en cuenta que se trata de Literatura Juvenil) dejando claro que a Suzanne Collins no le tembló la mano como a JK Rowling.

    Por otra parte, ver a Jennifer Lawrence liderizando una franquicia es simplemente genial, pues es una plataforma perfecta para demostrar su talento(cuyo brillo ya había destellado en el mundo indie con Winter’s Bone)con toda la proyección que se merece y nos brinda una heroína alejada de femme fatales de figura famélica o absurdamente sexualizadas (Zoe Saldaña, Angelina Jolie)y ni que decir del penoso personaje de Bella Swan, afortunadamente llegó Katniss con sus llamas y la chamuscó por completo.

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