Gigantes de Acero: El Boxeo del Futuro

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La aceitada maquinaría de producción de Steven Spielberg, ataca de nuevo, con su toque de midas, al convocar a puros gigantes de acero de la meca en la ficha técnica de “Real Steel”, verdadera masa de mole comercial, hecha con lo mejor y lo peor del mercado de consumo de desechos industriales, entre el sentimentalismo de las relaciones edípicas, la instrumentalización de los valores de la contracultura ciberpunk, el control de las riendas de la ciencia ficción y el manejo de los resortes emocionales del público, a través de una clásica historia de redención, para toda la familia.
Suerte de depuración y esterilización quirúrgica de «Fight Club», con llanto en vez de dolor y sangre.
Versión “clase A” del mismo entramado paternal de “El Luchador”, donde el veterano del ring consigue una segunda oportunidad de alcanzar la cumbre del éxito, gracias al reencuentro fortuito con el hijo perdido y abandonado, quien le enseñará una lección de autoayuda, a punta de clases de boxeo virtual.
Invencible mezcla de golpes bajos, secundados por una agresiva campaña de publicidad encubierta, para la gloria de cuanta marca de refrescos existe.
Por ratos, el niño pródigo solo se alimenta con “Red Bull”, “Dr. Pepper” y gaseosas de diseño. Nadie sabe cómo no se muere de un paro cardíaco hacia la mitad del metraje. Igual harán un chiste sobre el particular, para compensar y equilibrar las cargas. Falso mea culpa de una cinta irresponsable, en su manera de vender veneno como algo bueno para la creatividad de los niños. Varias organizaciones y comunidades deberían protestar por dicho contenido subliminal de la pieza.
De hecho, la bebida energética fue prohibida en diversos países, por su propensión a alterar el ritmo cardíaco de los jóvenes. En lo personal, no voy a impugnar y a condenar al film por ello. Sin embargo, me parece importante develar sus propósitos y despropósitos mercantiles de cara a la demanda infantil. De ahí surgen las principales falencias de la obra, cuyas virtudes son, por demás, discutibles.
En términos narrativos, el guión luce tan perfecto como programado por ordenador, para activar lagrimales y despertar conciencias dormidas, carentes de atención. Cada línea y secuencia lleva implícita la marca de un relato trillado, harto examinado en el laboratorio de Hollywood.
Así, la planificación robótica del libreto, nos impide terminar de identificarnos con una trama clásica, de superación de la adversidad, inspirada en miles y cientos de referentes empaquetados al vacío, cual fusión de “Rocky”, “Transformers” y “Wall-E”, al calor de un mensaje a favor del rescate nostálgico de los hitos conservadores del sueño americano, en oposición al mundo de lo alternativo, lo multicultural y lo avanzado.
Por defecto, los héroes serán blancos, anglosajones, machistas, vaqueros, emprendedores y representes de una tecnología anticuada y artesanal en desuso. En cambio, los villanos proceden de las periferias y amenazan con imponer sus metodologías sintéticas a la tierra de las libertades individuales.
Por ende, regresamos a un estadio superado de la guerra fría, próximo a la imaginería de Balboa versus Drago, aunque ahora un Japonés frío y arrogante ocupa el lugar del “Terminator” ruso. De cualquier modo, otra mujer fatal de la vieja Europa encarnará a la figura de Brigitte Nielsen. Es uno de los lastres del subtexto.
“Real Steel” alimenta la fantasía paranoica, provinciana y propagandística, de la revancha del pueblo noble de los Estados Unidos frente a los tigres de papel de Asia y compañía. Toda una tendencia contemporánea adscrita a la corriente de trabajos como el remake de “Karated Kid ” y “Kung Fu Panda 2”.
En consecuencia, se busca edificar y cincelar una fábula demagógica, al gusto de los intereses de los contribuyentes en crisis. Comprarán el discurso, responsabilizarán a los chinos por la depresión y le elevarán la autoestima a una audiencia en bancarrota, a costa de la repetición del cuento de David y Golliat. No salimos del círculo vicioso de «Iron Man» y «Cowboys & Aliens», en defensa de la soberanía, tras el once de septiembre y la guerra del medio oriente.
Lastimosamente, la realidad de la economía mundial es distinta. Los nipones marcan el rumbo y resulta cuesta arriba competir con sus sofisticados engranajes de quinta generación. De paso, el retorno propuesto por “Gigantes de Acero”, constituye una pequeña mentira o una enorme impostura. La propia empresa del largometraje, con sus efectos especiales del alto impacto, la desmiente. Es la paradoja de abogar por el humanismo del progreso, al costo y al precio de manufacturar una arquitectura monstruosa y colosal de artilugios.
Me recuerda la hipocresía de “Titanic” y “Avatar” , amén de su moraleja ecológica. Aquí distinguimos las irregularidades del evangelio del compromiso social y de la filantropía corporativa. El atajo para lavarle el rostro a los dueños de la fábrica de ilusiones.
En descargo del director, “Real Steel” funciona mejor cuando se dedica a operar sin complejos, como un parque de atracciones para grandes y chicos, al ritmo de su música cool, sus coreografías de Justin Bieber, sus peleas de video juego, sus situaciones autoparódicas, su hiperviolencia de “animé” y sus clichés de blokbuster incombustible, a la cadencia de la cámara lenta y el piloto automático de la acción acelerada.
En suma, un apetecible placer culposo, saldado como un hijo audiovisual de “Frankenstein”, “Inteligencia Artificial” y “True Grit”, al servicio de los amantes del second life.
Yo la disfruté horrores, a pesar de lo dicho.
Es una irresistible oferta para la navidad.
Lleven pañuelo y prepárese para gozar de lo lindo.
Me provoca bailar como el protagonista.
El acierto de “Real Steel” radica en su absoluta desmesura y en su brillante revisión de un cine primitivo, no menos de vanguardia.
Así filmaría Edison, sus peleas de gallos, en la actualidad.
Como plus, un comentario melancólico sobre la corrupción del deporte(tipo «Moneyball»), aunado a un inmenso segmento de introducción.
Shawn Levy domina el oficio.
Ni hablar del recital de Hugh Jackman. Su entrada en la noche y su despedida, son inobjetables.
Cúspides del mainstream en el 2011.
Pendientes.
No moja pero empapa.
Si te descuidas, te noquea.
Es mi «Iron Giant» del tercer milenio en 3D.
Full manga, cien por ciento Miyazaki, en ocasiones.

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