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Like a Water: Golpes del Destino

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Like a Water: Golpes del Destino


Voy a comenzar con una sentencia lapidaria un tanto manida y latosa pero no menos cierta. Si “Reverón” es el mejor largometraje de ficción venezolano del año, “Like a Water” figura solo en el podio del renglón documental, muy por encima de sus mediocres y escasas competidoras. A “El Sonido de los Niños” le saca diez o doce cuerpos de ventaja. La de Beto es predecible y monocorde. La de Pablo Croce sorprende a propios y extraños, después de ganar merecidamente su premio en “Tribeca Film Festival”. Lamentablemente, según entendemos, carece todavía de fecha de estreno en el país.
Por ende, para llenar el vacío de la cartelera nacional, el director tuvo a bien la idea de organizar una proyección doméstica en la acogedora morada de Jairo Gudino, bajo el marco de una iniciativa desarrollada por Verónica Ruiz Del Vizo y sus colegas del medio para llevar el arte de los lugares de costumbre a las casas de los diversos exponentes del gremio cultural, como una forma de combatir el desmembramiento de la polis y reivindicar espacios no tradicionales de construcción de la ciudadanía.
Por supuesto, constituye una respuesta ante la pérdida de referentes institucionales y oficiales de la escena nocturna, a consecuencia de la inseguridad. Síntoma de los tiempos en un contexto donde te pueden robar tranquilamente durante la función de una película de Cinex. De seguro, ello despertará una sano debate a futuro sobre el devenir de lo público en privado y viceversa.
De hecho, el evento pareciera suponer un regreso defensivo al refugio de élite del entretenimiento de salón, a la manera de una burbuja de cristal, hermética y evasiva. Pero nada menos cierto.
La invitación nos llegó por internet, asistimos con botella en mano, entramos sin ningún problema y recibimos adentro un trato amable por parte de los promotores del encuentro.
No había lista V.I.P. y era un ambiente clásico de fiesta tipo “open”,de bar Canaima(cada quien lleva su vaina). Cerveza Zulia patrocinó las diez cajas de birras y el alcohol supo aliviar las tensiones naturales entre los grupos de conocidos y desconocidos, apocalípticos e integrados, consentidos de la farándula y asomados por esnobismo, disidentes y conservadores.
Por la química del instante, el entorno lograba compenetrarlos y obligarlos a comunicarse,a romper sus barreras de siempre, establecidas desde la red social hasta los nichos del mercado de consumo.
Las estrellas locales debían descender del pedestal y compartir con los seres anónimos de la urbe. La reunión los emparejaba y los igualaba.No es poca cosa, si consideramos la cantidad de obstáculos y trabas impuestas en la actualidad por la política y sus derivaciones sociales. Así también se le echa un parado a la polarización del siglo XXI. Ojalá se repita pronto y consolidé en el imaginario colectivo como una apuesta digna.
Acto seguido, comenzó el prólogo de la jornada con la presentación de un corto discutible, “Aguaviva”, realizado por Virginia Urreiztieta.
Lo sentí flojo, pedante, solemne, aclichetado y demode, aunque me gustó su fotografía( no exenta del típico aire de galería kistch de revista Vogue). La falta de subtítulos distanció a muchos de su contenido. Mis amigos le consiguieron defectos de guión, puesta en escena, interpretación y carga dramática. Lucía como un trabajo demasiado filtrado por el tubo academicista y supuestamente liberal de NYU.
Por fortuna, el inmediato arribo de “Like a Water” nos hizo olvidar el trago amargo, a partir de una secuencia introductoria de puro lujo. Un material de archivo de Bruce Lee nos da la bienvenida, explicándonos el significado de la frase “como el agua”.
Luego explotan unos créditos memorables en la pantalla con música de “Cypress Hill” de telón fondo. Yo deliraba y gozaba un imperio. La pieza jamás defraudaría las expectativas sembradas en la increíble obertura.
La experiencia de Croce en el campo de la industria del video clip, le imprime un ritmo y un tono avasallante a la historia, centrada en la espera de un combate decisivo con un luchador americano por la defensa de la corona.
De facto, evocamos la estructura de los grandes hitos del género boxístico: “When We Were Kings”, “Thrilla in Manila”, “Facing Ali” y “Boxing Gim”,según las coordenadas la dura realidad del mundo pugilístico.
Pablo observa y acompaña a su protagonista con la cámara, para registrar su tormentosa, sacrificada y alienante rutina de entrenamiento, cercana a un calvario de “Rocky” antes de enfrentar a un oponente. La gran diferencia estriba en el enfoque. “Like a Water” no es un juego de carritos de “Hollywood”.
Muestra y exhibe la dureza de una disciplina,el Vale Todo,cuyos daños colaterales nunca son censurados, atemperados o glorificados. De ahí la contundencia del cierre, cuando el campeón se despide en una ambulancia, tras ganar su lucha. Pablo coincide aquí con la metáfora de “The Wrestler”, al concluir con un final agridulce y cero esperanzador. El personaje batalla y se mutila el cuerpo para sobrevivir y obtener el reconocimiento. Sin embargo, su redención le destroza las entrañas y lo conduce a la clínica( al cadalso de “La Pasión de Cristo”).
La mirada estética del director rehuye del conformismo y del optimismo, al desnudar las contradicciones del negocio y de la sociedad americana. Detrás del conflicto central, descubrimos la semilla de la intolerancia, la xenofobia, el racismo y la soledad. Pablo graba a su antihéroe perdido en la traducción, aislado y desconectado como un “extraterrestre”, como un marciano, extraviado en el laberinto del espectáculo, la fama y el materialismo histérico.
Verbigracia, en un fragmento clave, Croce refleja el artificio del parque temático de la Vegas, de cara al viaje exterior e interior de su arquetipo, mientras contempla el éxtasis efímero de las luces de bengala de un Casino. Quizás es un espejo de él mismo, quien teme quemarse como Ícaro. Allí radica parte de la potencia semiótica de “Like a Water”.
Además, la función se beneficia de la comedia involuntaria del contrincante fanfarrón, próximo a una versión posmoderna de John Cena.
Aparte, el humor negro se desprende de las acertadas e irónicas acotaciones del carismático Anderson en ruedas de prensa y trámites de semejante tenor. La carcajada estalla con el cameo de Steven Seagal, incapaz de articular una frase y enfundado en su eterno traje de celebridad vintage, con cara de Póker, de tabla. Por consiguiente, se hacen obvias las relaciones con la memoria audiovisual de los ochenta, de “Karate Kid” a “Contacto Sangriento”.
“Like a Water” sería una revisitación iconoclasta e iconofílica de la tendencia, dispuesta a cuestionar y reforzar la mitología de los súper machos del pasado.
Los encuadres en movimiento respaldan la argumentación de la tesis, y permiten abrigar múltiples planos de lectura. El subtexto habla del triunfo de la humildad frente a la prepotencia, y a la vez, de la persistencia de ciertas guerras étnicas no resueltas y declaradas.
Pablo Croce revela la cruenta trastienda de los circos romanos del presente, y de cómo los deportistas son conducidos al matadero por la explotación de su carnicería.
Por último, guarda parentesco con la lección de Marcel Rasquin en “Hermano”: construir su propio destino a través de las patadas.
No confundir con una terapia de autoayuda.
No es Paulo Coelho.
Esperamos con ansías por la segunda de Pablo Croce.
Mis sinceros respetos.

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