Carta a mi insurgente

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Madrid, septiembre de 2010

Mi Querido Insurgente:

Compañero… Ponga atención…

Compañero, yo no puedo asegurarnos un futuro certero…. Se me acabaron las adivinaciones propias el día que usted decidió que sería «egoísta» -para su suerte-. Cuando en aquella buhardilla plantó en mi la duda y el deseo, las ganas de reencontrarlo al otro lado del océano.

Yo no le puedo prometer que le daré hijos y les pondremos nuestros nombres; que usted cocinará y yo fregaré los platos; que tendremos interminables veladas apacibles compartiendo cultura a 33 revoluciones por minuto o a 524 pulsaciones de Royal aún así tengamos 100 años. Ni me atrevo a decir dónde estaremos en 6 meses.

No le aseguro que soñaré todas las noches con usted mientras le siento en mi costado; que cerraré los ojos y perdonaré con amor infinito cuando me acuse de hablar tonterías; que mis enfados serán pasajeros; que sabré con meses de antelación qué regalarle en su cumpleaños, navidades y días de guardar…

Ni tampoco le aseguro que todas las jornadas, de pasarlas juntos, serán de fiesta.

No puedo saber si el mundo nos tumbará los ánimos en tres embestidas, ni si nos vencerán las rutinas, los desgastes horarios, las brechas culturales y el devenir de las noticias…

Compañero… Yo no puedo aseverar tantas cosas… Ni tan siquiera soy capaz de adivinar -incluso a estas alturas-, cuáles son las intenciones que oculta tras sus líneas escurridizas.

Pero sí le puedo decir una cosa…

Compañero, lea atentamente.

Todo esto es por suerte. Por suerte no le puedo asegurar nada… Por suerte no le puedo hablar del futuro… Porque el futuro es un guión que se escribe cada día.

Compañero, escribamos bonito.

 

Alicia

 

 

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