Lemmy-The Movie: Born to Lose-Live To Win

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La leyenda de Mortohead es internacional. Solo le hacía falta imprimirse en el metraje de un documental para pasar a la historia del cine.Sin embargo, la estrella del grupo, Lemmy Kilmister, es una referencia obligada de la cultura audiovisual de Hollywood, al participar en películas, reportajes, series y hasta en comedias de situación, como artista invitado, eterno secundario o entrevistado.
Por ello, el trabajo de no ficción de Greg Olliver viene a llenar un enorme vacío, al dedicarle el completo protagonismo a la mítica figura del líder de una de las bandas británicas más influyentes de la escena musical, tan importante para el nacimiento del metal, el punk y el thrash como Black Sabbath, Deep Purple y Led Zeppelin.
En efecto, durante la extensión de la cinta, docenas de íconos del movimiento rendirán tributo al maestro a través de testimonios sentidos, analíticos y anecdóticos, donde comprobaremos no sólo el alcance de la obra del hombre del sombrero negro y la voz aguardentosa, sino también su longevidad de superviviente de las modas y las corrientes efímeras.
Así disfrutaremos de la intervenciones de monstruos de la talla de Ozzy, Alice Cooper,Joan Jett y Dave Grohl, quienes se abocarán al ejercicio de reivindicación del antihéroe mesiánico, en una pieza biográfica, de culto a la personalidad, favorable a la glorificación de su imagen, aunque el director no tapa el sol con un dedo a la hora de revelar sus defectos, contradicciones, talones de Aquiles, problemas, fantasmas y elementos polémicos.
De hecho, un buen fragmento de la obra se destina a desnudar, con pelos y señales, las debilidades del personaje por el consumo de drogas, el juego, la estética bélica y la parafernalia Nazi, cuyos emblemas y sellos alimentan el decorado neobarroco de su intimidante vestuario.
El realizador cumple con la honesta tarea de confrontar el gusto de Lemmy por tanques, bayonetas, armas de destrucción masiva, banderas fascistas y esvásticas, al formularle preguntas incómodas de reportero acucioso delante de la cámara, mientras lo vemos rodeado en su casa por una especie de escalofriante museo de desechos y subproductos del partido de Hitler, entre medallas, cruces, calaveras y camisas negras.
A su manera brutal y directa, el viejo zorro confiesa el origen de su placer culposo, sin un asomo de arrepentimiento: “me gustan los diseños y las formas. Si los uniformes de la armada Israelí fuesen igual de atractivos, yo me los pondría”. El encuadre lo expone en plano medio y cada quien puede sacar sus propias conclusiones, fuera de los criterios impuestos desde arriba por un locutor políticamente correcto.
La ambigüedad moral representa uno de los principales logros del discurso planteado por el film.
Por semejantes detalles, “Lemmy-The Movie” pertenece al nuevo club de los retratos malditos y heterodoxos de la sinfonía de la autodestrucción como “The Devil and Daniel Johnston” y “When You’re Strange: The Doors”.
De igual modo, recupera la estructura dramática, de ave Fénix, del reciente “Anvil! The Story of Anvil”, en el sentido de reflejar la vida de un clásico perdedor y outsider redimido por su arte. En efecto, la conclusión lejos de ser incierta, es optimista y coquetea con los resortes del happy ending.
Pero sería como una inversión del típico modelo de final feliz, porque aquí gana el villano de la partida, el marginado, el forajido, el “outlaw” y el veterano de la resistencia en su propia ley.
En consecuencia, el documental funge de cachetada y sacudón para las generaciones de relevo, al enfrentarlas con su memoria censurada por el espectáculo y la frivolidad de la mediática actual, enfebrecida por su sueño de juventud por siempre.
“Lemmy-The Movie” toca temas espinosos y considerados tabú para la industria como la muerte, el ocaso y la miseria.
No en balde, se proyecta y escribe al estilo de un testamento sobre la última etapa y el declive de la leyenda de “Motorhead”, aquejado por achaques, enfermedades y golpes del destino, cual Clint Eastwood de “Gran Torino” y Mickey Rourke en “El Luchador”.
Afectado por su diabetes, plenamente alcoholizado y pagando un apartamento de 900 dólares al mes, la efigie de Lemmy es una declaración de principios, una denuncia y un llamado de atención hacia el estado, el sistema, la democracia y el mercado, por su indolencia al momento de dejar en el abandono a sus padres fundadores, a sus dioses de ayer y hoy.
Por fortuna, Don Lemmy no muere de hambre y todavía sigue en la pelea, gracias a sus amigos, incondicionales y fanáticos, capaces de sostenerlo en pie al continuar apoyándolo en conciertos y toques en vivo. Ahí el desenlace es ilustrativo al respecto.
Ante la ausencia de una merecido plan de subvención y retiro, los dinosaurios del Rock se las arreglan para mantenerse en activo con dignidad, ofreciendo lo mejor de sí mismos. Ergo, de no existir las giras, fallecieran de mengua y olvido.
Por desgracia, Lemmy forma parte de un minoría. La mayoría fracasa en el intento y debe tirar la toalla. En Venezuela son la norma y la regla. Los usamos, los compramos y luego los condenamos y tiramos al tacho de la basura. Allí me reconcilio con la misión de Juan Carlos Ballesta de homenajear a nuestros pioneros, para levantarles la autoestima y ponerlos en contacto con sus descendientes.
Por consiguiente, “Lemmy-The Movie” es una increíble película para sembrar conciencia del valor de la otredad y de la alteridad de la tercera edad.
Lemmy se lo merecía por conservar fresco el legado de Los Beatles, Elvis, Chuck Berry, Little Richard, Jerry Lee Lewis y Johny Cash.
En lo personal agradezco la película por enseñarme un lado distinto y diferente de una de mis bandas favoritas.
Cuando me secuestraron hace dos años, en mi carro se escuchaba “Ace of Spades”, casualmente. En su momento lo sentí como una maldición de Lemmy. Ahora, tras superar el trauma, lo comprendo en su justa dimensión.
Para los perdedores como yo, siempre puede haber una segunda oportunidad.
Ni de broma la voy a desperdiciar.
Al diablo si les suena a cantaleta de Paulo Coelho.
Como plus, el documental reconoce las tres virtudes de Lemmy como músico. Uno, su innata capacidad para componer líricas pegajosas e irreverentes, devenidas en himnos de la rebeldía con causa.
Dos, su clarividencia para cambiar las técnicas convencionales de su instrumento de cuerdas eléctricas. Ningún bajo chilla, estremece, susurra y grita como el de Lemmy.
Tres,su inconfundible voz carrasposa.
Ni hablar de su humor negro, 100% británico.

2 Comentarios

  1. Grande Lemmy. Excelente la película. Un canto a lo que significaba el rock como cultura de masas en su nacimiento y no este «rock» inofensivo de ahora patrocinado por estrellas de escuela U2, que están muy ocupados en sus vidas perfectas cantándole a lo bella que es la vida cuando te casas con una actriz de Hollywood. Ellos son los Coehlo: ven la vida es bella tú también puedes ser parte de esto, pero primero tienes que aparecer en Forbes.
    Pero claro, mi opinión no cuenta: I’m a loser too.
    Pero estoy viva todavía ;)

    Una sola pregunta, ¿por qué siempre dices trash (de basura) y no thrash (azotar)? Es así como se llama ese estilo de metal, ¿es una posición personal o sólo se te ha escapado todo este tiempo?

  2. Por algún motivo la computadora me lo corrige y me lo cambia para trash.
    Igual me pasa con otras palabras anglo.
    Debo arreglarlo cuando lo suba a panfleto.
    Defecto de fábrica.
    Saludos y gracias por el comentario.

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