Líderes, leyes, reglas y representantes

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Los Presidentes, Ministros, Rectores, Comunicadores Sociales, Intelectuales y demás miembros de la sociedad, no ejercen sólo una tarea importante en la alícuota de poder y la repartición de beneficios en el PetroEstado. El primero en desarrollar lo que vendría a ser la tarea moral de los actores sociales fue un tipo que se la pasaba en toga y era amante de los Doner Kebabs aliñados con cicuta por allá por el año cuatrocientos antes de Cristo. Dada su predilección por los platos hondos que no chorreaban la salsa, terminaron llamándolo «Platón», y su libro, «La República». Quienes hayan perdido su tiempo y su dinero leyendo ese texto en vez de manejando un taxi, sabrán que una de las tareas fundamentales de los Guardianes de la Polis es mantener la decepción y el engaño alejados de los ciudadanos (razón por la cual las artes dramáticas son cuestionadas en el libro X, por ejemplo).

Dos mil años más tarde, un cascarrabias austriaco que se la pasaba caminando por el Prater tratando de encontrar razones para no suicidarse cuando no estaba buscando trabajo como jardinero, escribió Las Investigaciones Filosóficas, que trata, entre otras cosas, sobre los contextos de interpretación. Por ejemplo, si usted está invitado a la entrega del Nobel o el premio Príncipe de Asturias, le conviene referirse al libro como philosophische untersuchungen (pronunciado filoso-piche un-ter-zuchunjen), en el alemán original, y todo el mundo pensará que usted es inteligentísimo. En cambio, si usted está rodeado de gente que cree que «pueblo» significa «ignorancia», jamás se le ocurra decir » filoso-piche un-ter-zuchunjen», o lo molerán a patadas peor que a un reportero de Últimas Noticias, por sifrino y virago. Eso, si es que la frase «se la pasaba caminando por el Prater» no le ganó ya unos cuántos coquitos.

A lo que voy, es que las reglas por sí solas no tienen sentido sin un contexto de interpretación (Wittgenstein for dummies). Si escribo «siga la flecha –>» esto, a pesar de ser comprensible, no le dice al lector cómo «seguir». Para que una regla sea una regla, tiene que haber buenas y malas interpretaciones. Igualmente, cuando éstas se vuelven leyes e intentan regular la sociedad, deben tener sentido (ser interpretadas en un contexto) y ser respetadas de manera adecuada e inadecuada. Cuando se promulga una ley, «prohibido tirar basura al piso», se acepta, tácitamente, que esta conducta ya existe y que será ilegal. Pero prohibir algo que nadie hace, «prohibido volar», no tiene sentido. Es una ley que no regula nada (y que cobra sentido, por ejemplo, si somos colonizados por extraterrestres que vuelan).

Es allí donde los «guardianes de la polis» cobran sentido moral. La división social crea decididores, gente cuyo peso discursivo logra hacer cosas. No es lo mismo que yo diga, «inauguro la Universidad bolivariana» a que lo diga el Presidente Chávez. Si lo digo yo, no pasa nada. Si lo dice el Presidente, la Universidad se crea.

De esta manera, la responsabilidad de los cargos y las posiciones sociales es de envergadura. Los líderes tienen el poder de afectar los contextos de interpretación, de regular conductas, de establecer leyes que reflejan valores. Ignorar esto es ser irresponsable, es no darse cuenta del impacto que puede tener sobre una población el que un Presidente los estereotipe. Cuando Bush se deslastra de la Convención de Ginebra gracias a los malabarismos de Alberto Gonzales y decreta que los prisioneros de Irak no son prisioneros de guerra, es lógico que se abra la puerta a las vejaciones de Abu Grahib.

Lo último que debemos subrayar es que esta sustitución de reglas y valores no es necesariamente lingüística. Intervienen una plétora de conductas, acciones y disposiciones que conforman lo que llamamos «los preformativos miméticos»: una forma de transmitir socialmente una nueva visión de mundo, un nuevo contexto de interpretación, unos nuevos valores. Se crea un «efecto de olas» en el cual una obra de arte o un descubrimiento científico cambian esta visión de mundo. Sin teoría del caos en física, no hubiese habido la película Amores Perros, por ejemplo.

En Venezuela, no es exagerado afirmar que presenciamos el intento de instaurar una visión de mundo racional-relativista, vehiculada por dos varas de medición, dos reglas, dos valores. Ciertos actores sociales arguyen que existen dos conjuntos de valores, según sea el caso: si los sindicatos se sublevan en Perú o Colombia, estamos ante una «revolución popular», si lo hacen en Bolivia, estamos ante «un golpe de Estado de la CIA». Si la oposición muele a patadas a Tarek W. Saab y Rodríguez Chacín en el 2002, estamos ante «el fascismo», si los grupos que siguen al gobierno muelen a patadas a reporteros de Últimas Noticias, son unos «héroes» que responden a una provocación. Si los EE.UU. reprimen manifestantes, son imperialistas, si el Coronel Benavides reprime manifestantes y da discursos políticos, se le da una medalla. Podría seguir.

Lo más preocupante no son las acciones explícitas, legales, del asunto. Lo más preocupante es su efecto mimético, proceso en el cual esta violencia que posee dos variables, una legítima, otra opresora, se difunde a través de la sociedad. No sólo se pierden las Instituciones al arrodillarlas ante el poder y parcializarlas. Se envía un mensaje en claves no-lingüísticas, sobre la viveza, la corrupción, el irrespeto al otro, el ejercer el poder con la pura fuerza, jamás con la discusión, etc.; que erosiona, poco a poco, el tejido social que mantiene unidos a los ciudadanos.

Esta relación, de reglas-leyes-interpretación-decididores, es lo nos permite entender la doble moral racional-relativista y sus consecuencias sobre la descomposición de la sociedad actual. Esa es la bestia que debemos combatir quienes queremos ser ciudadanos, no personas que cohabitan y resuelven sus conflictos a patadas. Lamentablemente, podemos hacer todos los esfuerzos del mundo por ser honestos, por devolverle el vuelto de más al señor del abasto y ser íntegros. Pero estas son posturas individuales que no pueden hacer contrapeso a la visión de mundo que se envía desde el Estado cuando un ExAlcalde se roba hasta las pocetas de la alcaldía.

Seguiremos conversando en otro texto.

4 Comentarios

  1. Es super importante, para ahorrarnos muchas discusiones, saber que el chavismo es fascismo. Es decir, todo lo que hace el chavismo a diario,y lo que hizo la oposición en el 2002 (caerle a coquito a Tarek y al otro pana) es fascismo también. Pero el chavismo ha seguido siendo un fascismo en toda la línea, la oposición, por su parte, no. La democracia, ha escogido el camino más largo y efectivo,(Costó un poco de años, no te creas). Cometimos todos los errores posibles, pero aquí estamos. Pero hay que combatir el extremismo. Salir de esa neurosis y practicar la tolerancia, eso espero de la oposición, con todos sus errores y virtudes

    El comportamiento que tan bien describes es fascista.

    La cosa se pone buena cuando explicamos ¿Por qué y cómo? Voy para allá. Pronto, con ayuda de Mr. Eco

    Adri

  2. No creo que el fascismo sea una propiedad inerente a ninguno de esos dos actores, aunque hay corrientes y tendencias fascistas de lado y lado. De allí que sea tarea de la mayoría reducirlos y el peso de su discurso, al mínimo.
    La película «Vincere» (2009) da una muy buena ilustración de ello, al seguir el ascenso de Mussolini desde líder sindical a facho mayor. La tentación es grande, cuando se tiene el poder agarrado por el mango, ¿por qué dialogar, si puedo imponer a golpe y porrazo? Allí empiezan los deslices que jamás terminan bien.
    Saludos, espero tu artículo…

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