Aprendiz de Brujo:¿El principio del fin para el hechizo de Jerry Bruckheimer?

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Era cuestión de tiempo.Tarde o temprano debía suceder por justicia poética de la industria.En dos platos, la burbuja financiera de Jerry Bruckheimer acaba de explotar con el estreno de «Aprendiz de Brujo», cuyo presupuesto apenas se saldará gracias al sistema de bloques del monopolio de la distribución internacional.Sin trampa no hubiese podido lograrlo. La cinta costó la friolera de 150 millones de dólares y en el box office domestico,sólo lleva recuperado 62 de los verdes hasta el 12 de septiembre,según el medidor de Mojo.

Algo similar ocurrió con el anterior blockbuster del rey midas,»Prince of Persia», donde invirtieron 200 palos para ganar 90 en el mercado de Estados Unidos.También por el negocio extranjero, la pieza alcanzó a cubrir sus costos. Pero el punto se mantiene. Ahora Hollywood desconfía de la buena fortuna de su otrora gallinita de los huevos de oro y muchos ponen en discusión la viabilidad de su modelo ante el éxito de filmes rudimentarios y amateurs como «Paranormal Activity».

Al parecer de los analistas,el potentado mecenas fundó una estructura burocrática cada vez más onerosa y ostentosa, como garantía de éxito para los acreedores de la bolsa de los estudios. Actualmente, los dueños del show bussines en la meca. El paradigma surgió en los años ochenta a consecuencia del colapso de la generación dorada de los setenta,después del lanzamiento y la bancarrota de «Las Puertas del Cielo». A raíz de ello, llegaron los yuppies para volver a controlar su fábrica de churros,mientras despachaban a los antiguos autores, hacían una cacería de brujas corporativa contra los incondicionales de Coppola y se quedaban con el absoluto dominio de la pirámide de las majors,bajo la promesa de redimirla a través de la ecuación neoliberal prefabricada por Jerry Bruckheimer,a imagen y semejanza de la explotación de la serie «b»,aunque con los dineros de la categoría «A».
Su mentor denominaría al filón: cine «high concept»,un engranaje de fórmulas sutentado en la repetición de esquemas precedentes,al estilo de una campaña cool de publicidad.A la postre, Michael Bay sería el encargado de ejecutar el plan maestro y de erigirse en el júdas de los doce apóstoles de «El Toro Salvaje».Comenzaría el período oscuro y perdido para Scorsese, Francis Ford,Michael Cimino,William Friedkin,Peter Bogdanovich y Dennis Hopper,reducidos a la condición de parias.

En paralelo, se acrecentaba la hegemonía de Jerry Bruckheimer y sus sonados triunfos le permitían iniciar un idilio frenético con los jerarcas de la fábrica de sueños,quienes preferirían nadar en piscinas de billetes como Rico MacPato,en lugar de apostarle un centavo a las iniciativas de los consentidos yanquis de Cannes.Good Bye Robert Altman.Bienvenidos al reinado de «Top Gun»,»Un Detective Suelto en Beverly Hills»,»Bad Boy»,»The Rock»,»Con Air» y «Armageddon».

Los rebeldes con tejanos abandonaban así las luchas del progresismo, para ir al encuentro del radicalismo pesetero en el contexto de la caída del muro de Berlín. Si el comunismo entraba por su pendiente de fracaso rotundo, ellos encarnarían el nuevo rostro del capitalismo y del materialismo histérico en la monarquía de Los Ángeles.

Desde entonces, ganaron tanta plata como enemigos y silenciosamente empezaron, sin saberlo, a cavar su propia tumba de especulación e inflación desbordada,en un espejo de lo acontecido recientemente con el caso de las hipotecas basura.En algún instante, la máquina se saturó,se llenó de deudas y al final fue una misión imposible sanearla por dentro. Con dolor, la declararon enferma, absoleta y tomaron la difícil decisión de reemplazarla.

Cojan dato, amigos de La Villa.Con recaudaciones como las suyas, no van para el baile.

Salvando las distancias, los gerentes discuten hacer lo propio con el frankestein,fuera de borda, de Jerry Bruckheimer.Irónicamente, quieren convertirlo en el chivo expiatorio o en el Michael Cimino de sus últimos desastres.De ocurrir, la historia le propinaría una dura lección, una cucharada de su propia medicina. De ahí su interés de sacar con urgencia la cuarta parte de «Piratas del Caribe» para repotenciar su orgullo malherido de muerte. Por lo visto, ahí residirá su prueba definitiva. Por lo pronto, tiene plomo en el ala y huele a zamuro, al lado de su oportunista amigo y cómplice en la movida, Nicolas Cage, paradójico sobrino de Francis Ford Coppola. El «Aprendiz de Brujo» evidencia el estancamiento de su aura y el futuro incierto de su élite rancia,de su clan, de su casta de superestrellas de la alfombra roja.A su costado derecho e izquierdo, se hunden los salarios de miedo de Tom Cruise,Cameron Díaz,Anjelina Jolie y demás exponentes del «Sunset Boulevard» al borde del cataclismo.

A grosso modo, la película es pésima, buscar remedar y copiar el formato de «Harry Potter» acoplándolo al esquema mítico y pirotécnico de la aventura posmoderna de «National Treasure» a las órdenes de Jon Turteltaub, ofrece una galería de chistes necios y no termina de funcionar como parodia sino como reafirmación cínica del relato mesiánico del niño pródigo salvador de la tierra,heredero de la dinastía de Merlín, cual «Percy Jackson» conoce a Jay Baruchel, estereotipo del chico normal de su casa, medio nerd, condenado a asumir el liderazgo de la nación como Obama, en la defensa del territorio.Moraleja xenofóbica,racista y reaccionaria(de filiación republicana antiterrorista) ilustrada con efectos de pobre definición y nula creatividad. Únicamente, resulta feliz el homenaje al John Carpenter de «Big Trouble in Little China»,pero tampoco es suficiente. De hecho, la diferencia es del cielo a la tierra,entre ambas.
La de Kurt Russell es una obra maestra de la acción analógica. La de Jerry Bruckheimer es un pasticho indigesto,fruto de su delirio por lo digital en 3D.
Lo peor: la participación ridícula y kistch de Monica Belucci.
Lo flojo: la cita a la escena de Mickey con las escobas de «Fantasía». En la comparación, «El Aprendiz» sale perdiendo de calle.
Lo optimo y lo ideal: dejarla para cuando la pasen un domingo por televisión.
Lo absurdo: Jerry Bruckheimer intentó contener su hemorragia, vendiendo sus entradas a dos por uno. Con todo, el público le dio la espalda.
Lo dicho: welcome to the «Heaven’s Gate».
¿Paz a sus restos?
Dios proveerá.

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