Intelectual, aquel que "cree que puede cambiar el mundo con sus ideas", decía la carta del juego, situando el rema entre los terrenos del soñador, el engreido y el ingenuo.
La recontextualización, empujada por un forzado sentido del humor, nos dejó cabizbajos.
Coño, Roland Barthes, tus ideas siguen erosionando nuestro discurso y nuestra fe. Al menos para nosotros, quienes nos creíamos capaces de cambiar el mundo.