El Frasco de perfume del marinerito

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A Kiltroberman.

…Imagínate que a tu novia la saluda todas las mañanas un hombre en el banco, sin ninguna pretensión; sino, el robarle una sonrisa, a ella le agrada porque el se muestra agradable y poco insistente, ella no sabe quien es, ni nada sobre su vida, -solo- lo único que sabe es que siempre la sorprende con alguna ocurrencia para verla y luego se va.

.No te lo comenta porque no cree que haga falta, ella te quiere, y eso debe ser así.

Pero el fin de semana algo le pasó por la mente, por un minuto se imaginó si el hombre que le hace las visitas matinales estuviera junto a ella en vez de ti, y eso la hizo dudar de si aceptaba el beso que le estabas ofreciendo. Bajó la cabeza y miró el reloj que le regalaste para su cumpleaños, ese que no le gusta mucho, pero que se lo pone para hacerte sentir que le conoces todos sus gustos; y, decidió que era demasiado tarde para quedarse otro rato,sus amigas la llamaban para salir por ahí-. Con la inocencia sucia por los hechos, te dio un beso en la mejilla y huyó del lugar.

Yo te diría que no la culpes, si vieras lo gentil que es la persona que llega y besa su mano, la mirada de águila que clava en sus pupilas, el perfume de Jean Paul Gautier que la derriba, y la poca sabiduría alrededor de este héroe sin antifaz que se atreve a suscitarle un ratito de felicidad. Y si eso le pasa a la doncella de muy muy lejano, pregúntate que se le ocurrirá pensar a la que casi todas las mañanas saludas apenas das inicio, como si ya lo venías pensando desde antes de abrir la puerta de la habitación que usas como oficina para un ermitaño, como si ese saludo fuera imprescindible más para ti que para la de las uñas de rockera, que está al otro lado de los cables, de la Web,y muy muy lejos de distancia, la que te muestra sus labios,su piel, su cabello mojado, sus ojos, su ombligo, su carne, su entusiasmo por las palabras, sus recortes de fantasías, su pelvis insatisfecha, sus horas laborales que a no ser por ti, fueran un total aburrimiento, claro también existe el Ares para ella, y otro tonto que le dice que ella sería una reina si estuviera a su lado, en España, comiendo manjares de gallego, y surfeando en las nítidas mareas madrileñas de un charco. Pero cuando apaga la luz, baja los escalones, espera el autobús, llega a casa, saluda a su perra, se encuentra con que no es rockera, coloca un bolero, las cuarenta se titula, y se quita las botas, se echa a la cama sin aliento, después de haber subido hasta la casa se acuerda del cansancio, de la rutina macabra de estar mejor que muchos, sin hacer nada, pero mejor que muchos, planeando la manera de salir de un país que poco a poco se convierte en una Cuba, no porque se percate de ello, sino porque eso dicen en la Tele, tratando de cambiar de novio, no porque este haya perdido su atractivo, sino porque ahora ella a descubierto que a él le gusta el Reguetón, que ya no necesita perfume para provocarlo, que él ha dejado de soñar con viajes a la playa, porque ya la ha visto mucho en cueros, que tiene miedo de perderla, y ese miedo se vuelve asfixiante cuando están en silencio, tanto, que ella decide ir al baño, con mucha agua fría, enjabonarse toda, mirar como sale la lluvia enjaulada por la regadera,saber que si amanece, buscará por Google las palabras que encajen en un verso, y si se pronuncian sobaco o jadeo, mucho mejor, y si hablan de cosas cotidianas como un peo, o el barro que hace huella con su vida, tendrá algo con que pasar el día sin sentir que ha perdido el tiempo banal que la compone, y si su amor alternativo no aparece titilando emocionado en la barra; ella buscará en Youtube te Enojai por todo para cagarse de la risa otra vez así como lo hizo con él, juntos, de otra forma rara, donde había risa y no lágrima. Sí con él, el del pantano empañado por el objetivo de la cam, ese que tiene un cuartito de oficina, dos computadores, – no sé para qué-, que tiene a la novia en el banco de muy muy lejano, que quiere ser un héroe, ahora que Chile se convierte en el primer país de Suramérica con más casos de gripe porcina, ahora que los paparazzi no tienen al Michael pedofílico que inventaron o que descubrieron, ahora que el invierno lo deja sin el abrazo acolchonadito de una mujer de carne y hueso que le descongele los dedos ampollados de tanto enviar correos, quizás, andará tal ves por el odontólogo para que le escarben un mal de familia, y la deja a ella en la ventanita de verdades y mentiras a medias, esperando a que sus padres salgan para escucharle la voz; pero quizás no, mejor no sentirla demasiado cerca en una llamada de larga distancia que queda en la lista de las cosas que jamás hará.

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