7 años

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Una vez le escuché a la doctora Evangelina García Prince decir que la sociedad apreciaba a la mujer solo bajo tres parámetros, referidos todos a su sexo: la niña se “convertía” en mujer cuando le llegaba la regla, la virgen era mujer cuando un hombre “la hacía” suya, y la mujer se “realizaba” cuando se convertía en madre. Por tanto, cuando los hijos se van (porque tienen vida propia), el marido se va o se muere y llega la menopausia, la mujer, para la sociedad, desaparece, ya que somos incapaces de verlas más allá de esos tres arcaicos arquetipos: madre, esposa, objeto sexual del hombre.

Seguramente el director y guionista Jean-Pascal Hattu nunca ha escuchado eso, pero lo aplica muy bien en su sorpresiva ópera prima 7 años, que se exhibe en Venezuela en el marco del festival de cine francés.

Maitté (Valérie Donzelli) una joven y bella mujer está reducida a estas tres condiciones de las que hablábamos. Dos veces a la semana, Maitté prepara la ropa de su marido Vincent (BrunoTodeschini), la lava, la seca, la dobla y la impregna de perfume para ir a visitarlo en la cárcel. En prisión, a lo largo de esos encuentros que se dan en un cuartico de cuatro metros cuadrados y en los que se prohíbe todo contacto físico, se puede percibir la frustración de Valerie que renuncia a su vida sexual con tal de serle fiel a su esposo encarcelado. Búscate un amante, le recomendará una amiga en algún momento.

Maitté, además, funge de cuidadora-madre de Julien (Pablo de la Torre), un niño que le exige atención, le aplica un chantaje emocional cuando ella le dice que quiere trabajar, que quiere mudarse con ella y qué, según se deja ver entrelíneas, está enamorado de ella.

Todo cambiará cuando Jean (Cyril Troley), un misterioso hombre del que después sabremos que es guardia de la cárcel, la aborde a la salida de la penitenciaría. Entre ambos, se inicia una relación, en principio puramente sexual.

El director tiene un estilo que recuerda al Michael Haneke de Cache (2006), que consiste en observar a través de un plano fijo, sin ralentis, sin cámaras en mano, sin mayor perturbación, dejando que el público se convierta en un gran voyeur, y escrute con su mirada morbosa la vida de este singular triángulo amoroso.

El guión, igualmente, se desarrolla sin sobresaltos, sin ánimos de provocar o impactar a nadie, soltando las piezas del pluzze con calma para que el espectador las vaya armando. Vale decir que aquí es donde este film destaca, uno lo ve y piensa, claro, tiene sentido. Uno como espectador pasa de la contemplación indiferente a interesarse poco a poco por cada personaje y siente que en cada decisión que toman se les va la vida. Y, sin ánimos de arruinarles la película con spoilers, cuando entiendes quien es en realidad Jean, y por qué abordó a Maitté, terminas por rendirte fascinado ante la propuesta del director.

Otra lectura, más ¿política? ¿social?, nos arrojaría que se trata de una cinta que cuestiona el mecanismo sobre el que se sostienen las instituciones penitenciarias. Ya que Vincent no tiene derecho a las visitas conyugales —de hecho, la única crítica que le haría a la cinta es que nunca nos aclara el por qué—, y debe someterse a requisas totales luego de cada visita, además, las visitas son vigiladas constantemente quitándole al reo todo derecho a tener intimidad.

De ahí que el guionista nunca nos revele por qué Vincent está preso, obviamente porque el mensaje de la película es que los derechos son para todos los reos sin importar que delito hayan cometido.

Eso, aunado a las sublimes actuaciones de Valérie Donzelli y Cyril Troley terminan por configurar la que creo es la gran sorpresa de este festival. Bruno Todeschini tiene a cargo al personaje más complejo de la película, un hombre del que se adivina una gran violencia contenida, incluso me atrevo a especular que la razón por la que Vincent está preso es por haber golpeado a su esposa. Lamentablemente, el actor se queda corto y es opacado por los otros intérpretes. Otra mención aparte, para el pequeño Pablo de la Torre cuyo personaje, harto difícil para un niño, representa ese observador incómodo que se conecta con el espectador de inmediato.

9/10

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