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Sobras Completas

Opera Prima

-Pedro Rodriguez
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No sé el lector, pero al autor de esta nota jamás se le habría ocurrido comprar un libro por el texto de la solapa. Un fiasco. O peor: una tentación romántica. Igual que cuando los corazones solitarios se topan con la voz de una mujer anónima al otro lado del teléfono y salen a su encuentro, con una flor en el ojal y un sombrero de medio lado, alentados por un optimismo vano. Leo las solapas con un aire de lejano escepticismo, más por el deseo de encontrar alguna que me sorprenda que por la esperanza de encariñarme con el libro. Siempre, o casi siempre, imagino a un oscuro editor intentando zurcir algún adjetivo. Pienso en folletos turísticos, en ofertas promocionales. Mi reacción es de un vago escozor cuando la contraportada viene acompañada por una foto del autor, o la autora. Pienso, y no sé por qué, en una vieja barbería de italianos a donde me llevaban en la infancia y cuyo mostrador, casi vacío, mostraba una brocha de afeitar y una colonia con olor a pino.

Soy escéptico ante un nuevo libro porque entiendo que libros nos restan vida y es por ello imprescindible que su lectura sea, al menos, un tolerable solaz para los momentos en los que la vida no tiene mucho qué decir bajo el fragor del insomnio o la lluvia incesante de las tardes de marzo.

Digo todo esto porque no deja de ser un gusto –y un alivio– encontrar después de mucho tiempo una nota de contraportada que al fin comienza a parecerse a un pequeño sueño irreal. Se trata de Sobras Completas (Y otras por completar...) de mi amigo Edison Barrios, editadas por Comala.

Dice así:

¿Alguna vez ha presenciado una estampida de caracoles? ¿Ha oído Ud. hablar del fenómeno de la teleapatía? ¿Conoce la verdadera historia de cómo el Papa impidió que los hunos invadieran Roma? ¿Está al tanto de la lista de requisitos para ingresar a la Licenciatura en Burocracia, en la Universidad del Éxito? ¿Conoce a alguna doncella que haya sido convertida en un mandril hipocondríaco? ¿Piensa Ud. que ser el mejor de los ridículos es preferible a ser el peor de los sublimes? ¿Verdad que no vale la pena hacerse preguntas como éstas? Ciertamente, pero en caso de que alguna vez sienta la necesidad de planteárselas, le convendrá saber que estas Sobras Completas son el intento más serio por lidiar con ellas que jamás se haya escrito.


Y es verdad. Se trata de un libro heterogéneo, con pasajes que corresponden al género narrativo, al teatro e, incluso, al simple panfleto de propaganda. La unidad no es temática ni genérica. Su unidad es lúdica. Responde, si se quiere, a una tradición que puede rastrearse en el humor de Mark Twain, los divertimientos de Woody Allen y los trucos de Groucho Marx. Es si se quiere, un libro cómico, escrito con una visión irónica de lo literario.

La convergencia de estos tres nombres no es casual. Pero sí es rara. Decía Jorge Amado que los escritores jóvenes carecían de sentido del humor –tal vez, dice uno, porque no habían vivido lo suficiente en este mundo como para acostumbrarse–, de la manera que sea, en Sobras Completas el humor es un ingrediente esencial. Un humor escéptico. Un humor que decide pasar de largo a los grandes temas, sortear los límites de la Obra Correcta e inventarse un juego por puro sentido de la irresponsabilidad, un poco a al margen de la narrativa que puede encontrarse por estos lados.

En el año de 1932, ante los alumnos del Colegio Libre de Estudios Superiores, Borges dictó una conferencia memorable sobre los escritores argentinos y la tradición. Decía Borges que no existía tal cosa como una tradición de payadores, que las obras del naturalismo decimonónico eran, en realidad, ficciones, invenciones literarias del campo, pero no tradiciones auténticas. La prueba contundente era la presencia de color local: en tanto un gaucho era capaz de recitar un verso en castellano accidentado, pero comprensible, la lectura de un "clásico" de la literatura gauchesca exigía que el lector se remitiese continuamente al glosario. Concluía que el problema de la tradición era un falso problema, que la verdadera tradición de todo escritor era la literatura de Occidente.

De la manera que sea a los escritores les gusta inventarse uno que otro tema autóctono y se remiten a él con la misma fuerza de la monotonía y la esperanza. En Venezuela, por ejemplo, abundan las historias de prostíbulos, el insomnio y las muertes violentas. Las Sobras Completas de Edison Barrios son un extraño caso contemporáneo de una suerte distinta. Allí está, en parte, su valor y estímulo.

Todas las obras proponen un Lector Ideal, un Lector Modelo. Sospecho que el Lector Modelo de Sobras Completas debe ser un lector inteligente que no tiene demasiadas pretensiones por parecerlo, un lector que ya se ha paseado por la literatura culta, que conoce y anticipa los enigmas de la novela policial, que no necesita atragantarse de uno que otro libro de moda para salir al vuelo en una conversación con las irresistibles y fatídicas lectoras políglotas que nos depara la juventud. Un lector que puede agradecer un libro heterogéneo, escrito por el puro placer de regalarse un rato de solaz.

No siempre se logra la salida feliz. En ocasiones, pocas, el autor se excede en el recurso del absurdo, o incurre en el patetismo de Woody Allen, obsesionado en establecer analogías entre una anchova y el Tetragrámaton. Pero se le perdona. Las Sobras Completas son un conjunto extraño de historias en el panorama de la literatura venezolana. Eso, por sí mismo, debería bastar para incluirlo en el estrecho estante de las felices curiosidades literarias.