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Un lugar en el mundo

Una de las primeras cosas que recuerdo del gobierno en curso es el manejo a todas luces insensato de un conflicto internacional que fue justificado de manera tan falsa como discutible.

Chávez mantuvo en 1999 una reconfortante comunicación con el terrorista internacional Carlos Ilich Ramírez  "El Chacal", diálogo epistolar altamente criticado por la opinión pública nacional e internacional, pero que fue defendido de manera discutible: "El Chacal" era antes que nada un venezolano y como tal, en cualquier lugar del mundo, el gobierno venezolano haría lo posible por hacer valer sus derechos. Eso, además de la perla de que “el no haber cometido crímenes en suelo patrio nos impedía tratarlo como terrorista”.

 Sobre El Chacal se discutió el traslado a suelo patrio, incluso a nivel presidencial, cosa que Francia consideró fuera de toda negociación posible.

 Sin embargo, buscando arduamente algo positivo, se envió un mensaje, oficial y retoricamentemente hablando: venezolanos, donde sea que estéis, cualquiera sea vuestro lugar en el mundo, vuestra patria no os olvida, vuestra patria dará cuanto pueda dar por defenderos, por defender a los vuestros.

Yo lo entendí asi, al menos, en una apoteósis de positivismo e inocencia: si Venezuela defiende los derechos de un tipo que ha matado atletas israelíes, me va a defender a mí, si hace falta, que no he matado a nadie, nunca, gracias a Dios.

Es lógico y casi todo país se preocupa por sus emigrantes. No es una exclusividad de la casa ni una relación unidireccional, visto el flujo inmenso de dólares que va de norte a sur, de Argentina a Bolivia, de Estados Unidos a Cuba o a México, de España o Italia a Venezuela. Los emigrantes deben ser protegidos, porque en su mayoría, siguen apoyando a sus familias, siguen enviando dinero, siguen siendo venezolanos o bolivianos o cubanos o mexicanos.

De allí tantos problemas de dobles lealtades a la hora de nacionalizar a un inmigrante en el pais anfitrión: un extranjero no dudaría por un segundo el bajar su rifle si el enemigo es su país de origen, es la suposición universal.

Los grupos terroristas están plenamente convencidos del apoyo que brindan los gobiernos a sus ciudadanos fuera de sus fronteras y por eso amenazan con secuestrar y degollar a extranjeros si no se cumplen sus demandas. Por eso el ejército filipino se retira de Irak, porque la vida de un ciudadano de su pais, cualquiera sea su status, es más valiosa (eufemismo para algun interés propio de un gobierno: imagen, opinión pública...) que el apoyo a una guerra absurda y al económicamente favorable aliado norteamericano.

Sin embargo, a pesar de todo lo anterior, el 27 de julio se volvio a hacer historia en el seno del gobierno de turno. El 27 de julio aprobó el Consejo Nacional Electoral una resolución según la cual el derecho al voto de los extranjeros era restringido dramáticamente:

Aunque para inscribirse en el registro electoral solo hace falta la cedula de identidad laminada “vigente o vencida” (y la clásica fotocopia), ahora, desde el 27 de julio, para expresar tu opinión como venezolano, debes residir “legalmente” en el pais en el que te encuentres. Valga la traducción: los miles de venezolanos que desesperados por el desempleo y la constante tensión psicológica a la que son sometidos por el hampa han decidido probar suerte de manera ilegal en algún otro país, no son libres de expresar su opinión en las próximas elecciones, en el único sitio en el que pueden hacerlo. La vida de un inmigrante ilegal es una vida de restricciones. Aunque se asume que un familiar que “se fue al norte” se lanza a una montaña rusa de enriquecimiento desenfrenado, generalmente no es asi. Los trabajos “en negro” para inmigrantes ilegales son restringidos a limpieza, atención en restaurantes de truculentos manejos contables, babysitting y demás subempleos. La paga generalmente es miserable si se compara el ingreso con los gastos que comprende una supervivencia básica. El acceso a la atención médica, a la educación, a la expresión de una idea, es nulo. El caminar por la calle sin temer que un policía pida un papel es cosa del pasado. Además, el sueño viajero de ser un inmigrante ilegal que ahorra para irse de “morralero” es una apuesta peligrosa. Y a partir de ahora, estos venezolanos no son reconocidos como tales por el Consejo Nacional Electoral. Me gustaría entender la manera de justificarlo.

 Vale acotar que, además, la información recién se comienza a distribuir (que se vuelven a cambiar las reglas en medio del juego), lo cual significa que los votantes que no residen ilegalmente en algún pueblo de la serranía madrileña, por ejemplo, luego de rescatar su cédula laminada y desplazarse durante horas para ejercer su derecho a expresar su opinión, se les negará dicho derecho, por un formalismo, por un obstáculo sencillo.

Es decir, el gobierno venezolano ya no hará lo posible por que a los venezolanos que no habiten legalmente un país (y me cuesta imaginarme a alguien más ilegal que el chacal) se les hagan cumplir sus derechos, mas específicamente, y al menos, el derecho a expresar su opinión. ¿Es ese el mensaje? No, obviamente las razones son más sencillas. Quienes no apoyen al gobierno (y se asume, por mera estadística, que un expatriado no lo hace), no deberán esperar que el gobierno que también, contra su voluntad, los representa, haga algo por ellos si ésto va en contra de sus intereses. Mera supervivencia.

 

 

Más información: http://www.eluniversal.com/2004/07/29/pol_art_29104D.shtml