Sólo por un día

visita rápida a la capital de Europa.

por Daniel Pratt.


De Noche
Llegamos cerca de la medianoche a la Gare du Midi, que paradójicamente en flamenco se llama Zuidstation como una pequeña introducción a la familiar y mundialmente reconocida falta de organización de los Belgas. En la capital de la burocracia, conseguir una casa de cambio que abra fuera de horario de oficina es una ilusión infantil, así que, obviando que no teníamos ni un franco belga en el bolsillo, nuestra primera misión al salir a la calle fue conseguir un mapa, operación relativamente sencilla si uno entra a preguntar algo al hotel mas cercano mientras otro sustrae desenfadadamente la mencionada carta de la ciudad.

Nos llamaron la atención las luces del parque de diversiones del Boulevard du Midi. La reproducción de un parque de la infancia, con los mismos aparatos mecánicos que hace ya tiempo cumplieron su vida útil, los mismos operadores hartos de la vida, la misma música chillona e insoportable para cualquier persona mayor de quince años, las mismas parejitas recorriendo una y otra vez, como todas las noches, la longitud del parque, instalado en la acera, a un lado de la avenida.

Al llegar a la Porte de Hal, los restos de una de las puertas de la ciudad amurallada, decidimos caminar hacia el centro geográfico de la ciudad en busca de un sitio para dormir. Tomamos por azar la que resultó ser la calle más oscura y solitaria del mundo, la rue Haute. En ese kilómetro de caminata nos cruzamos con dos o tres personas en total. Nuestros pasos resonando sobrenaturalmente en la oscuridad. Periódicamente, la calle era intersectada por callejones tan oscuros y estrechos que su destino o contenido no podíamos o no nos atrevíamos a ver.

En la place du Grand Sablon, con sus cafés caros, nos enteramos que en Bruselas sí había algo más que hacer que ir al parque de diversiones de Midi. La place du Petit Sablon, famosa por ser uno de los lugares de escape para los habitantes de esta ciudad, es mortuoria de noche, el descenso de la temperatura y el olor a humedad al pararse en la entrada son notables. En ausencia absoluta de toda iluminación, las estatuas de los patriotas belgas parecen moverse entre el verdor excesivo de la plaza. Toda esta vida de ultratumba bajo el cobijo de Notre Dame du Sablon, una iglesia gótica del siglo XV.

La Place Royale es sospechosamente parecida a Vendôme. Esta impresión se vería reforzada por otros elementos que luego descubriríamos y que apoyan nuestra teoría de "todas las capitales de la Europa continental quieren ser París". Atravesamos el Parc de Bruxelles por el centro, inocentes nos encontramos con el mayor y mas esplendoroso parque de la ciudad (de día, claro está) y el lugar de reunión preferido para vagos en camisetas, protegidos por la casi completa falta de iluminación y vigilancia. Por alguna extraña razón no fuimos violados, sino que sencillamente nos dejaron pasar entre ellos mientras hurgaban sus dientes con la punta de sus navajas.

La Catedral de Saint Michael es otro de esos elementos que te hacen pensar "hmm, esto lo he visto antes", la fachada es sospechosamente parecida a la de Notre Dame en París.
En una increíble sucesión de casualidades y eventos fortuitos, llegamos al Mozart, un hotel en la rue Marché aux Fromages, una calle viva de día y de noche. Además de estar a una cuadra de la Grote Markt, la plaza más importante de Bruselas, las habitaciones son espectaculares, aceptan dólares y el precio incluye ambiente musical de, como ha de suponerse, Mozart.

De día
La Grote Markt es quizás una de las plazas mejor preservadas de Europa. Reconstruida después del bombardeo de la ciudad por parte de la armada de Luis XIV en 1695, ofrece una interesante mezcla de estilos arquitectónicos en el que todas las fachadas son distintas en tema y estilo pero la impresión general es la de una armoniosa unión. Los domingos hay un mercado de flores y una vez al año, el centro de la plaza es cubierto por mantos de flores de elaborados diseños.

Además de Tintin, chocolates y bordados, los belgas son mundialmente conocidos por su desenfadado desorden, a unas cuadras de la Grote Markt está el símbolo de la ciudad y el icono que mejor expresa el carácter Belga: el Manneken Pis. Esta fuente de bronce de un niño meando pícaramente atrae anualmente a un número de visitantes inversamente proporcional a su tamaño y es una acertada representación del espíritu bullanguero de los Belgas.

Decidimos tomar el metro para nuestro próximo destino. El caso del metro de Bruselas es digno de estudiarse. Es una verdadera sorpresa que esta ciudad de este tamaño tenga un sistema de transporte masivo subterráneo y aún mayor es la sorpresa de que el estado siga manteniéndolo. Este metro fue evidentemente construido para una ciudad que no lo necesitaba y aún no lo quiere, pues nadie sabe donde queda la estación más cercana. Las escaleras mecánicas se activan con sensores ópticos y siempre están detenidas. Las estaciones (muy interesantes por cierto, cada una con un tema distinto) siempre están vacías y en los vagones uno nunca viaja de pie.

El otro símbolo de la ciudad es el Atomium, una molécula de hierro ampliada 165 mil millones de veces, fue construida para la exposición mundial de 1958 y está compuesta por nueve esferas de hierro y aluminio de dieciocho metros de diámetro que albergan exposiciones y ofrecen vistas panorámicas de la ciudad. Tuvimos la suerte de ver una excelente exposición del comic belga.

Frente al Atomium hay un parque largo que termina en un edificio sospechosamente similar a la Ecole Militaire. Una clara analogía con el conjunto formado por la Torre Eiffel, el parc du Champ de Mars y la Ecole Militaire que despierta una vez mas esa sensación de "París frustrada"

Al pie del Atomium está el Bruparck y su principal atracción: el parque de mini-Europa: un recorrido interesante por los países de la Unión Europea y sus principales hitos arquitectónicos reproducidos a escala: los canales de Amsterdam, el palacio de Buckingham, la torre Eiffel, el tunel del canal de la mancha. Excelente sitio para decir "lo vi, no lo vi, lo vi, lo vi, no lo vi", soñar con otros países y despertar el deseo de quererse largar de esta ciudad que se resiste a ser forzada a ser de vanguardia, de este intento de promoción vuelto agrio. Queríamos irnos de la capital de la Europa Unida. Para compensar nuestro desconocimiento de la ciudad, tomamos una ruta de tranvía que circula por el anillo interno de la ciudad, lo que otrora fuese la ciudad amurallada. Nada interesante, como debimos suponer, una sucesión de edificios de ladrillos marrones. Bruselas es una de esas ciudades que hay que visitar, solo por un día.

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