A veces sin querer el tiempo se ajusta a nuestro estado de ánimo, y no al contrario. Porque no es posible que uno comience una época de decisiones difíciles y el tiempo decida al día siguiente ponerse caluroso, insoportable, como si hubiesen trasladado la ciudad, mientras todos dormían, a los valles de Aragua.
Una vez que pasó lo peor, cuando uno se está acostumbrando a este nuevo modo de vivir, la ciudad amanece llena de smog, la luz amarillenta llenando la mañana, el humo por encima de todas las cosas, imposible visión en esta ciudad en que los vientos nacen y corren libres.
Y luego, el clima nos sorprende con un día tan de Noviembre que nos hace olvidar todo el asunto y nos recuerda que a pesar de esos malos ratos, vivimos en la ciudad más bella del mundo.
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d   Y entonces ella llegó y entonces fue linda, bella, impecable, sencilla, simplemente preciosa. Y entonces ella llegó y me tomó de la mano y me di cuenta que una lata bien comprada puede reemplazar cualquier mirada.

En el tope del muelle miradas danzantes, nosotros, luces de la ciudad, nosotros y la gente desapareciendo, nuestras manos entrelazándose y los nervios desapareciendo, nuestros ojos cruzándose y las restricciones, el miedo a lo imposible, la sensación de una vida separados, todo lo innecesario desapareciendo.

Caminando con la brisa de playa dándome en la cara, el smog a distancia, manifestaciones de Americana (minigolfs, diners, hoteles pintados de rosa) por doquier. Me sentí niño paseando en bicicleta por Deerfield, al automercado, a la farmacia, siempre en busca de algo que hacer mientras pasaban las brillantes tardes interminables.

Pájaros por doquier, alineados perfectamente sobre el tendido eléctrico, con el cielo azul naranja de fondo. Yo esperando, el corazón el vilo, un asunto milenario sin resolver, americana, música en inglés, la brisa de playa y pájaros por doquier.

Ella, otra, un intercambio, un trueque, ¿Será posible? No, todo combina, todo es como debería, las aves se comportan de esa manera, yo no debería seguir, ¿Qué quiere? ¿Qué quiero? ¿Qué queremos?
Amor.

Deseo amigas y amigos desperdigados por el mundo, casi no hablamos nada, su perfil en silencio contra la negrura de la noche, delicados cabellos ondeando con la brisa, una mujer que solo he visto de noche, tan distinta a mi pero tan fácil, tan de casa, tan poco conflictiva, es la personificación de la tentación, una criatura diabólica en ese sentido particular.

Y yo temblando a la brisa fría y yo temblando a los nervios fríos y yo temblando ante la fría realidad de estar, después de tanto, a pesar de los pesares, otra vez con ella.

 

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