Ríete de tu Mickey Mouse

La trona de quinto piso que me agarré esa tarde. Llegamos al barcito ese mi amigo colombiano y yo durante alguna caminata de seis y media. Afuera, un pequeño anuncio de los tipos de ganya que vendían. Adentro, ese olor entre penetrante y dulce, prohibido en tantas otras geografías. Nice, very nice! Boris, el bartender, un adolescente blanco de unos dieciocho años, nos recibió muy amigablemente. Pedimos dos cervezas y cinco minutos más tarde Peter se acercó a nosotros para invitarnos "something good from Jamaica". Fumamos un poco, dos minutos más tarde volvió con un tabaco que alguien nos ofrecía como bienvenida —"They are from Colombia", dijo alguien con los ojos muy abiertos— y yo decidí comprar un poco de hierba. Había tres tipos esa noche: una dutch "para dormir" —a juicio de Peter—, otra colombiana "para tranquilizarse" y una "Mickey Mouse" para reír. Yo me decidí por la Mickey, no sólo porque me gusta el ratoncito de mi infancia sino también porque una semana antes había probado la otra y he estado fumando la colombiana casi la mitad de mi vida. Aquello era un pedazo compacto de algo entre verde y mostaza, yo lo miré con recelo y entonces Peter se ofreció a ayudarme. "I'm gonna do it for you". Sobre un papel comenzó a deshacer el bloquecito, le puso un poco de tabaco "only for burning" y en un máximo de cinco segundos "the blow" estuvo listo. Quizás yo lo haya mirado como se mira a un sabio maestro porque Peter comenzó una extraña letanía que seguramente pretendía iniciarme en la "cerrada cultura de la hierba". "I am fifty five years old and have been smoking every day for thirty seven years. Try this Mickey Mouse". Lo hice. Peter fumaba una y otra vez. "Is your first time? How you have lived without tasting the best weed in this world?" y comenzó a reírse de mí. "You think you know, but you know nothing. Why you see everything here with those eyes?". No podía siquiera decir una palabra. Entró el nuevo bartender y ya más relajado Boris me pregunta qué tipo de cosas leo. De nuevo ni una palabra. ¡Ah, todos los fumones del mundo somos iguales! ¡Ciencia ficción! Boris lee ciencia ficción. "Are you flying? What kind of things you read?". No puedo decirte que leo lo que lee cualquier fumón del mundo, Boris, porque no puedo articular palabra. El nuevo bartender comienza su trabajo. Peter dice: "Look at him. He's just doing his job, nothing else. His blows are the best blows in The Hague". Saqué mi libreta para anotar esa sensación de estar perdida en el mundo de Alicia, escuchando una mezcla de hiphop y Led Zeppelin, según Boris, y ni siquiera recordaba cómo se escribía. Las botellas y la pequeña foto de Marley comienzan a moverse. Voy al baño. Siempre sé lo que necesito. Sino todos los días, por lo menos una vez a la semana y siempre sé lo que necesito. Comienzo a vomitar. Mickey Mouse, el Pato Donald, Dumbo. No hay más que vomitar, afortunadamente. Vuelvo a mi lugar. Peter me mira desde el otro lado, riendo. Mi amigo también comienza a sentirse mal. "Vámonos". "No puedo. No puedo caminar". ¡Vaya valientes sudacas! Agarro a mi amigo y como puedo salimos de allí. Ya en la calle comenzamos a respirar. Nice experience. No queda otra que reírse de uno mismo y respirar. Media vida no es suficiente si estás en La Haya y te encuentras con Peter, treinta y siete años fumando ganya todos los días y riéndose de quienes se creen muy conocedores de la "cerrada cultura de la hierba".

-Del Valle González

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