Cómo distinguir un azar de un azahar
Lo miró de lejos entre la gente que lo saludaba. Había sobre todo mujeres, algunas bonitas y otras no tanto. Había visto su fotografía, pero de cerca parecía un poco más pálido y menos delgado. También podía haber engordado ¿por qué no? Se acercó despacio. O mejor no. Para variar, no tenía ganas de saludar. Después de todo ella sería otra saludante. Más gente, sobre todo mujeres, se acercó a saludarlo. No querría llegar a ser famosa para que todo el mundo estuviera saludándola una y otra vez. Preguntando qué opinaba de tal o cual cosa. Premeditar las respuestas: no sabría cuándo su interlocutor la usaría para tal o cual cosa en tal o cual ocasión. Habría que cuidarse de decir idioteces o de salir en las mañanas sin peinarse y sin ponerse los lentes. Cualquiera podría fotografiarla en el asqueroso vestidito blanco con chaqueta azul que usaba algunos días por la mañana para comprar la prensa. Era inevitable. En algún momento tendría que acercarse para no tener que vivir los próximos años reprochándose el no haber disfrutado de cerca la sonrisa de aquel hombre perfecto sólo por huir del ridículo de hacer lo que todas. De nuevo volvía lo del príncipe. ¿De dónde habría sacado lo del príncipe? Todos somos iguales. En el fondo estamos esperando nuestro príncipe o nuestra princesa. ¿Y si no llega? ¿Preferible quedarse sola? No, no sé qué cara tiene mi príncipe. ¿Cómo reconocerlo entonces? Tampoco sé de qué color es. Si tiene dientes perfectos y un ferrari rojo como el de Rubirosa o si por el contrario camina aladamente hacia el metro. Sólo sé que cuando lo encuentre cruzaremos nuestras miradas y sabremos que ambos estamos destinados desde siempre. ¿Y sería necesario ser perfecta? Si uno supiera su futuro no haría tonterías. Si pudiera cuidarse para que cuando el príncipe apareciera no hubiera nada de lo cual avergonzarse. Pero nunca se sabe lo que vendrá. ¿Cómo saber que dentro de veinte años querré ser presidenta y algún viejo testigo descubrirá públicamente las historias que se han guardado con celo tantos años? Nada ganaría con aclarar que aquello había dolido mucho y que lo importante es el esfuerzo que hice durante muchos años por ser buena. No lo comprenderían. Iba vestido de gris y corbata vinotinto con rayas azules. Seguro que era uno de esos que todavía usaba Old Spice porque no hay nada como el camino de lo clásico. Seguro que estudió en un colegio salesiano, sacó las mejores calificaciones y no le dio dolores de cabeza a su madre hasta que decidió "ir tras la historia". A lo mejor ni siquiera lo decidió. Estaba escrito así. No había la menor duda. Otro montón de mujeres volvían a saludarlo y algunas señoras acompañadas de sus esposos se acercaban con deferencia. Seguro que ni siquiera conoce los interiores Calvin Klein. Perfectas las medias con la corbata y los zapatos ingleses. Perfecta la mano alargándose hacia la señora vestida de azul con moñito discreto y chaqueta de terciopelo negro en juego con la carterita de mano y los zapatos pump. Perfecto el paso hacia atrás cuando la jovencita se le acercó con un trago de ginebra. Perfecto el pelo no tan corto para no pasar por demasiado conservador. Perfectos los bigotes para no pasar por transculturado yuppie. Me lo imagino por las noches comiendo pollo perfectamente asado con vainitas perfectamente cocidas. ¿Por qué? No. A lo mejor ni come. Es verdad que después de eso tuve que ir por meses al psiquiatra y prometerle a mi madre que no me mudaría sola para no correr riesgos. Desde ese tiempo me aficioné a caminar por barrios desconocidos aunque sólo hablara con personas de "buen aspecto". Algunas noches tenía miedo a los tubos de vitamina B recorriéndome las venas y a la cara de indiferencia de los médicos. Cuando mi príncipe aparezca no le pienso contar de esto. No será necesario. Pudiera inventarme una nueva historia. Seguro que ni siquiera vio "Átame". Perfectas las delicadas uñas. Ahora había que escuchar cierta música para no pasar por endofóbico. Perfectos los pasos de merengue. Ni muy sueltos para no parecer un vago rumbero ni torpes para no parecer fuera de onda. Lo mejor era la canción final. Cuando los dos —el novio y la hermana— comienzan a cantar. Hasta ahora, después de tanto años, no me había fijado en la canción. Estuve retrocediéndola hasta aprendérmela. "Resistiré para seguir viviendo... soy como el junco que se dobla pero siempre sigue en pie...". No será necesario inventar una nueva historia si encuentras un príncipe como Ricky. Nunca pensé en un príncipe chino. ¿Por qué no? Esperando con una taza de té de jazmín a su princesa. Perfecta la manera de poner el vaso sobre la mesa. Perfectas las maneras al desembarazarse de sus fanáticas. Perfectos y seguros los pasos hacia la puerta. Si el azar no pone el momento para que los príncipes se encuentren entonces no existe el azar. Si tiene pétalos y huele —especialmente de noche—, es un azahar.

-Fanny Diaz

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